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Final de fiesta

El parador Hemingway, lleno de famosos, vibró con la última gran celebración de la temporada




CARILO.- Es pasada la medianoche, es martes, y todo Cariló está a oscuras y en silencio. Bueno, todo no. El parador Hemingway brilla como una joya frente al mar negro bajo el cielo más negro aún.
Una pantalla gigante baña la arena de tonos verdes y azules. La construcción que domina la playa bombea música electrónica. Se presenta el disco Hemingway Cariló 2008, pero también se trata de despedir a lo grande un verano atípico. "Es la última fiesta grande de la temporada", dicen alrededor de los organizadores, Mike Cameroni y Carlos Diedrichs.
No es una fiesta cualquiera: más de 200 personas que se apiñan en los distintos salones están ahí por invitación. Los nombres de los famosos presentes circulan de boca en boca, en susurros convertidos en gritos al oído por la necesidad de superar el estruendoso ambiente: Nacho Goano, Luis Majul, DJ Buey, Tobías Blanco, Roberto Piazza, pronuncian todos. El glamour, o algo parecido, flota en el aire, y cada uno aspira un poco.
Karina Jelinek, sentada en un rincón, ofrece variaciones de una misma sonrisa en continuado. A un par de metros, las jóvenes adquisiciones de LT Models (by Luciano Trillo) hacen ronda y pispean para todos lados. Junto a las chicas, un enorme cartel de una marca de relojes junto al que dos modelos (él y ella) ofrecen a los fotógrafos la imagen de una pareja canchera y feliz.
En la cartografía de la fiesta, ese punto está junto al rincón del sushi, donde unos cuantos se animan a comer con palitos. Circulan el vino, el champagne, la cerveza y las cazuelitas con arroz con vegetales o agujas de pollo. Dos modelos posan comiendo de los platitos blancos.
Al principio eso es casi todo: charla, sonrisas, miradas. Pero hacia la 1.30 una especie de oleaje invisible atraviesa el aire y todo el mundo empieza a moverse. Karina bosteza y recupera la sonrisa casi de inmediato, Nacho conversa con tres personas a la vez, alguna jovencita se muestra fascinada por la birome de algún periodista. Las luces intermitentes y la música de los DJ marcan el ritmo de la noche. El rincón del sushi es ahora el rincón de la cheesecake .
A las 2 ya todos vibran y se agitan. Aparece Zeta Bosio y posa ante las cámaras como ante viejas amigas. Empieza a circular el rumor: "Ya llega Moria, ya llega Moria..." Y llega. Y la sigue una estela humana. Diez, treinta, cincuenta, cien personas. Miradas que no la sueltan.
Es el clímax, claro. La llegada de Moria (¿hace falta agregar el apellido?) pone el toque definitivo. A partir de ahí, cada uno se dejará llevar hasta el final. Hemingway brilla, y lo hará hasta poco antes de que amanezca.
Por Sebastián Lalaurette
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