De repente llego a Buenos Aires y El Turco no puede esperar un día para verme. Me llama, quiere que arreglemos día, hora, lugar en el momento. Está insistente, rarísimo. Y yo ni lo llamo.
Intuyo por qué es. Me parece que es de manual.
Sabe que estoy ahí con el cuerpo pero que emocionalmente estoy en otro lado, no sé dónde pero ahí no estoy y eso lo libera e inmediatamente se siente atraído o lo suficientemente relajado como para mostrar tanto interés. Si yo tan solo le pusiese una mínima carita de enamorada, ahí lo veríamos correr como una gacela por la sabana.
De memoria lo conozco. Ya creo que es una ley para estas relaciones que no tienen que ser: cuanto más relajada y distante te mostrás, más enganchado lo tenés.
Lástima que una no pueda disimular cuando alguien te gusta en serio.