USHUAIA.- El trineo quedó varado frente al portón principal un invierno en que nevó demasiado. A ambos costados hay un par de ñires y lengas que lo protegen del mal tiempo.
Hoy retorna la tríada de meses fríos y el bosque está nevado. El trineo va a ser ocupado nuevamente por los chicos para pasear un rato. A un lado del camino que marca la entrada hay una tienda de cuero y madera, réplica exacta de las usadas por los onas, que hoy da la bienvenida y ostenta el papel indiscutido de guardián de Haruwen.
Hace frío, pero es seco y se soporta sin problemas y ayuda a que la nieve se afirme por los senderos donde pasarán trineos tirados por huskies o por caballos y los esquiadores.
En el quincho del fondo, El Topo cocina el mejor cordero fueguino al asado. La parrilla es tan grande que El Topo entra y sale caminando, atiza el fuego, remueve las brasas y las redistribuye con cuidadosa medida. El conoce de este tipo de preparaciones, sabe dorar la carne en su punto justo y servirla como se debe cuando el cuero se quiebra como galleta, de lo demás se encarga el dueño de casa, Damián, su amigo.
El futuro, entre recuerdos
La posada principal es de madera con alfombras que aparecen como islas en algunos rincones, mesas de troncos en su estado más puro y sillas acompañando el estilo cálido y rústico. Hay varios trineos colgando de la pared, raquetas para caminar en la nieve, una bola de pato y algunas cornamentas de ciervos.
En una vieja cocina a leña arden algunas lengas secas que entibian el ambiente; el delicioso perfume de maderos ahumados preña las paredes y da algo de calor.
La barra, con varias botellas, ocupa una de las esquinas. Allí es donde se juntan utensilios, banderines y fotos. Todo es recuerdo.
Tranquilo, permitiéndose la pausa en cada palabra, Damián acomoda a sus huéspedes y visitantes.
Tiene veintiún años y la certeza absoluta de llevar adelante el proyecto Haruwen. Junto a él siempre está Natalia, su novia.
Haruwen tiene 40 hectáreas y está sólo a 36 kilómetros de Ushuaia. Es un parador y centro invernal de actividades recreativas que descansa en el lado suroccidental de la cordillera de los Andes, entre la ruta nacional 3 y las orillas del río Vega del Café. Este último es quien le presta su nombre a toda la comarca. Para los que llegan desde el Norte, poco después de cruzar los lagos y el brazo cordillerano que divide la isla, tienen un lugar donde parar a descansar y practicar deportes invernales. Los que vienen de la capital fueguina generalmente ya cuentan, entre sus planes, con Haruwen para una jornada de diversión y deportes a pleno.
Un nombre con tradición
"El nombre desciende de las tradiciones onas -cuenta Damián-; para estas tribus, Haruwen expresaba en sí mismo la idea de territorio. La mitología nativa relata que Kaux le otorgó a cada linaje un territorio bien demarcado en el cual cazar, pescar y tomar todos los frutos de la tierra. En su época existieron 39 Haruwen en toda la Isla Grande de Tierra del Fuego, los límites eran reconocidos por cada familia y heredados por tradición oral de generación en generación. Como en cierta manera éste es mi territorio y lo he heredado, decidimos ponerle ese nombre y de paso hacerles honor a los primeros habitantes de estos parajes, siempre tan olvidados y apartados del curso de la historia."
Damián es también parte integrante de la Asociación Fueguina de Sled Dog (trineos tirados por huskies), pero no es por eso que la Asociación decide todos los años que la carrera nacional de Huskies cruce por Haruwen. Es más bien por una cuestión de aptitudes del terreno y condición de las instalaciones. Así, a mediados de julio toda la troupe pasará por uno de los puentes de lengas que une las orillas del Vega del Café; seguramente Juan, trabajador y amigo de Haruwen, será entonces el encargado de guiar a los tres huskies en representación del parador y buscar el podio para su gente.
Cuando llega la hora de los paseos y prácticas en las pistas o campos de juego, el esquí de fondo es la vedette.
Hay cuatro caminos posibles por donde deambular. Son cuatro circuitos que están señalizados, cada uno con un color diferente de acuerdo con el largo total del recorrido; por ejemplo, la senda amarilla tiene aproximadamente dos kilómetros y medio, la azul es un poco más larga y llega hasta los cuatro kilómetros y así sucesivamente. Cada recorrido se hace por senderos de nieve que de a ratos se transforman en túneles por las lengas que los abrazan.
