El arte de hablar en público en el Hyde Park
21 de octubre de 2012
Tenemos que tomar conciencia de nuestra situación, unirnos y luchar contra la discriminación permanente, por nosotros y por nuestros hijos..."
No era un documental de Martin Luther King ni muchos menos. El hombre negro, grandote, vestido con saco y bermudas, que parecía más alto todavía por estar parado arriba de un banquito, daba su discurso de protesta contra el sistema ante una concurrencia que lo escuchaba entre curiosa e interesada.
Sus palabras por momentos se mezclaban con las de otro señor vestido con túnica blanca y con un notable parecido a Ben Laden, aunque con un mensaje de paz, también rodeado de un ocasional público.
Otro hombre, con tono más bajo, leía un texto religioso, en este caso, con menos suerte. Nadie lo escuchaba, pero igual seguía su parlamento como si estuviese frente a un auditorio lleno.
Era un domingo al mediodía de un verano incipiente y extrañamente soleado en Londres. El Hyde Park, uno de los parques reales más grandes de la ciudad, estaba muy concurrido. Familias con reposeras y viandas aprovechaban el rato de sol entre lluviecita y lluviecita para disfrutar de un picnic al aire libre.
Exactamente en la zona noreste del parque, cerca del Marble Arch y a metros de la siempre concurrida Oxford Street, cada domingo llegan los oradores, para hablar de todo un poco, política, religión, derechos humanos y otros temas del momento sin censuras y sin peleas.
El Speakers' Corner (Esquina de los Oradores), como se llama a este lugar, es un clásico de la capital inglesa. Aunque también se reúnen en otros sitios, Hyde Park es algo así como la sede central.
La tradición viene de lejos. En la época que se reclamaba por el derecho al voto para todos los hombres, en la década del 60 del siglo XIX, se convirtió en el sitio elegido para las protestas.
Junto con el derecho a votar se propició el derecho a hablar en libertad en el Hyde Park.
Desde entonces, la Esquina de los Oradores se convirtió en el lugar natural para discursos públicos y protestas.
Los oradores llegan en forma espontánea, generalmente con un banquito bajo el brazo para estar un poco más altos y así, sin preliminares ni presentadores, comienzan con su parlamento. Algo así como un sitio de entrenamiento para luego, quizá, pasar a las ligas mayores o definitivamente conformarse con ser habitué del parque.
Son anónimos, desconocidos, pero atraen a un buen número de seguidores y también a muchos turistas que se acercan con una guía entre las manos para ver de qué se trata esta curiosa tradición.
Después de un poco de zapping entre discurso y discurso se puede visitar el enorme parque, que desde la Esquina de los Oradores se descubre poco. Escenario de recitales y encuentros masivos, es ideal para andar en bicicleta, recorrer en bote el lago y caminar sin rumbo entre los árboles. Dicen que lo más común es perderse entre tanto verde, por eso un buen consejo al turista es ir temprano, para que no nos encuentre la noche buscando la salida.
El enorme Hyde Park de 142 hectáreas recibe siete millones de visitantes por año.