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El Tala de Don Ata

Tras las huellas de Atahualpa Yupanqui en el monte entrerriano se llega a una ciudad centenaria y a los restos de un humilde rancho junto al río Gualeguay




ROSARIO DEL TALA.- El viento le arranca un silbido suave al pasto rebelde y una gallineta bate las alas buscando convertir la huida en vuelo. Si el silencio tiene música, en ese montecito se puede oír, entre espinillos y algunos árboles de mora que tiñen el paisaje con racimos violetas.
En medio de la selva reducida a muestra, un montículo de ladrillos y cascotes contrasta con el verde. A unos cien metros se abre el lecho del río Gualeguay anunciado por costas de arena blanca. "Este es el lugar donde vivió Don Ata", anuncia José Ellena, nuestro guía, con pronunciación ceremoniosa, en este sitio, a un par de kilómetros por la ruta 39 desde la ciudad de Rosario del Tala.
"En el río Gualeguay me instalé, a una legua de Tala. Era un rancho típico, torteado de barro y cueros contra la humedad, en plena selva entrerriana. Salía a los caminos, recorría leguas, pero siempre retornaba a mi rancho junto al río", escribió años más tarde. Hoy ese ranchito es un grupo de cascotes en medio del paisaje natural, convertido en un punto de turismo cultural debido a la devoción de los seguidores del gran artista.
La cercanía del balneario Delio Panizza facilita la visita del sitio, que no se agota en esas ruinas. Abriendo tranqueras abandonadas, se puede conocer el litoral profundo sin mayor trazado que el que dicta el camino: un rancho deshabitado con su aljibe y sus amplias piezas delimitadas por ladrillos pegados con adobe; casillas de zinc que alguna vez fueron de los pescadores de la zona.
Todo eso se puede visitar en el centro de la provincia de Entre Ríos, en el lugar donde los departamentos Tala y Uruguay se funden en una misma hermosura. Se puede tomar como base de hospedaje el balneario Panizza y salir a recorrer el entorno y la antigua ciudad de Rosario del Tala.

La antigua calera

"Fui a parar a Rosario del Tala. Era una ciudad antigua, de anchas veredas, con más tapiales que casas. Anduve por los aledaños hasta el atardecer, sin hablar con nadie, aunque respondiendo al saludo de todos, pues allá existía la costumbre de saludar a todo el mundo, como lo hace la gente sin miedo y sin pecado." Atahualpa describió así el poblado, que no ha cambiado mucho. Aún hoy se mantienen las calles de ripio, sus casas centenarias y una calera abandonada, que suma misterio con su chimenea de ladrillo oscuro. También se puede ver la fachada conservada del viejo mercado al que llegó allá por 1930 un hombre delgado, bastante alto, algo moreno. Era, por entonces, Roberto Chavero, antes de ser Atahualpa Yupanqui.
Un punto obligado de la visita es el Museo Homenaje de la Familia Ellena, muestra de objetos vinculados con la historia urbana y rural de la región. No falta allí la alusión a la estada de Yupanqui, y hasta se puede dar con una guitarra suya. El instrumento fue donado por José María Gilberto, un vecino que conoció al folklorista en Buenos Aires. "Lo vi en un canal de televisión donde yo trabajaba como mozo. Y como se enteró de que yo era de Rosario del Tala, se me acercó e hicimos una linda amistad", le cuenta a LA NACION en el living de su casa, donde un cuadro muestra a Gilberto jovencito, con impecable chaqueta blanca, junto a Juan Domingo Perón.
La alusión política da pie para indagar en la actividad militante del ignoto Chavero por los montes entrerrianos. "El yrigoyenismo de Atahualpa Yupanqui no quedó en actitud: trascendió a una militancia riesgosa. A fines de 1933 estaba en Entre Ríos cuando lo convidaron a participar en una revolución contra el régimen conservador. La dirigían los hermanos Kennedy, unos estancieros de origen irlandés, pero acriollados hasta el tuétano. La patriada estaba -se suponía- vinculada con movimientos similares en otras provincias. El día señalado, cuando el reloj de la iglesia de La Paz, pequeño pueblo entrerriano sobre el río Paraná, marcó las 12 del mediodía, una treintena de radicales yrigoyenistas se lanzó al asalto de la comisaría local. Hubo algunos disparos y algún policía cayó en la refriega. Instalados allí, los eufóricos revolucionarios esperaron las comunicaciones que iban a certificar el triunfo del movimiento en otros puntos del país. Se hizo la una de la tarde, las dos, las tres. Ninguna señal llegaba..."
La historia, relatada por Félix Luna, cuenta luego que el cantor debió internarse en los cauces secos, pantanos y malezas. La tradición oral en Tala dice que, al escapar de las tropas golpistas, llegó a instalarse por un año a la vera del Gualeguay. En Rosario del Tala fue periodista y tocaba la guitarra para ganar algún dinero.
Al cumplirse un siglo de su nacimiento, el 31 de enero último, Rosario del Tala recibió la visita de un grupo de admiradores que rindió tributo a Yupanqui. "Reunidos al amanecer en el solar que habitó Atahualpa Yupanqui a orillas del Gualeguay, en Rosario del Tala, y a 100 años de su nacimiento, firmamos una declaración por la unidad, la igualdad y la libertad de los pueblos de nuestra América Criolla", proclamaron en el monte entrerriano.

Datos útiles

Cómo llegar

Desde Buenos Aires, ingresando a través del puente Zárate-Brazo Largo, y a la altura de Ceibas tomando hacia el noroeste por la ruta nacional 12, hasta Gualeguay. Desde allí hacia el Norte por la ruta provincial N° 6 hasta Rosario del Tala.

Dónde dormir

El camping municipal, en el balneario Delio Panizza, cuenta con agua potable, duchas, sanitarios, alumbrado, vigilancia, parrillas, proveeduría, comedores y juegos infantiles. Una noche de carpa cuesta 4 pesos. Y las habitaciones en un complejo en el interior del balneario, 50 pesos (con una cama matrimonial y dos individuales)
Se pueden hacer paseos en canoa; practicar pesca deportiva y avistamiento de especies autóctonas, como carpinchos, guazunchos, ciervos, zorros, zorzales, cardenales, por ejemplo.

En Internet

Jorge Riani

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por Redacción OHLALÁ!


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