CORDOBA.- La camioneta recorre el último tirón del camino serrano a muy escasa velocidad. El trailer que lleva detrás está cargado de bicicletas. En una curva cerrada de las Altas Cumbres, y ya habiendo alcanzado los 1500 metros de altura, el vehículo se detiene.
Del interior de la Ducato sale una decena de personas de trajes brillantes y coloridos flúo. Cubriéndoles el rostro a todos, anteojos espejados de tamaño exagerado, capaces de tapar los ojos de un dinosaurio. Distendidos, y aún sin salir del letargo matinal, los ciclistas procuran sus mountain bike, las que por los requerimientos del traslado se hallan semidesarmadas, sin la cubierta delantera y con el manubrio descentrado.
Aunque los bikers tienen los ojos ocultos detrás de las gafas, dan la impresión de tener cada uno la mirada fija nada más que en los detalles de la bicicleta. La escena junto a la combi es la que caracterizaría a un desarmadero, pero de vehículos de dos ruedas. Sin embargo, en pocos minutos todo adquiere forma: las mountain bike ya están a punto y con la carga correctamente distribuida.
Los que están encima de las bicicletas de montaña no parecen los mismos que viajaron en la camioneta desde Buenos Aires. Están irreconocibles; el aspecto de la cara quedó totalmente desfigurado por el casco y las gafas. El grupo está saliendo del camino de las Altas Cumbres que une Villa Carlos Paz con Mina Clavero, en Traslasierra. El objetivo propuesto es la quebrada del Condorito, un área natural declarada reserva, atravesada por un río correntoso y que conserva preciosos ejemplares de tabaquillos y da protección a la población de cóndores que más al Oriente habita toda la Argentina.
La quebrada es un destino especialmente elegido por las personas que practican trekking, por el tipo de picadas que se recorren y por la inclinación del terreno. Pero las bikes van ocupando los espacios que eran exclusividad de los caminantes. Se animan por las sendas escarpadas, no importa que sean irregulares y que tengan obstáculos.
Los ciclistas dejan el asfalto y camuflados detrás de las gafas desandan la huella de tierra hasta un campamento base. Con los dientes apretados y gotas de sudor que humedecen el áspero suelo de la sierra cordobesa como signo del esfuerzo, los aventureros siguen la ruta agreste marcada por Sergio Tomassi, guía de montaña de Carlos Paz, y Mariano D´Alessandro, organizador de salidas en mountain bike de Buenos Aires.
El equipo está compuesto mayoritariamente por hombres. La edad de los expedicionarios va de los 23 años a los 48, aproximadamente. Hay principiantes y expertos. A todos los une la expectativa de una salida compartida en la naturaleza.
Cada cual con su pedal
Uno de los ciclistas se la pasa poniendo su rodado en una rueda; sin duda sus comienzos estuvieron influidos por una bicicleta de cross. Otro muestra un andar demasiado elegante por tratarse de una mountain bike; reminiscencias de la bicicleta de paseo inglesa. Al Norte, queda el macizo de Los Gigantes, ideal para escaladores, y hacia el Sur se encuentra el cerro Champaquí, muy codiciado por caminantes y acampantes.
En el primer andar, con los giros de pedal todavía inseguros e indecisos, los bikers buscan el coraje y la confianza necesarios para transitar las partes más escabrosas de la sierra, que vendrán más adelante. Todos aceptan con naturalidad las caídas y nadie es menos por apoyar los pies en el suelo para mantener el equilibrio. Tampoco el que queda atrás es abandonado a su suerte: todos lo esperan o permanecen dando vueltas y haciendo piruetas experimentales.
El recorrido sigue una traza previamente definida, pero las bikes no lo respetan acabadamente; le agregan giros, saltos innecesarios, buscan el mayor obstáculo, la ruta que cada uno prefiere.Y si hay desperfectos mecánicos, el grupo aprovecha la pausa para beber agua o digerir algún alimento compuesto de frutas secas y cereales. O para sacar fotos, porque hay que registrar que la bicicleta llegó hasta el filo de la sierra, con la vista del dique Los Molinos y del valle de Calamuchita a lo lejos. Como ningún otro tiene la virtud de hacer frente a un paisaje que no sea pintoresco, bien acelerando la velocidad para obviar el panorama o bien entreteniéndose con piruetas y maniobras técnicas que desvíen la atención al suelo por donde la bicicleta va moviéndose. El andar técnico, muy practicado en la montaña, da prioridad a los impulsos cortos, golpes de timón certeros con la bicicleta a muy baja velocidad, entre rocas o huellas marcadas, generalmente en desnivel.
A la búsqueda del cóndor
El primer día de recorrida por las sierras es apacible, tranquilo. Solamente se hace una aproximación a uno de los filos orientales de la cadena montañosa cordobesa. Se sortea un desnivel cansador en el que muchos tienen que desmontar las bicicletas y acompañarlas caminando. Pero luego viene el descenso... La bajada. Un momento en el que los bikers ansían despegar los dedos de los frenos. Un instante de irreflexión que nadie quiere perder, y si hay que subir de vuelta para intentar otro descenso raudo se lo hace. Y allí van. A la velocidad de la luz, a ritmo vertiginoso, como si fuesen esquiadores, piloteando la bicicleta con el viento en la cara. Van dejando su huella en el terreno y los ciclistas no lo advierten, pero sí saben que las cubiertas se aferran sin problemas por donde les toque ir. "La bajada es un poco riesgosa, pero quedás ofuscado, fascinado con la velocidad que alcanzás", dice Oscar Caballero, otro integrante de la salida.
