LA PAZ.- El cielo es más estrellado a 4100 metros sobre el nivel del mar. El aeropuerto internacional del Alto, en Bolivia, se encuentra a esa altura por lo que los recaudos para no apunarse hay que tomarlos ni bien se pone el pie debajo del avión. En el medio de la cordillera de los Andes es el más alto del mundo y uno de los más difíciles para aterrizar.
El camino hacia la ciudad, sede del Poder Ejecutivo y Legislativo del país, es de una media hora y en descenso. La camioneta serpentea entre curvas y contracurvas, mientras que infinitas luces amarillas de una ciudad hundida en un valle se asoman como un gran conjunto. Desde la banquina se oye el silencio; La Paz parece dormir.
Bolivia, 200 años libres , dice un cartel de luces de neón coloradas y verdes al costado de la autopista. Es tiempo de fiesta: en 2009 se celebró el bicentenario del primer levantamiento de la ciudad contra los españoles, aunque recién en 1825 Bolivia lograría su independencia. Para celebrar la revolución de La Paz, el presidente Evo Morales se propuso inaugurar una obra pública por día.
Desorden matinal
Con la mañana llegó el movimiento, el tráfico y el ruido. Las calles son muy estrechas, típicas de una ciudad colonial; muchas conservan el adoquinado y están atestadas de autos y minibuses que suben y bajan por las laderas de ese paisaje árido y seco del Altiplano en el que sobresalen dos nevados: el Illimani, que es el más imponente de La Paz y alcanza los 6440 metros sobre el nivel del mar, y Chacaltaya, que llega a los 5300 metros. Este último tenía, hasta hace cinco años, la pista de esquí más alta del mundo, pero a causa del calentamiento global se ha quedado casi sin nieve y no se puede esquiar.
Los transeúntes cruzan por donde les queda más cómodo, así se trate de una calle, una transitada avenida o hasta de una autopista. Las cholitas zigzaguean entre los autos con sus pequeños hijos de la mano, a pesar de que podrían utilizar los puentes peatonales.
El medio de transporte por excelencia son los minibuses, pequeñas combis blancas o grises que suben pasajeros donde éstos levanten la mano. No hay grandes colectivos porque sería muy peligroso conducirlos en medio de esas calles angostas de pendientes abruptas. Saber qué minibús conducirá al destino deseado es, en teoría, muy sencillo; un joven o una cholita van gritando el recorrido que hace con la ventanilla baja. Así convierten la calle en un griterío y es difícil que el extranjero entienda a qué lugares se dirige. El boleto cuesta apenas 1,50 bolivianos (0,80 argentinos).
La Paz es un caos que despabila los sentidos y la alerta es constante. "Es una ciudad de contrastes", afirma Julio Peralta, presidente de la Cámara Nacional de Operadores de Turismo de Bolivia. En cada esquina conviven el auto último modelo con el de treinta años atrás, una cholita manda un mensaje de texto por celular mientras viaja en un minibús con su aguayo atado a la espalda, o un hombre vestido de traje habla con el manos libres y maneja su auto de lujo.
La Paz es también tradición, agrega Peralta, y así define la esencia de una ciudad con más de 360 fiestas al año, en la que el 90% de la población es aimara. "Seguro que en este momento hay una fiesta en alguna parte de La Paz. En un mismo día puede haber más de una", dice. En general son para honrar a algún santo. Es una cultura que se caracteriza por su sincretismo religioso que comenzó con la conquista española; sienten una gran devoción por la Pachamama y la Virgen de Copacabana, patrona de Bolivia.
Los paceños desfilan en las fiestas bailando por las calles, generalmente con trajes, ya que son costosísimos; pueden valer hasta 500 dólares según Jenny Lira, guía que llevó a LA NACION a conocer La Paz.
