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EN FIN, AL FIN, EL FIN




Nicolás llegó de Rosario el sábado a la noche.
Llamó para avisar que no iba a pasar porque se le había hecho muy tarde. Efectivamente, los chicos estaban en la cama, pero igualmente le dije que viniera, que necesitaba hablar con él.
Cuando escuché el auto estacionar en la puerta, me dio taquicardia. Me había tomado un té con 4 saquitos para una sola taza pero bueno, claro, imagínense que no sirvió para nada.
Entró y yo les juro que la imagen fue la de un extraño apersonándose en mi living. No tengo palabras para explicar la sensación de "cómo es posible que sea la misma persona con la que en el verano (el verano! hace 6 meses!) planificaba tener un hijo?" "Cómo es que hace no muchas semanas, este hombre y yo nos besábamos?"
En fin, muy feo, muy ajeno, muy alienado.
Entró y me miró con unos ojos inundados en tristeza. Lo abracé mínimamente y le dije si quería tomar un café en la cocina. Ahí fuimos.
Se sentó y me empezó a contar de su viaje, del padre, de que el mes que viene debería empezar en el nuevo estudio, pero que aún no se decide. Que no sabe si es lo correcto, que el padre lo trata de convencer todo el tiempo.
Con dos tazas de café, me senté en frente de él y le dije "Nico, me parece que deberíamos considerar no volver a vivir juntos"
Se me quedó mirando, sin sorpresa. Me dijo "sabía que esto iba a pasar, y sabía que ibas a ser vos la que lo decidiera".
Hablamos hasta que se hizo de día. Le dije que yo estaba muy triste pero que en el fondo estaba tranquila y que podía ver eso reflejado en los chicos, que estaban más serenos (sobre todo Luján).
Le expliqué que me había dado cuenta de que habíamos dejado de ser compatibles. Que la vida, nuestros genes y bagaje nos habían hecho separar espiritualmente y que estábamos parados en lugares muy distintos.
Lloré mucho, no se imaginan cuánto, y él un poco también.
Me habló de su juventud, de las decisiones tomadas a la fuerza. Tomadas porque así tiene que ser.
Me dijo que me ama, que soy el amor de su vida, pero que tengo razón. Que el también se da cuenta de que yo estoy mucho mejor así. Y que él aún no puede discernir si a él le pasa lo mismo, pero que cree que muy probablemente sí.
Como les digo, se nos hizo de día. A las 7 de la mañana yo ya había hecho la tercera tanda de café y ya estábamos los dos con los ojos rojos y exhaustos.
"Sería bueno que durmiéramos", le dije.
"Mañana (hoy) o el lunes quiero que sigamos hablando", me dijo.
"El lunes viene mamá a la noche. Vayamos a algún lado a seguir con esto".
"Al mediodía paso y me llevo a los chicos a comer y a pasear. Querés venir?" me dijo
"No, está con ellos, te extrañaron. Yo voy a aprovechar y voy a dormir".
Y se fue.
Y yo me metí en la cama y dejé la almohada como para tirar a la basura.
Lloré, lloré y lloré. Y ya lo extraño. Extraño estar perdidamente enamorada.
Qué va a pasar ahora? Qué voy a hacer?

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por Redacción OHLALÁ!


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