Para los guías especializados de la actividad, como Mariano D´Alessandro, la bajada representa un instante de mayor concentración y tensión para ellos: "Si el descenso es extenso, de varios kilómetros como el que vamos a hacer para el lado de Mina Clavero por el viejo camino de las Altas Cumbres, uno de nosotros se ubica adelante para contener al grupo y el otro de los guías va por detrás ".
Al final del día, las bicicletas regresan al campamento base con mucha más tranquilidad que con la que partieron. Las pastillas de freno ya no exhalan el humo hirviente de unas horas atrás cuando debieron encarar caminos de arrieros al filo de acantilados serranos. Las cadenas descomprimen la fricción del cambiar permanente de plato y piñón.
La calidez del crepúsculo es aprovechada para disfrutar de los arroyos serranos. Con una caminata de media hora se alcanza el filo para ver las luces de los pueblos serranos de la meseta que comienzan a encenderse.
Bromas, filosofía al aire libre y reposición de fuerzas suficiente para, por la mañana, iniciar la aproximación definitiva a la quebrada del Condorito, programa combinado con un trekking de una hora y almuerzo junto a una cascada, en plenitud con la naturaleza.
Luego la satisfacción del vuelo de los cóndores sobre un desfiladero de 800 metros de profundidad y la alegría de haberlo logrado mediante dos jornadas de rodar sin parar por la montaña.
Cae la noche y las bicinaves están agrupadas unas sobre otras para no pasar frío y protegerse del rocío de la madrugada. La oscuridad parece ser el único escollo que detiene a las mountain bike.
Andrés Pérez Moreno
Pruebas que no permiten respiros
El momento de la subida suele ser uno de los más temidos por quienes van a participar por primera vez de un programa de mountain bike.
Cuál es el desnivel máximo tolerable o hasta dónde podrá la capacidad aeróbica y las piernas resistir contra la fuerza de gravedad son variables que se sitúan en el casillero de las dudas.
Una medida de referencia como para saber si se está capacitado para realizar una travesía serrana es que el aventurero pueda andar por Buenos Aires o cualquier lugar de residencia, una distancia diaria de 40 a 50 kilómetros.
La preparación óptima para luego concurrir a una salida en mountain bike es practicar con la bicicleta misma. Pedalear y correr son el mejor entrenamiento.
Respecto de las subidas, cuando el desnivel y los obstáculos del camino impiden un buen andar, se lo hace caminando.
Si es una subida inclinada, pero con el terreno libre para desplazarse, cada biker adapta, de acuerdo con la resistencia de sus piernas, la capacidad aeróbica y su fuerza de voluntad, el cambio justo de la mountain bike y el ritmo de pedaleo de manera de ascender con el menor esfuerzo posible.
Se halla como un punto de eficiencia, que cada uno tiene que procurar para que el esfuerzo sea más tolerable.
Vacaciones que se viven sobre ruedas
Diferente: las experiencias en bicicleta sirven para pasar una temporada pródiga en emociones; eso sí, hace falta contar con piernas fuertes.
La quebrada del Condorito es un circuito bueno para emprender como experiencia de mountain bike. Lo ideal es acampar dentro de la sierra cerca del camino de las Altas Cumbres, siete kilómetros antes del paraje El Cóndor, donde se halla una tranquera del lado del carril que baja hacia Carlos Paz.
Aunque la zona fue declarada parque nacional, todavía no se hicieron los procedimientos necesarios para efectivizarlo, por lo que se debe pedir permiso para acampar y transitar.
Para entrar en la quebrada del Condorito hay que hacerlo caminando, pudiendo dejar las bicicletas arriba en la cima.
Como los senderos no están perfectamente delimitados se recomienda asesorarse con algún guía de Carlos Paz o consultar con Mariano D´Alessandro por el 772-9745 o 670-7250.
Otro circuito interesante en el sur de Córdoba es el trazado por Gustavo González en la sierra de los Comechingones, hasta la mina abandonada de volframio, en el cerro Aspero, a la que se llega desde Río de los Sauces.
Para el verano, los caminos de la Patagonia son también propicios para programar paseos en bicicleta. Rutas de ripio como el camino de los Siete Lagos o huellas de tierra de los parques nacionales Nahuel Huapi, Lanín o Los Alerces por medio del bosque subantártico son escenarios perfectos para alternar caminatas, camping y recorridas sobre dos ruedas.
Asimismo, D´Alessandro tiene previsto un periplo que parte de Mendoza y que cruza la cordillera de los Andes. Prevé realizar el Tercer Desafío de los Andes, una travesía de exigencia media-alta que contempla unir la Argentina con Chile por el paso Pehuenche, entre las localidades de Las Loicas y la ciudad transandina de Talca.
La duración es de nueve días, cinco de ellos destinados específicamente al tema mountain bike. La propuesta culmina con una noche en Santiago y una bajada de rafting por el río Mendoza.
El costo por persona es de $ 979 para quienes se trasladen en combi, de 1119 para los que hagan el tramo de ida en avión, y de 1234 para los que vuelen ida y vuelta. Se incluye vehículo de apoyo, cobertura médica, asistencia mecánica y guías bilingües. La partida es el 16 de enero.
Una salida menos exigente es la de los Siete Lagos, prevista para fin de este mes y el 21 de febrero. Con traslado desde Buenos Aires, $ 630 por pasajero. Incluye el cerro Otto, Villa La Angostura, laguna Llum, cerro Bayo, Quila Quina y otros parajes.