Los Andes es la calle donde se ubican las casas de disfraces. En las veredas hay maniquíes con trajes amarillos, verdes, colorados, con charreteras de infinitos flecos dorados que dan la bienvenida a la tienda, en las que también se pueden encontrar matracas, máscaras, zapatos, trenzas, cascabeles y demás accesorios para colocar en los disfraces. Hay opciones para cada uno de los bailes, que son más de cien: la diablada, caporales, morenada, huaca huaca, pujllay o los chutas, entre otros.
En el centro de las nubes
Aunque Sucre es la capital constitucional e histórica, allí sólo se encuentra el Poder Judicial, porque La Paz se quedó con el Poder Ejecutivo y Legislativo en 1899, luego de una guerra civil.
El casco viejo es una visita obligada para conocer la ciudad colonial, de calles adoquinadas, balcones de madera tallados y grandes portales, pero hay que hacerla a pie para poder parar en los rinconcitos que conducirán al pasado. A un costado de la plaza Murillo se encuentra el Palacio de Gobierno, custodiado por la guardia presidencial, rango militar de mayor status. Estos vigías siempre llevan una mochila con un kit de primeros auxilios.
El Congreso y la catedral neoclásica Nuestra Señora de La Paz también rodean la plaza. "Antiguamente, los bancos de la iglesia eran para que se sentaran los españoles. Los mestizos debían traer sus sillas y los negros se ubicaban detrás y de pie, pero sólo aquellos que tenían favores con los españoles", dice Lira.
Sopocachi de mis sueños juveniles , dice el tango Illimani de Néstor Portocarrero, músico y compositor boliviano, que fue adoptado casi como el segundo himno de La Paz. Lo compuso cuando combatía en la Guerra del Chaco en 1933 y anhelaba volver a ese barrio residencial y bohemio, cuyos cafés, bares y galerías de arte son su principal atractivo.
En sus cuadras se respira cierta nostalgia de una ciudad perdida en el mundo y olvidada en el tiempo. Varias callecitas confluyen en la plaza Eduardo Abaroa y es en este barrio donde están los edificios más altos. Como La Paz está tan cerca de las nubes no necesita de altísimas construcciones para sentirse en el cielo andino. Por ejemplo, el Banco Central es el edificio más alto y tiene 28 pisos.
También en el centro está la iglesia de San Francisco, de estilo barroco mestizo, con fuertes influencias de la cultura aimara. Está sobre la avenida Mariscal Santa Cruz, debajo de la cual pasa el río Choqueyapu, bastante contaminado debido a que algunas fábricas arrojan allí sus desechos.
Detrás, el Mercado de las Brujas. Allí no se hacen maleficios, aunque algo de eso hay. Es una feria en la que se venden prendas tejidas con lana de alpaca o de oveja, mantos, aguayos, artesanías, accesorios de plata o semillas, amuletos para encontrar el amor eterno o llenarse de dinero, y ciertos objetos que se usan para hacer embrujos, como fetos de llama.
Por Julia Raggio
Enviada especial
Enviada especial
Cholitas, entre la moda y la tradición
Son las cholitas las que impulsan el mercado y luego ponen a su familia a trabajar en su comercio. Las que han hecho mucho dinero quieren diferenciarse de las demás y la vestimenta es también aquí una manera de destacarse. Entonces recurren a modistas o tiendas exclusivas para comprar sus faldas y mantones. "Un borcelino, que es el sombrero bombín que usan las cholitas, pero beige, puede costar 450 dólares, porque es de baby alpaca", detalla Lira. Lo usan para decir al mundo que su status es alto, aunque muchas cholitas lo tienen ya raído y descolorido.
Cualquier bombín sirve, además, para mostrar su estado civil; sólo hay que fijarse cómo lo llevan puesto. Si lo usa inclinado hacia la derecha significa que está casada, y si lo lleva hacia la izquierda es soltera. Sin importar qué modelo de bombín sea, todas lo llevan como si fuera una extensión más del cuerpo y casi ni se les mueve.
Un accesorio muy importante es el aguayo. Las cholitas se lo anudan al cuerpo y lo usan en la espalda como si fuera una mochila. Allí llevan a sus hijos hasta los 2 años. Es el lazo principal que une a madre e hijo, y están calentitos y protegidos.
