Anoche me quedé sola en casa. ¡Qué placer un poco de silencio!
Podría haber salido, pero no me dieron ganas. Ultimamente nunca tengo ganas ni de comer afuera, ni de ir al cine, ni de nada que no implique un pijama, delivery y un par de películas o series en Cuevana.
Eso hice ayer, menos la parte de la comida. Tenía un kilo de frutillas lavadas, así que me metí en la cama con un bowl del tamaño de un buldog pequeño y me vi lo que me quedaba de Gossip Girl.
Los chicos me llamaron a la noche para ver si hoy podían faltar al colegio porque no sé qué de la abuela (no les entendí bien). Le dije a Luján que me pasara con el padre. Escuché a N diciendo "que te diga a vos". ¡Dios, qué mal! ¡Qué necesidad! Luján le decía, como hablando bajito "¡pero quiere decirte una cosa!".
Ahí agarró el tubo.
Sin decir hola soltó: No, lo que pasa es que mañana mi vieja los quería llevar a almorzar.
Le dije que les pusiera eso en el cuaderno de comunicados y que la madre los pasara a buscar por el colegio.
¡Mirá si se van a perder un día escolar por un almuerzo que igual se puede hacer!
"Bueh, como quieras."
Qué bien, pensé. Me encanta que las cosas sean como quiero.
A quién no, no?
¿Qué me cuentan? Es viernes. Podría estar más lindo, pero las nubes, los viernes, son 2 tonos menos grises por default.