Desde hace muchos años deseaba conocer Portugal, y la excusa perfecta para hacerlo fue acompañar a la Virgen de Fátima al cumplirse 90 años de sus apariciones (la primera fue el 13 de mayo de 1917). Mi estada fue en Algarve, en el sur de la Península Ibérica, donde los árabes estuvieron establecidos durante 700 años, dejando huellas profundas.
Algarve viene del árabe gharb, que significa el oeste, la tierra donde se pone el sol. Mis anfitriones fueron Deonildes y David, dos portugueses que vivieron en la Argentina.
Algarve tiene playas de arena dorada y aguas calmas, que comienzan a agitarse a medida que sus costas se acercan a Sagres, donde el océano Atlántico ruge y despliega toda su fuerza. Con el tiempo, esta zona se ha convertido en destino del turismo europeo (sobre todo inglés), ya que por su clima el sol brilla la mayor parte del año.
Una muestra de este fenómeno es la presencia de Vilamoura, mayor complejo turístico de Europa junto a la bonita playa de la Falèsia. Cerca de ahí se encuentra Quarteira, que por siglos fue un puerto de pescadores.
Hay otro evento particular en Quarteira: su feria. Los miércoles, los comerciantes invaden una plaza enorme –termina resultando pequeña a la hora de instalar sus puestos de ventas– y ofrecen todo lo imaginable, mientras se asiste a un festival de colores y aromas que se confunde con los típicos gritos de los vendedores que se afanan por conseguir su cometido. Me hizo recordar a los mercados marroquíes y sicilianos.
Al final, tuve el placer de asistir a una fiesta en Silves, típico pueblo medieval en lo alto de una colina serpenteado por callejuelas de piedra, que tuvo su período de esplendor entre los siglos VIII y IX durante la ocupación mora. La fiesta se celebra en agosto y es una especie de entrada al túnel del tiempo, ya que durante la celebración la gente se viste y vive como en el Medievo (por sólo un euro se puede alquilar un traje de época –cosa que hicimos– y al ingresar se puede cambiar euros por xilb y usar la misma moneda de aquellos tiempos), mientras los mercaditos regalan sus perfumes y colores a cada paso.
Para mí, Portugal, ayer y hoy, vale la pena ser vivido.
¿Descubrimientos para compartir? ¿Un viaje memorable? Esperamos su foto (en 300 dpi) y relato (alrededor de 2000 caracteres con espacios).
Envíe sus relatos, fotos, consultas, sugerencias y compañeros de ruta a la Redacción de Turismo del diario LA NACION, por carta a Bouchard 557, 5º piso (1106), Capital Federal, o vía e-mail a turismo@lanacion.com.ar; www.lanacion.com.ar/turismo