Una brillante mañana de sol nos acompaña por la ruta de acceso al Parque Nacional Perito Moreno. La proximidad del gigante helado nos genera ansiedad y gran expectativa.
Junto con un numeroso grupo de turistas de todo el mundo llegamos, en micros de excursión, para visitar este prodigio de la naturaleza que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad.
Luego de pagar la entrada de acceso al parque nacional, nos encontramos con un amplio estacionamiento donde, como en una verdadera Torre de Babel, se escucha el murmullo de japoneses, italianos, españoles, mexicanos, alemanes y argentinos. Después de recibir algunas recomendaciones de los guías, nos dirigimos llenos de entusiasmo a recorrer el parque.
El glaciar en todo su esplendor recibe, día tras día, la visita de miles de personas. El tamaño impresiona y abruma. La vista se esfuerza por divisar la totalidad del Perito Moreno que nace, allá lejos, en las laderas de las montañas.
Pero cerca, caminando sobre las nuevas pasarelas, impecables y muy seguras, el rugido constante de la enorme masa de hielo hace vibrar el aire que sólo se interrumpe por el clic de las cámaras de los visitantes.
La variedad de azules y celestes de la gran masa de hielo brinda un espectáculo que supera las expectativas. Enormes trozos se desprenden del glaciar en forma permanente y estallan contra el lago Argentino con un estruendo ensordecedor para deleite de los turistas.
Sencillamente, grandioso. Digno de visitar y recomendar. Absolutamente impresionante en perfección y belleza.
Dos datos para tener en cuenta: las pasarelas no cuentan con acceso para discapacitados y, como decía una antigua publicidad: "Caro, pero el mejor".