La hipótesis de trabajo es la siguiente: si el orden del ambiente es reflejo o bien consecuencia del desorden mental, entonces, hacer algo por ordenar el entorno podría tener cierto efecto sobre lo interno. Puede ser un disparate total, pero estoy corta de estrategias. Es ésto o torturarme mirando el teléfono y los mails. Mi cabeza parece zona de guerra, mi casa también. Arriba de la silla se fueron acumulando todas las prendas de la semana; bollitos que podrían llevar el cartel con el día correspondiente: lunes, martes, miércoles y así. Se me ocurre que limpiando y ordenando un poco la casa puedo llegar a resolver algo. Me armo de todos los productos de limpieza que encuentro (que no son muchos). Fui comprando repuestos así que ahora tengo cinco envases CIF con gatillo que no sé bien qué contienen, puede ser cualquier cosa desde desinfectantes hasta aprestos para planchar. ¡Qué manera de engañarme! Tengo una plancha en su caja original debajo de la cama que sólo salió aterrada de su trinchera ante alguna emergencia. Hace años que tomé ciertas decisiones con respecto al planchado: los jeans no se planchan por ejemplo, se cuelgan húmedos en algún lado y se espera con mucha confianza y fe en que la temperatura del ambiente hará lo propio. El modal italiano es muy buen amigo de las solteras (salvo cuando está cortado al bies que puede marcar imperfecciones, bah, celulitis). Ni hablar de las sábanas, toallas y cubre edredones; esos definitivamente no se planchan. Tampoco las bombachas y los corpiños.
Subo las sillas a la mesa ratona, corro la alfombra, barro, acomodo los libros cromáticamente, tiro los sobres acumulados en los que me llega el estado de cuenta del banco, las boletas viejas, lavo los platos en la pileta y guardo toda la ropa en su lugar. Por supuesto me encuentro con cosas que venía buscando durante meses, hasta un billete de 50 pesos en el bolsillo de un pantalón. Próxima zona a conquistar: el baño. Me calzo unos guantes amarillo pato (no es cuestión de arrugarse la piel o dañar el esmalte) y voy gatillando todos los rincones que encuentro. Es como una batalla cuerpo a cuerpo con cada germen, cada bacteria, cada hongo. Elijo un playlist en la computadora para la ocasión. Los primeros años de Madonna siempre funcionan. Disparo chorritos como balas, como rayos láser. Toda va quedando reluciente, todo huele bien. Percibo que mi humor va cambiando. Está todo blanco, impoluto. Like a Virgin, canta Madonna en el fondo.