Europa sin euros

Conviene recordar que entre los 27 países que forman la Unión Europea sólo 16 usan el euro, casi la mitad. Los restantes, aunque comprometidos a incorporarse al signo dominante, lo postergan o no tienen ningún apuro en colocarse un corset que está haciendo sufrir a varios países que no pensaban en esta pesadilla financiera al crearse el euro en 1999.

Y esto abre una gran oportunidad de programar destinos diferentes en momentos en que la lucha por atraer turistas es a cara de perro, lo que le conviene al comprador. Incluso durante el verano del hemisferio norte, que se considera siempre alta temporada, se producen bajas de precios debido a la cotización de las monedas locales que hacen rendir más el dinero a quienes llegan con euros o dólares. Hasta en agosto y septiembre, cuando los calores empujan a las playas, los turistas que buscan novedades encuentran ventajas notables.

Un ejemplo es Bulgaria, que se incorporó este año a la Unión Europea manteniendo su moneda local, el lev, devaluado recientemente. Por diez euros nos dan el doble en lev. Los conocedores dicen que tiene varias de las mejores playas solitarias sobre el Mar Negro, nudismo incluido. La leyenda cuenta que en la tierra de Alejandro Magno, en su Valle de las Rosas surgió el romance de Orfeo y Eurídice, al que Vinicius le puso música de Carnaval en Orfeo Negro. Bulgaria está de moda entre los ingleses por sus bellezas naturales y también por los precios: allí se puede dormir por 20 euros y comer por 3.

En muchos lugares las familias reciben huéspedes en el sistema de cama y desayuno (bed & breakfast), que además de económico permite conocer mejor a la gente. A esta altura hay que olvidarse de la diferencia de idiomas y arreglarse como Tarzán porque hablan su lengua eslava y escriben con caracteres del alfabeto cirílico. En el circuito turístico usan el inglés, pero no va más allá de los hoteles con estrellas y los boutique.

En cambio, abundan los cibercafés, lo que ya no ocurre en Europa occidental ni en Buenos Aires, donde la mayoría de los hogares ya tienen su propia computadora.

Nunca estuve en Bulgaria ni me puse en campaña para saber cómo llegar, pero me tienta. Seguramente hay aerolíneas de bajo costo, ferrocarriles, ómnibus, aventuras en suma.

De la misma manera me atrae Lituania sobre el Báltico, por similares razones, ya que por un euro nos dan casi cuatro veces en su moneda, 3,45 litas. Mientras tanto, las bellezas naturales de sus cien kilómetros de playas de arenas muy blancas y la riqueza histórica de un país más pequeño que Austria, pero un poco más grande que Suiza y Dinamarca lo suman a estas estrellas emergentes del turismo. Lo supo antes, en los años 30 del siglo pasado, Thomas Mann, el autor de La montaña mágica (Davos) y Muerte en Venecia , que compró una casa para veranear en Nida, donde hoy funciona un museo en su homenaje.

También Polonia, que es otra de mis asignaturas pendientes, mantiene su moneda (zloty PLN) y postergó hasta 2012 su incorporación al euro prevista para este año. Y sigue creciendo el número de visitantes que aprovechan que reciben 4,11 zloty por cada euro.

El panorama es parecido en Croacia donde se mantiene el kuna, que cotiza 1 euro a 7,5 kunas. Estas ventajas, sumadas a los encantos de Duvrodnik, considerada la Perla del Adriático o la Atenas eslava porque es una ciudad museo, dan una nota distinta de la pesadumbre de quienes están dentro del euro como Grecia.

Lamento no conocer personalmente esta Europa sin euros, pero estos datos, aunque someros creo que son estimulantes para investigar cómo disfrutar el doble y gastar lo menos posible.