El negocio de lo informal
La Paz se ha convertido en un gran mercado informal. Cerca del cementerio general de La Paz, en el barrio Callampaya, se extiende a lo largo de un kilómetro el mercado callejero de Uyustus. En él se puede comprar, literalmente, de todo y mucho más barato que en un comercio; desde ropa, comida, frutas, verduras, productos de electrónica, electrodomésticos, juguetes, artículos de limpieza, de cuidado personal, anteojos, sombreros, bolsos y carteras, zapatos hasta ropa para las Barbies.
No es precisamente un paisaje de postal, pero la incursión en el mercado es una buena manera de asomarse a lo que La Paz es en su día a día. Aunque es seguro, es preferible estar atento a lo que uno lleva consigo y tener cuidado con las fotos y los videos porque no a todos los vendedores les cae bien que retraten sus puestos.
El comercio informal es la principal actividad económica de La Paz. "No hay manera de saber cuánto dinero hacen esas pequeñas tiendas por día, pero muchos aimaras se han enriquecido con el comercio y viajan al exterior a comprar productos, que luego venden a muy buenos precios -explica Mauricio Suárez, arquitecto y guía que acompañó a LA NACION en el viaje a ese mundo-. La clase media es su principal cliente. En su mayoría son empleados públicos que trabajan en el Poder Ejecutivo y el Legislativo", dice.
Datos útiles
Cómo llegar
- Aerosur vuela de Buenos Aires a La Paz diariamente, con escala en Santa Cruz de la Sierra, y se consiguen pasajes aéreos desde US$ 500. La tasa de aeropuerto es de US$ 24 y no la incluye ninguna aerolínea.
- Un taxi desde el aeropuerto del Alto, en la ciudad del Alto, hasta el centro de La Paz cobra de 7 a 10 dólares. Una opción más económica es hacer el traslado en minibús, pero funcionan sólo de 7 a 20 horas, y el boleto cuesta menos de un dólar.
Dónde dormir
- El hotel Rosario está en el centro de La Paz, pero es un lugar ideal para recuperar la calma en medio del ajetreado ritmo de esa ciudad. De estilo colonial, es un pequeño hotel de tres estrellas que tiene dos patios internos y una pintoresca terracita en los que se puede sentar a descansar o leer un libro. Además, la cocina, que combina productos autóctonos, como la carne de llama, con una más de tipo internacional, es muy buena. Los precios de las habitaciones, de 47 a 70 dólares la noche. www.hotelrosario.com
- Para los que quieran vivir una experiencia de lujo, el Ritz Apart Hotel es el mejor cinco estrellas de La Paz. También a pocas cuadras del centro de la ciudad. www.hotel-ritz-bolivia.com
Qué visitar
- Valle de la luna. A 10 kilómetros de La Paz se encuentra el valle de la Luna, con sus formaciones de arcilla de distintos tamaños, formas y tonalidades. La lluvia y el viento han erosionado una montaña dando lugar a esa topografía lunar en la que se pueden hacer caminatas y tomar fotos desde varios miradores. Cuenta que fue Neil Armstrong el que le dio ese nombre al lugar cuando lo visitó en 1969. El mejor momento para visitarlo es en junio y julio, cuando la luna baña con su luz el valle y se aprovecha el mágico escenario para hacer ceremonias en honor a la Pachamama.
- El Alto. A menos de media hora de La Paz está la ciudad de El Alto. A 4100 metros crece entre el 9 y el 10% anual, según una estadística que publicó el Miami Herald. "Es una de las ciudades de América latina que más rápido crece", afirman. Su población está principalmente formada por campesinos que migraron a La Paz en busca de trabajo, pero como no consiguieron empleo se fueron instalando en El Alto porque, además, en la primera ya no hay lugar para seguir construyendo. Las construcciones tienen al menos tres pisos, pero son precarias y de ladrillo a la vista. También hay un gran mercado: la feria de la 16 de Julio, que ocupa 150 cuadras y funciona jueves y domingo.