No tiene que ver con el precio o con la cantidad de escalas, pero puede mejorar la manera en la que nos sentimos al aterrizar - Créditos: Shutterstock
Lo que más nos importa a la hora de sacar un pasaje es el precio, mano a mano con las fechas en las que preferimos viajar. Le sigue el tiempo de vuelo y la cantidad de escalas. Pero jamás miramos un dato que puede arruinarnos o aliviarnos el viaje: el tipo de avión.
Hay varios tipos de aeronave para cada ruta comercial, con diferentes características que afectan la manera en la que nos sentimos cuando volamos y después de volar. El jet lag puede evitarse si sabemos elegir el vuelo perfecto y así salvamos varios días de la estadía con posible dolor de cabeza, de estómago y mareos.
Es que los síntomas relacionados con el jet lag tienen más que ver con el tiempo de vuelo, la altitud y la deshidratación que con el cambio de huso horario. En un punto, lo que ocurre es similar al apunamiento. Lo explica un estudio de The New England Journal of Medicine: la presión de algunas aeronaves es similar a las de algunas altitudes que generan malestar.
Según Quartz, los aviones están presurizados para imitar los 2400 metros de altura (cerca de los 2640 de Bogotá) pero los más nuevos están hecho con materiales más flexibles al metal que pueden soportar más presión interior sin lastimar la estructura de la nave. Así logran que la atmósfera sea similar a un punto a 1800 metros de altura. ¿Cuáles cumplen este requisito? Por nombrar unpar, el Boeing 787 Dreamliner y el Airbus A350 WXB.
Otro punto a favor de las naves más nuevas es que las cabinas toleran mayor humedad. Así que los pasajeros no sentirán esa resequedad en los ojos, la nariz y la piel tanto como en los aviones tradicionales. Los que quieran ahondar en estos datos, pueden visitar los sitios que reseñan aviones y asientos como Seat Guru.