CIUDAD DE GUATEMALA.- Guatemala en lengua azteca significa lugar de muchos árboles, algo que se ratifica desde el momento que se pisa este país. Con variados ecosistemas y paisajes en una superficie de 108.889 kilómetros cuadrados, las dos terceras partes del territorio están formadas por montañas de origen volcánico.
Moverse por Guatemala no es fácil. Mucho menos para quienes, como en este caso, lo hacen con bajo presupuesto. Su principal medio de transporte público son las guaguas, también conocidas por la comunidad internacional de mochileros como chicken bus. Estos micros tienen el mismo tamaño que los clásicos y amarillos escolares norteamericanos, esos que vemos en las películas de Hollywood o en los capítulos de Los Simpson, pero pintados de mil colores y repletos de pasajeros, valijas y hasta animales.
En un asiento para dos fácilmente se acomodan cuatro y los choferes manejan rápido sin importar el estado de la ruta. El viajero debe prestar mucha atención al subir. Por lo general es necesario hacer combinaciones en las que, entre otras cosas, hay que rezar para que, en el momento de cambiar de bus, alguien se acuerde de alcanzarnos el equipaje que va en el techo, todo a tiempo para abordar el próximo vehículo.
Chichicastenango
El primer destino de este viaje fue Chichicastenango. En el centro del país, a 145 kilómetros de la capital, esta ciudad es sede de un famoso mercado. Los jueves y domingos, la feria más grande de América Central se extiende por calles y más calles, al aire libre, con puestos de ropa, comida, artesanías en cerámica, madera, máscaras, flores, joyerías y mucho más, donde los precios no existen, todo depende de la habilidad para regatear.
Más allá de las compras, el pueblo de Chichi da muestras de una asombrosa fusión de ritos católicos e indígenas. En la iglesia de Santo Tomás, por ejemplo, muy cerca del mercado y construida en el siglo XVI sobre estructuras mayas, los locales arrodillados rezan en la oscuridad de pisos cubiertos por velas y ramas venerando la cultura chamánica; en el cementerio, donde aún hoy en ciertas ocasiones se sacrifican animales, se puede apreciar una cantidad de colores fascinantes alejados del negro o gris de la tradición católica.
El hit turístico
Desde Chichi, bastaron dos tramos en chicken bus para llegar a Antigua Guatemala, principal destino turístico guatemalteco, designado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1979.
En la pequeña ciudad hay mucho para ver y los guías ofrecen sus servicios en cada punto de atracción. Así fue como conocimos a Raúl y, a través de sus palabras, un poco de la historia de Antigua.
La ciudad, que comenzó a construirse en 1543, fue la capital del entonces Reino de Guatemala. Pero luego de una serie de fuertes sismos, recordados como los terremotos de Santa Marta, la capital fue trasladada, en 1773, a la actual ciudad de Guatemala. Así es como hoy Antigua, detenida en el tiempo, cuenta con un gran número de ruinas de iglesias, entre otras construcciones barrocas, muchas obra del arquitecto De Porres. Entre ellas, la catedral, frente a la Plaza Mayor, con paredes que datan del 1600, una cúpula sin techo y una hermosa fachada.
El Palacio del Ayuntamiento, junto a la catedral, hoy sede de museos. El Convento de las Capuchinas, claustro de aspirantes a monjas de clausura, fundado en 1725, hoy está ocupado por el Consejo Nacional para la Protección de la Antigua Guatemala. El Convento de la Recolección, fundado en 1700 como el Colegio de Cristo Crucificado de los Misioneros Apostólicos, aún en ruinas, no fue reconstruido. La iglesia y convento La Merced, con su maravillosa fachada amarilla de mínimos detalles y estilo barroco, contiene una de las fuentes más grandes de la ciudad en medio de su patio interno.
El arco de Santa Catalina Pila de la Unión, creado con el fin de que las monjas de su convento no sean vistas al cruzar de un lado al otro del predio, es hoy ícono del centro de la ciudad. El palacio de los capitanes, edificado en el siglo XVI con arcos de medio punto a lo largo de la Plaza Mayor, ocupa una manzana completa, hoy con oficinas de la policía y de asistencia turística. También las iglesias de Santa Lucía, San Sebastián, San Agustín, San José, Santa Teresa, del Carmen, San Pedro, del convento Santa Clara, de San Francisco, de la Concepción, de la Santa Cruz, de Candelaria, de Santa Rosa de Lima, de Santo Domingo, de San Jerónimo.
Aparte de tan amplia colección arquitectónica, está el cerro de la Cruz. Para conocerlo, una opción es escalarlo en grupos guiados para apreciar las vistas de la ciudad y el volcán de agua en el fondo.
A la noche hay variedad de restaurantes, desde comida japonesa, francesa, italiana hasta mexicana y guatemalteca, todos ambientados con luz tenue y amarilla acompañando la magia de las antiguas construcciones de la ciudad y sus calles de piedra. También hay bares con música bailable donde se puede tomar algo y conocer gente. Lo recomendable de todas formas es salir temprano ya que a las 22 los lugares comienzan a cerrar y la gente se retira a descansar.
