Desde la inauguración del aeropuerto local, en 2000, este pueblito santacruceño conocido por unos pocos se convirtió en una gran ciudad, no tanto por sus 20.000 habitantes estables que actualmente tiene, sino sobre todo por su repentina fama mundial. En los últimos diez años se pasaron de 50.000 a 300.000 turistas por temporada, de los cuales el 65% es extranjero.
Frente al lago Argentino, el lugar es la puerta de entrada al glaciar Perito Moreno; los turistas llegan -incluso salteando Buenos Aires- para descubrir principalmente los hielos eternos del Parque Nacional Los Glaciares, ya sea por tierra, agua e incluso desde el mismo hielo.
Lo más común es ir hasta las pasarelas del Perito Moreno, a 80 kilómetros de El Calafate, para contemplar bien de cerca el enorme glaciar. Hay además dos excursiones imperdibles: el minitrekking sobre el mismísimo glaciar y la navegación por el brazo norte del lago que lleva hacia los glaciares Upsala y Spegazzini.
La zona sigue en expansión. En unos meses, las pasarelas del glaciar se reemplazarán por unas de enrejado metálico, que permitirán que se escurra la nieve y el agua, y la terminal de ómnibus se trasladará a la antigua aeroestación fuera del pueblo, porque la actual quedó chica. También tendrá sus calles pavimentadas.
Hay más de 5800 camas repartidas en hostels que rondan los 34 pesos por persona y hoteles con tarifas dolarizadas. Los argentinos deben saber que se trata de uno de los destinos más caros del país, tanto en alojamiento como en excursiones.
Eso sí: pese al abrupto crecimiento (y de que la mayoría de sus habitantes es de algún otro lugar), El Calafate aún conserva sus aires pueblerinos.