ISLA WIENCKE.- En un viaje extraordinario se encuentran personajes extraordinarios. Ejemplo: a bordo del Nordnorge, en su itinerario de Buenos Aires a la Antártida, se puede conocer al escocés Rick Atkinson, que viaja casi como un pasajero más, pero no lo es.
Atkinson se embarcó en Buenos Aires, pero no terminará su viaje con el resto, en Ushuaia, sino que se bajará del barco antes, en la isla Wiencke, frente a la costa oeste de la península antártica, donde está a cargo de la base-museo de Port Lockroy.
Tiene un pasado de montañista y experto en trineos con perros (sobre lo que publicó el nada fácil de conseguir libro De perros y hombres ). Desde hace años trabaja en la Antártida. Su primer viaje fue en 1974, justamente para conducir un trineo con siberianos. Pero en el continente ya no hay perros, desde que se acordó retirar esta especie importada para preservar la fauna local tal como es. Así que este escocés callado y de mirada algo melancólica los extraña y sirve al científico British Antarctic Survey.
En 1995 se encargó de restaurar la antigua y entonces abandonada base de Port Lockroy. Conocida como Base A, había sido construida en 1944 y designada sitio histórico número 61 por el Tratado Antártico. "Cuando llegamos con un equipo de cuatro hombres, después de Navidad, el lugar era un ruina -recuerda-. Y sólo nos daban dos meses para no estorbar a los pingüinos que anidan ahí."
Ahora Atkinson pasa allí cuatro meses, de noviembre a marzo. Muchas veces solo, otras acompañado, como este verano, con la debutante Sally Owen.
Port Lockroy es casi un set cinematográfico. En una bahía idílica, rodeado de dramáticas montañas blancas, consiste en un pequeño embarcadero, una casita de madera, un depósito, una antena y muchos, muchísimos pingüinos papúa por todas partes. "Como todo lo demás, los pingüinos de acá son los mejores", se entusiasma Atkinson, que asegura haber logrado comunicarse con ellos después de tantas temporadas. "Si te parás enfrente, con los brazos a los costados y te inclinás hacia adelante, te responden con el mismo gesto. ¡Probá!"
Dentro de la casa, todo está (refaccionado y expuesto) como entonces: desde las latas de conserva de la cocina hasta los viejos esquíes, el instrumental científico, el poster de Doris Day y la Marilyn Monroe tamaño natural pintada sobre una puerta. El año último estuvieron ahí 10.500 visitantes que enviaron desde su oficina de correo 4000 cartas.
¿Por qué elige vivir en Port Lockroy cuatro meses al año? "Es el mejor lugar del mundo, sencillamente. Si te sentás ahí, al sol, con una taza de té, entre esas montañas, vas a entender por qué lo digo", resume el solitario Atkinson.