Bueno, cuando no tiene que ser, no es.
Ya me sé toda esa perorata. Incluso la he dicho yo misma alguna vez.
Pero esta vez, me parece una injusticia del mundo. Una porquería total y tengo un odio que no les explico.
Y tristeza.
Y mi marido llora. Y yo lo consuelo, y después nos rotamos.
Menos mal que no le habíamos dicho a los chicos.
Me levante ayer a la tarde a hacer pis y me di cuenta de lo que había pasado.
Fuimos a la guardia sólo a que nos confimaran mi veredicto.
De hecho, fui sólo por el formalismo, pero no tenía dudas.
Así como sentí cuando quedé, ayer sení cuando dejé de estar.
No tenemos cuarto hijo, amados lectores. No esta vez.