Otros de los momentos en los que quiero un novio.
Anoche tuve una lucha descarnada con mi tiro balanceado. Clic, clic, clic decía el. Encendéte hijo de puta, decía yo. El mudito. DALE! Mudito.
Acerqué el ojo a ese agujero negro buscando la llamita después de la chispa. Negrura absoluta. Me repetí que no iba a ser derrotada por otro aparato doméstico más y lo encaré con cariño. Intenté seducirlo en mi camisoncito corto de verano mostrándole que estaba muerta de frío. Esta vez menos clics y más paciencia. NADA. Le pegué unos golpecitos, como a la tele. Muerto. Doblé la llave de pase para un lado, para el otro. Olvidé cuál era abierto, cuál era apagado y confié en que si hoy amanecía y escribía esto había estado en lo correcto.
Le dije más groserías esta mañana al salir de la ducha, lo pateé un poco, le grité otro tanto. El impávido. No se inmuta, ahí se queda frente a mis gritos y mis patadas.
Por eso le dirán tiro balanceado.