Panajachel, portal del Atitlán
Otro día, más guaguas. Nos alejamos de las ruinas de la ciudad hacia el verde y azul de los volcanes y los lagos. Emprendimos camino a Panajachel, portal del lago Atitlán formado por un accidente hidrográfico que hoy muchos agradecemos. Alrededor de él se alzan volcanes y distintas poblaciones de nombres religiosos como Santa Catarina, Santa Cruz, San Marcos, San Juan, San Lucas y San Pedro, al que una lancha nos llevó por dos dólares.
Pocas palabras existen para describir la armonía, la felicidad y el agrado que provoca este lugar. Al llegar, un niño nos guió hasta un hostal llamado Luna Azul frente al lago. Allí nos recibió Alex, un joven norteamericano que alquila este espacio para vivir viajando. Nos sentimos como en casa en este sitio donde cada huésped, con libertad y respeto, puede sacar de la heladera una cerveza, agua o gaseosa y luego anotarla a su nombre en un cuaderno.
Por la mañana María, la cocinera, sirve scones caseros con manteca o mermelada y café con leche calentito. También esto se anota a cuenta en el cuaderno, al igual que el almuerzo o la cena. Además, todas las tardes, a las 17, se sabe que llega Olivia, la vecina, con una exquisita torta de chocolate.
La noche en San Pedro es tranquila. Hay un bar donde se proyectan películas los miércoles; alguno sirve tragos y otro ofrece bandas en vivo los viernes. Durante el día se disfruta del paisaje y la paz: jugar a las cartas, pintar, leer, escribir, nadar, caminar, escalar el volcán, alquilar un kayak, o salir de visita para conocer otros pueblos.
Antes de irnos, a la noche, pagamos las cuentas pendientes. No podíamos creer que habíamos comido, dormido y disfrutado cinco días por un total de... ¡40 dólares!
Sólo hay una guagua para salir de San Pedro, a las 5.30 A.M. Así que temprano seguimos viaje, con parada en Guatemala City, pero con destino Cobán, donde contratamos una camioneta para ir hasta Semuc Champey, ubicado en el municipio Lanquín.
Semuc Champey es mágico. El río Cahabón fluye y choca contra piedras calizas formando pozas de entre uno y tres metros de profundidad, con aguas tranquilas y cristalinas rodeadas de un bosque húmedo subtropical y unidas por pequeñas cataratas. La entrada al parque cuesta 4 dólares. Además de disfrutar del paisaje y bañarse en las pozas se puede escalar hasta el mirador y observar la totalidad del parque, una vista imperdible.
Otra excursión realmente aventurera es a las cuevas Kan-Ba. Estas cuevas escondidas en la piedra sobre un río templado requieren sacarse los zapatos y ponerse el traje de baño. El tour guiado provee velas y un salvavidas para quien no pueda nadar. Dura aproximadamente una hora y cuesta 6 dólares. Dentro de las cuevas se observan estalactitas y estalagmitas, también cascadas que sorprenden en este mundo subterráneo. Al finalizar el tour volvimos por el río Cohabón hasta la posada donde nos alojábamos, Las Marías.
Por Victoria Verzini
Para LA NACION
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RECUERDOS DE LA CIVILIZACION
Tikal, que significa lugar de las voces, fue la ciudad más grande del período clásico de la civilización maya. Llegó a extenderse hasta una superficie de 576 km2, de los cuales sólo 16 se pueden apreciar hoy y están entre los sitios más visitados por los turistas que llegan a Guatemala. Distintas investigaciones concluyen que la ciudad se habría originado hacia el 600 a.C. Se estima que llegó a tener una población de 100 a 150 mil habitantes. Los primeros científicos la encontraron en 1848. Y entre 1950 y 1970 la Universidad de Pensilvania realizó importantes excavaciones, aunque en 1979 el gobierno guatemalteco decidió iniciar un proyecto arqueológico que hoy sigue en desarrollo.
La Plaza Mayor es el centro del parque que hoy se visita, rodeada de los templos I y II, la acrópolis norte y la central. Además existen otros cuatro templos piramidales (siempre en busca del cielo) y el palacio real.
Además de los restos arqueológicos de lo que un día fue la ciudad de Tikal, el predio es un buen lugar para observar la fauna. Desde una incontable variedad de aves hasta tarántulas gigantescas, pasando por los sorprendentes monos aulladores, cuyos fuertes rugidos se suelen confundir con los de un animal feroz y carnívoro, a pesar de que come frutas y hojas.
DATOS UTILES
Dónde dormir
En La Antigua: en el hostel Jungle Party, un patio interno con hamacas paraguayas, paredes de colores, mesas de distintos tamaños y altas puertas que daban entrada a cada una de las habitaciones. La habitación compartida cuesta 11 US$ con desayuno incluido. En el otro extremo, Hotel Santo Domingo, convento restaurado que es hoy un hotel 5 estrellas de imperdibles vistas a la ciudad, jardines y museos donde la habitación tiene un precio de 200 US$.
En Semuc Champey: Las Marías es un ecohotel administrado por una familia. Con servicio de bar, restaurante, cabañas para cinco, seis o siete personas (US$ 4,5 por persona), habitaciones privadas (entre US$ 10 y US$ 23) y compartidas (US$ 4,5).
En Flores Peten: en el hostel Los Amigos, habitaciones compartida por US$ 4.