Los perfumes me apasionan y me transmiten diferentes sensaciones. También me resultan muy ligados a la vestimenta: considero que de un outfit tienen que participar nuestros sentidos, y el olfato en gran medida. No sólo disfruto de una rica fragancia en todo el cuerpo sino también en la ropa. Adoro el olor a ropa limpia, a sol, como también me gusta el rico olor en el pelo. Cuando no hay perfume a mano, estos dos factores salvan la situación.
Últimamente estoy con los perfumes que me despiertan ganas de abrazar. Ya les conté en un post anterior sobre mi afición a Jasmine Rouge, de Tom Ford. Una fragancia que me da a talquito, a jabón, mucha paz y relajación, sin dejar de ser sofisticado. Y estoy descubriendo que por aquí van los perfumes más modernos: una vuelta a las polveras de la abuela, pero tierna al fin. Será por este recuerdo que hace poco dos amigas mucho más grandes que yo me decían que no elegirían estos perfumes... Algo parecido me pasa con la nueva versión de Infusion d'Iris de Prada, que es mucho más condensada que las anteriores. Promete quedarse largo tiempo fijada en la piel, sin relajar, con ganas de amar.
Las fragancias que sin duda también forman parte de este grupo, en su gran mayoría si bien son a su vez muy diferentes, son las del perfumista Frédéric Malle . Hace unos días, un queridísimo amigo me regaló una botella de él y me rendí a los encantos de este creador. Empecé a meterme más en la historia de la marca, que antes confieso no me había llamado la atención, y descubrí un universo genial en la forma de concebir perfumes. Malle armó su negocio como mecenas y curador de los mejores perfumistas del mundo y creó una línea de perfumes de autor. Al visitar su tienda en París (tiene dos más aquí y una en Nueva York) me encontré con una suerte de laboratorio de ciencias sobrio, pero cool y refinado. Todo viene en el mismo formato de frasco, cero ostentoso, como los de las farmacias antiguas, incluso de ese vidrio grueso, aunque más simples en su diseño. Y cada etiqueta tiene el nombre del perfumista que lo creó.
Pero lo que distingue por lejos a Malle es que se juega por aromas y mezclas impensables, todas naturales, básicas y rarísimas, desde miel pasando por cuero hasta llegar a los girasoles, el cedro, la manteca y el patchouli. Para no morir en la indecisión o no errarle en lo que mejor nos queda, en la web hay un cuestionario con varias preguntas sobre tus deseos, estilo al vestir, marcas preferidas, por qué usás perfume y cuál es la fragancia que mejor se fijó a tu piel. Con todo esto, los perfumistas prenden las luces del laboratorio, ponen a trabajar a los hamsters y hacen un análisis para darte opciones más a tu medida.
También vale la pena la sección de preguntas y respuestas, un recorrido por el mundo de los perfumes, sus usos y curiosidades que creo ayudan a nutrirse más del tema. Malle no cree que haya una zona del cuerpo o prendas en general que tengan más fijación a los perfumes que otras, por ejemplo, o una forma de aplicar. "Limitar la forma de uso es un argumento muy en boga hoy, no creo que dependa de eso", dice el curador. Y se niega a dar nombres de las celebridades que le compran: "Somos una marca de lujo, eso no tiene importancia". Ja!
Me gustó, me gustó. Si bien se venden en pocos lugares del mundo, es una perlita para conocer de cerca cuando llegue la oportunidad.
Nota: cuánto lamento que Internet no dé hoy la posibilidad de oler perfumes pantalla de por medio...
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