De tanto en tanto hay que cruzar algunos puentes angostos formados por varias capas de troncos, piedras y tierra que juegan a resistir el peso de la nieve, mientras el Vega del Café intenta justificar su condición de río saliendo de a ratos a borbotones por las endijas que el hielo le permite.
El Larsipashak es otro de los ríos que mira pasear a los esquiadores, hay más, pero alguien olvidó prestarles atención a la hora de darles un nombre y recorren las montañas en el total anonimato. "Es que son cursos tan inestables -cuenta- que un verano están, al siguiente quién sabe; entonces se vuelve difícil verlos como ríos y no como meros desagües de la montaña".
Para más tarde, si el esquí cansa, hay un par de gomones y trineos para desbarrancarse por la nieve; también se pueden conseguir raquetas para hacer una caminata internándose en el bosque, alquilar una moto ski y largarse a correr picadas entre las lengas, o subirse a la troica para dar un paseo.
Además, si la nieve no ha sobrepasado ciertos límites, se organizan excursiones de trekking a una laguna de montaña. El itinerario son 10 kilómetros de camino rocoso por el corazón de la precordillera fueguina, eso sí, el que se decide hacer esta caminata no tiene que olvidarse de llevar los patines. Seguramente arriba el hielo habrá hecho su trabajo y la laguna, congelada, será el mejor lugar para aprender a patinar sin problemas.
Cuando llegue el momento de descansar, las posibilidades se dividen en dos: por un lado, están las cabañas con salamandra de leña y, por otro, para los más intrépidos, hay un camping con fogones, luz, comedor cubierto, mesas, sillas, duchas y sanitarios, que es barato y permite contactarse con viajeros de diferentes partes del mundo.
Martín Correa Urquiza
Con las raquetas en los pies, el juego es otro
Experiencia: una forma accesible y especial de vivir la naturaleza fueguina en el invierno es realizar una travesía diferente.
USHUAIA.- Del manto blanco invernal sobresalen los techos multicolores que aparecen por las laderas que encierran la bahía de Ushuaia, transformada en un espléndido espejo cuando asoma el sol.
Desde el avión se divisan los valles cubiertos por la nieve. Pero no todo es blanco en esa inmensa alfombra ondulada. hay manchones de verde formados por la ramazón de los guindos, nothofagus de hojas perennes del bosque que resisten los rigores del invierno manteniendo el follaje.
Si bien en Tierra del fuego en esta época el clima llega a ser muy frío, esta circunstancia no es un obstáculo para aquellos que disfrutan de la nieve sin aglomeraciones y en pleno contacto con la naturaleza.
A flote en la nieve
Una manera especial de conocer el mundo helado de la isla, íntimamente y con cierta libertad, consiste en calzarse un par de raquetas, aparatos ideados para moverse por la nieve sin hundirse.
Las raquetas están hecha de un material que evita que el hielo se acumule sobre la cubierta e impida la marcha. Poseen un sistema estabilizador del talón, que sujeta la bota al grapón que lleva en las suelas para afirmarse en el terreno.
Para un mejor agarre, se anexa una barra dentada que posibilita atravesar zonas de pendiente o donde ya se ha consolidado el hielo.
Al principio, y al estar sobre las raquetas, se experimenta una sensación extraña, como si se estuviera marchando sobre enormes zapatos. Pero una vez que uno se empieza a mover, los pies adquieren una gran fluidez, y no sólo en las zonas planas, sino en las laderas de la cordillera fueguina, gracias a los grapones que facilitan los ascensos.
Entre lengas nevadas
El escenario elegido para esta experiencia de travesía con raquetas es el parque nacional, donde se llega en combi desde Ushuaia.
Una vez que se está sobre el puente del río Ovando, una agradable corriente cristalina de lecho de piedra que se hiela en esta época, bordeado de lengas que llevan el sello de la labor de los castores, se provee a los integrantes del grupo de travesía de un equipo que da seguridad y confort en el aparente medio hostil.
Ya con el traje de agua puesto, los guantes y la mochila, comienza la marcha sobre las raquetas, apoyados en largos bastones con la meta de llegar hasta la bahía Lapataia.
El itinerario elegido es el sendero de las lengas, una galería de altos árboles que forman una trama grisácea y casi fantasmal.
