MAR DEL PLATA.- Un vistazo sobre el espejo de agua y no quedan dudas: esas burbujas que suben y estallan en la superficie, unas tras otras, delatan una respiración acelerada. Y eso quiere decir que la emoción está muy cerca. Cara a cara.
La de Batista, de ojos abiertos al máximo, como si le fueran a estallar contra las antiparras, y la del tiburón, que tiene a centímetros, en un cruce de miradas que para este uruguayo de 22 años quedará en la historia.
"La emoción es tan fuerte que te olvidás de la protección", dice el novato buceador, que se animó a sumergirse en el piletón y desafiar a las profundidades para ver desde cerca a estos gigantes de dos metros y medio de largo, más de cien kilos de peso y dientes filosos que, por suerte, están del otro lado de una sólida malla metálica.
Es el resguardo necesario para quienes se animan a vivir esta experiencia en el Mar del Plata Aquarium, donde tres tiburones del tipo escalandrún van y vuelven, y en su recorrido dejan una estela de miedo que perfora la superficie y alcanza a los testigos de cada inmersión.
Es la aventura más extrema que ofrece la ciudad para quienes son expertos o quieren sentir lo que se vive al filtrarse en este mundo submarino repleto de caracoles, rayas y peces de todos los tamaños.
"Cualquiera puede hacerlo, sólo hay que animarse", desafía Vladimir Tkatchuk, un descendiente de ucranianos que es instructor de buceo del Mar del Plata Aquarium y el que se anima a lo que los clientes no pueden: pasearse con sus tanques entre esos imponentes especimenes de aletas que cortan la superficie.
Tkachuk pinta un panorama sencillo para los interesados: hay que ser mayor de 8 años y no hace falta experiencia previa. Entonces habrá que calzarse el traje de neoprene, el tanque de oxígeno y las antiparras antes de sumergirse dentro de la jaula montada dentro de la pileta de los tiburones. "La gente sale enloquecida y feliz", dice el instructor.
"Por primera vez comprendí que se puede transpirar bajo el agua", cuenta Lucas, de 19, que estuvo un cuarto de hora con sus piernas temblando frente a las dos hembras y el macho que hoy comparten este espacio en el parque acuático. "Es una rara sensación de miedo, pero muy linda", acota.
La experiencia se puede compartir. El instructor asegura que es común que se sumerjan padre e hijo para vivir un rato con la adrenalina al máximo.
Más tranquilo y colorido es el piletón inmediato, donde se puede bucear o hacer snorkeling entre coloridos e inofensivos peces del Mar Argentino. "Esto es para el buceo lo que el potrero al fútbol", afirma un instructor que vio nacer fanáticos de este deporte a partir de una inmersión en estos espacios.
El buceo también se puede practicar en Waikiki, donde funciona una tanqueta profunda, muy bien acondicionada donde, como en todos los casos, se proveen los equipos. O se pueden intentar bautismos en la zona de la Escollera Norte, donde se dictan cursos breves y luego se prueba con una inmersión en el mar. Como para sentirse el heredero de Jacques Cousteau, al menos por un rato.
Precios
- Sumergirse con tiburones cuesta 85 pesos, lo mismo que una sesión de buceo con peces. Más económica es la aventura con snorkel, que cuesta 45 pesos.
Por Darío Palavecino
Corresponsal
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