En vivo en el círculo polar ártico
El músico argentino Alan Courtis cuenta cómo realizó una inédita serie de conciertos por el archipiélago noruego de Svalbard
1 de abril de 2009 • 19:29
Alan Courtis es un artista argentino con una rica experiencia en llevar la música a lugares inexplorados. Pero nunca tanto como en su última gira europea, que concluyó a principios de este mes con una serie de presentaciones al norte de todo , incluso del círculo polar ártico.
Integrante del elogiado, intrigante y ya disgregado grupo Reynolds, si Courtis es un nombre reconocido en el ambiente de la música experimental, en este caso el mayor experimento, más allá de su producción, fue la misma forma de viajar, que lo trasladó al archipiélago noruego de Svalbard, entre los 74° y los 81° de latitud norte.
Invitado por la asociación noruega Dans For Vokness, Courtis, porteño, de 37 años, probablemente sea el primer argentino e incluso el primer hispanohablante en dar conciertos en las poblaciones de Barentsburg y Pyramiden. Especialmente en esta última, ya que... está abandonada desde 1998. Por eso, en verdad, son altas las posibilidades de obtener el título de pionero cuando se emprenda casi cualquier actividad que no sea científica o minera por estas latitudes: se trata de asentamientos pequeños y con fines específicos. La población total del archipiélago es de 2800 habitantes, en su mayoría noruegos, rusos y ucranios, con casi 2000 concentrados en la capital, Longyearbyen. No hace falta aclarar que los recitales de músicos avant garde no son muy frecuentes.
Pero allí llegó Alan Courtis el 2 de marzo último para participar del proyecto Super Ultra North Of Everything (Superultra al Norte de Todo), producido por la mencionada asociación. El objetivo, concretar una serie de performances solistas y en distintas formaciones junto con media docena de colegas de Noruega, Holanda e Inglaterra, como Ingrid Koslung, John Hegre, Kaffe Matthews y Jaap Blonk.
Condiciones extremas
En Svalbard no corre el tratamiento VIP a los artistas consagrados. "Llegamos a la capital, Longyearbyen, y desde ahí nos movimos en scooters hacia Pyramiden y Barentsburg -cuenta Courtis, ya de vuelta en la cálida Buenos Aires-. Eran viajes de horas, a la intemperie, con temperaturas de -30°C y una visibilidad de cinco metros, con la agravante del aire que golpea la cara a más de 60 kilómetros por hora y con un guía armado por si nos cruzábamos con un oso polar. A veces, algunos aparatos electrónicos dejaban de funcionar. Así que tengo que reconocer que en algún momento tuve ciertas dudas sobre lo que estábamos haciendo... Por suerte, sólo vimos focas y renos, pero respecto de los osos, sólo nos cruzamos con sus huellas."
En tales condiciones, el vestuario es fundamental. "Nos dieron algo de equipo porque nada de lo que podría llevar de la Argentina sería suficiente -describe-. Yo usaba ropa interior térmica y cuatro capas de camiseta, polar, campera y una especie de traje de astronauta, tres o cuatro pares de medias y botas especiales."
Mezcla de gira con turismo aventura, el proyecto se pudo realizar exitosamente y todos sus participantes vivieron para contarlo. Courtis recuerda con especial satisfacción su concierto de guitarra eléctrica, sin público, en "un rincón con muy buen rebote" de la antigua pileta de Pyramiden, asentamiento ruso abandonado hace años. "Es un grupo de unas diez o quince construcciones bastante grandes, bien del estilo soviético, deshabitado, pero perfectamente conservado, quizá gracias al hielo. Tocamos en la pileta del centro deportivo y también en la Casa de la Cultura Rusa, ahora vacía, a unos -24°C. Con guantes, por supuesto, y de día, porque las luces que llevamos se congelaron también. Por suerte, las tres personas que cuidan el lugar nos habilitaron una casita calefaccionada para que pudiéramos quedarnos con nuestras bolsas de dormir."
El tour siguió hasta Barentsburg, donde residen algo menos de 500 personas. "Ahí sí teníamos un hotel, que me recordó los de las obras sociales de la década del sesenta en la Argentina. Todo muy retro -cuenta Alan-. Y tocamos dos veces en la Casa de la Cultura local, parecida a la de Pyramiden, pero esta vez con público, que parecía recibir bien lo que hacíamos, a pesar de que éramos todos músicos con propuestas bastante particulares, haciendo básicamente sets de improvisación."
Un cineasta noruego acompañó la expedición y registró todo para un documental de próxima edición. Será el primer documental de un noruego que registre un concierto de guitarra eléctrica de un músico argentino a temperaturas inferiores a -20°C en la pileta de natación de la ciudad abandonada de Pyramiden. Para el Libro Guinness de los Récords, sin duda.