El paisaje se oscurece súbitamente y los copos de nieve dificultan algo la visión, pero no el desplazamiento sobre las raquetas.
Como suele pasar en la isla, al poco rato el cielo se aclara y aparece el sol algo pálido entre las ramas. El guía señala las huellas de un zorro que, como otros rastros de animales, son más visibles que en el verano, porque se recortan en el tapiz blanco.
Después de una curva se arriba a un espléndido punto panorámico donde se tiene una visión de todo el valle y el bosque. se continúa hasta llegar a la bahía Lapataia, cuyo relieve aparece perfectamente recortado por la nieve. Aquí se almuerza con una vianda, sándwiches, frutas, jugos y café.
Después de un rato de charlas y comentarios se regresa por el llamado sendero de los Hacheros, una antigua picada que recuerda los tiempos de la actividad forestal en la zona.
Aunque la soledad es casi total, el paisaje no permanece inmóvil, ya que el viento que sopla del oeste acumula la nieve y forma voladeros y ondulaciones que cambian de sitio y hay que trepar con las raquetas apoyados en los bastones.
Cansados, pero con la sensación de haber vivido una aventura inédita por el confín austral, regresan al punto de partida a las 17, hora en que el sol ya está bajo y se acerca la larga noche que caracteriza a estas latitudes. Pero todo no termina aquí, ya que en combi se visita el lago Roca, teñido con los colores crepusculares fueguinos.
El precio de la travesía, con todo incluido -traslados, equipo, guías y viandas- es de 80 pesos y dura un día. Informes en Ushuaia por el 0901-21417; en Buenos Aires, 311-3830.
Alicia Terradas
Para llegar al fondo hay que viajar a Ushuaia
USHUAIA.- El esquí de fondo es hasta hoy una de las actividades invernales más desarrolladas en la Isla de Tierra del Fuego.
Quizá por eso Ushuaia fue declarada capital nacional de este deporte que día tras día recolecta más seguidores y ya se ha convertido internacionalmente en disciplina olímpica.
Específicamente la tabla del esquí de fondo es similar a la del tradicional, sólo que en este caso tiene una leve forma curvada y escamas en la parte inferior; de esta manera el deslizamiento se produce por la presión ejercida en el apoyo del pie sobre el esquí y por el envión que facilitan los bastones.
Su historia a veces se pierde y desdibuja al derretirse la nieve, pero las versiones más concretas dicen que dio sus primeros pasos en Alaska, cuando los esquimales intentaban cruzar las grandes extensiones de desiertos blancos a velocidades que impidieran el congelamiento.
Para ello, idearon un sistema de bastones y zapatos de cuero; luego, montados en huesos de ballenas se desplazaban sin problemas.
La novedad fue que como los huesos eran curvos, los hombres debían pararse sobre ellos y presionar en la parte media para provocar el avance, lo cual resultó sumamente divertido y poco a poco, gracias a la promoción de boca en boca, fue tomando ribetes de juego recreativo.
Datos útiles
- Transporte: el pasaje a Ushuaia cuesta entre 400 y 500 pesos.
El pasaje en ómnibus desde Ushuaia hasta Haruwen cuesta cinco pesos. Siempre, si no se cuenta con un automóvil, es recomendable arreglar el traslado desde la capital fueguina llamando por el 2-4058 o 3-1099 que son los teléfonos de informes de Damián y compañia.
Para los que van en auto, el centro de actividades está justo sobre el kilómetro 3005 de la ruta nacional 3.
- Alojamiento: una cabaña para cinco personas cuesta 50 pesos por persona.
El camping cuesta cinco pesos, por día y por carpa.
La otra posibilidad es alojarse en Ushuaia y viajar por el día. En la capital, la oferta hotelera es interminable.
- Comidas: un menú que incluye cordero asado, ensaladas, postre y café cuesta 20 pesos.
- Alquileres: un equipo completo para esquí de fondo vale siete pesos por jornada. La pista es gratis. Las raquetas para caminar en la nieve valen seis pesos.
Un paseo en troica tiene un valor de seis pesos por persona, y los gomones para la nieve tiene un precio de cinco pesos por hora.
Hay otras ofertas, tales como una moto ski para nieve, por 10 pesos la hora; el trineo, cinco; los patines para el hielo, cinco pesos también por hora.
Fotos: David Sisso y Martín Correa Urquiza