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En honor a los mayores

La cocina de Claudio: pescados, mariscos, cachelos y dulces en inalterables recetas de abuelos gallegos




Claudio hacía los deberes sobre un rincón de la mesada de la cocina en el boliche de sus abuelos y sus padres, que habían llegado de La Coruña y Lugo, Galicia. Todos se unieron por amor en la Argentina y también ligaron sus cocinas para dar de comer, en un principio, a los trabajadores de la zona de Valentín Alsina y Avellaneda, allá por 1971.
En 1986, las vicisitudes económicas hicieron que el restaurante cambiara de público. Con 37 años, hoy aquel niño goloso, junto con su padre, Andrés, sigue realizando esas recetas de pescados y mariscos como antaño en el restaurante que lleva su nombre desde que nació, donde se puede comer "lo mismo de siempre", según aclaran a dúo. Y por eso, a esta altura, Claudio es un clásico de esos que merecen una peregrinación.
Se puede llegar por el puente Alsina, siguiendo la avenida Pueyrredón y luego Jujuy hasta el final. La zona es Valentín Alsina, un barrio de fábricas que "fueron cerrando y se transformaron mayoritariamente en depósitos", aclara Claudio. Por eso, cerca del restaurante, las calles y parte de las veredas -que en realidad no son tales porque muchas no tienen baldosas- se utilizan para estacionar.
Este es un sitio galleguísimo, con decoración marina, al estilo de los viejos bolichones de Mar del Plata, con banderas de La Coruña y Lugo, y cortinas de abuela ahorrativa, bien española.

Fresco y de exportación

El Ricardo Santos Semillón 2008, por $ 52, es de esos vinos de antes hechos con la algarabía de hoy. Resultó perfecto para acompañar los bocaditos de acelga de la abuela Julia (12), los ravioles fritos o las clásicas gambas al ajillo (con o sin guindilla, por 42, en su propia sartencita crepitante y deliciosa). O las gambas Serafín, creadas en honor al abuelo. Y el pulpo a feira (115), que viene con pimentón del bueno, oliva, sal gorda y cachelos. ¿Qué son los cachelos? Con sonrisa pícara, Claudio, que además cuenta con una vinería a pocas cuadras del restaurante, aclara que son papas, que cómo no lo sabemos.
Andrés explica que recibe pescado fresco de calidad de exportación incluida la centolla, en este último caso dos veces por año; luego guarda la materia prima en su cámara a -25ºC.
El que no probó la centolla al curry no estuvo en Claudio. Viene con arroz, crema y curry, conglomerado de especias que podría ocultar el sabor del pescado, pero no, resulta que es rico y está bien hecho, qué tanto.
El jamón crudo tipo ibérico cortado a cuchillo aparece en platito blanco sobre mantelería tradicional y servilleta grande que no se cae, manía de viejos que siempre tienen razón. Pida el bacalao desalado, como corresponde, alrededor de la Pascua.
La cazuela de mariscos con mayúscula; los ostiones a la florentina sobre colchón de espinaca gratinados; las gambas a la Couso (un viejo cliente que las pedía arolladitas en panceta y cocinadas en una salsa de tomate muy especial hecha con pimentón ahumado bautizó el plato con su apellido); el lenguado a la mostaza (importado de la cocina francesa); la parrilla para los extranjeros que nunca faltan, son otros de los manjares que salen de la pequeña cocina de Claudio.

De barrio

Los mediodías el ambiente de Claudio es mayoritariamente masculino, de empresarios que trabajan por la zona, familias y curiosos atraídos por los buenos pescados y mariscos. Por la noche resulta más familiar, con clientes de barrio y otros que se dejan caer como quien no quiere la cosa en busca de un sabor olvidado o un orujo para la melancolía porteña o de España.
De postre, Valencia tiene su sitio en la carta de la mano de las natillas (14). El flan casero es exquisito. Y fuera de carta aparecen las peras especiadas cuando es época y la tarta de Santiago, con azúcar impalpable por encima y el sello que la caracteriza, una delicia. Tarta que recuerda la peregrinación que se realiza en España todos los años a Santiago de Compostela (de allí viene), otro viaje hermoso para los religiosos y caminantes.
Como dijimos, Claudio posee una vinoteca. Esto se traduce en una buena carta de vinos con precios convenientes.
Es un lugar simple, sin vueltas, de esos clásicos que ya no quedan, que abre dos domingos al año, el del padre y el de la madre, "porque no podemos cerrar en honor a los mayores", concluye Andrés. Es para ir un mediodía, si es posible en la semana para encontrar menos gente, o el sábado, con abuelos, padres, hijos y nietos.
Por Silvina Beccar Varela

Datos útiles

  • Claudio queda en Avda. Bernardino Rivadavia esquina Chile, Valentín Alsina. Abre de lunes a sábado, al mediodía; viernes y sábado, noche; 4208-9268. Es recomendable hacer reservas. Principales tarjetas. Salón fumador. No hay estacionamiento, pero se puede dejar el auto en las calles y hasta veredas aledañas.

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