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Junot, el camino del arte

En esta avenida parisiense, de traza sinuosa, están situados los ateliers de numerosos pintores, escultores y escritores que habitaron la ciudad a fines del siglo XIX y a principios del XX




No hay turista que llegue a París que no pasee por Montmartre. El recorrido clásico de los tours incluye una visita a la iglesia del Sacré-Coeur y una caminata por las calles aledañas a la Place du Tertre, pero la exploración exhaustiva del barrio exige varios días a un viajero minucioso.
Hay itinerarios muy interesantes que pueden mostrar la cara de la ciudad de los artistas durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX.
En la base de la colina, la avenue Junot, de un trazado sinuoso y encantador, se ha convertido con el tiempo en una calle que evoca la bohemia elegante de las décadas del veinte y del treinta. Allí levantaron sus residencias algunos de los creadores más importantes de ese período. Es el París de los ateliers.
Las fachadas muestran las grandes ventanas características de los estudios de un pintor o de un escultor. La más llamativa de esas viviendas es la Maison Tzara, en el número 15 de la avenue Junot. Allí vivió el escritor y teórico dadaísta Tristan Tzara, cuyas ideas inspiraron después muchas de las tesis del surrealismo.
El constructor de esa casa tan hermosa fue el gran arquitecto alemán Adolph Loos, uno de los animadores más destacados de la Bauhaus. Loos llegó a París en 1922 y se quedó en la capital francesa hasta 1926. El único edificio que levantó en ese lapso fue la villa de Tzara. Loos había conocido al escritor en Zurich en 1917. En 1925, atraído por la exposición de Arts Décoratifs, que habría de dar nombre al estilo déco, Tzara se encontraba en París y, como acababa de cobrar una herencia importante, resolvió comprar un terreno en lo que entonces se llamaba la aldea de los artistas, en la avenue Junot, y le encargó el diseño de su futuro hogar a Loos.
Una de las características de la avenue Junot es su pendiente, un rasgo que Loos supo utilizar muy bien cuando concibió la Maison Tzara. Hay un desnivel de cinco metros que le permitió construir una vivienda de cuatro pisos. El frente de los dos últimos es liso, está pintado de blanco, y en el cuarto nivel hay un balcón al que se abren varias puertas. La base de esa superficie tan despojada son un primer piso y una planta baja, cuya fachada de canto rodado presenta un aspecto rústico al peatón. Sobre la entrada, hay una loggia. Desde la vereda se tiene la impresión de que la parte superior se asoma sobre una calle que el paseante no ve desde abajo.
A pocos metros de lo de Tzara, en los números 24 y 26 de la avenue Junot, hay dos espléndidas viviendas de estilo déco, levantadas por Adolphe Thiers, uno de los arquitectos más activos e interesantes de ese período.
Una de esas viviendas tiene dos frentes, el que da sobre la avenue Junot, y otro en el 22 de la rue Simon-Dereure. Esa casa tiene un patio central al que dan las habitaciones. La fachada sobre Junot es una sucesión de estudios contiguos con sus respectivos patios interiores.
Adolphe Thiers también fue el responsable del edificio llamado Montmartre aux Artistes, en los números 187-193 de la rue Ordener. En este caso, una sociedad inmobiliaria formada por el escultor Louis-Aymée Lejeune le encargó al arquitecto que levantara un conjunto de 187 ateliers.

Todos al quartier

El quartier se había puesto tan de moda entre los plásticos y los intelectuales que nadie consagrado a las artes podía pensar en instalarse en otra parte (hasta que le llegó el turno a Montparnasse). La fachada es de ladrillos. Hay un porche cubierto de cerámicas policromadas. Dos cuerpos de edificios cierran un patio interior. Las fachadas interiores son paredes blancas cuyo único adorno es el ritmo regular de los ventanales.
Con el tiempo, los artistas que inauguraron el complejo se fueron mudando, vendiendo sus departamentos y hoy no sólo hay plásticos en esa ciudad consagrada originariamente a quienes buscaban sol, orientación norte, y techos altos que les permitieran crear telas o esculturas de proporciones importantes.
La Villa des Arts, en 15-17 de la rue Hégésippe-Moreau, es otro de los restos del pasado que sorprenden a quien se pasea por Montmartre. Como el terreno se halla en pendiente, los arquitectos Cambon y Pelte aprovecharon esa circunstancia para levantar cuarenta y dos estudios imbricados los unos en los otros, adaptándolos a los desniveles. Las grandes vidrieras, que ocupan casi toda la fachada de cada atelier, se continúan en los techos, como claraboyas inclinadas.
Los habitantes de esos edificios tan característicos están protegidos de la naturaleza por los vidrios que, a la vez, les permiten asistir a las variantes climáticas como a un espectáculo. Cuando llueve, las gotas se hacen sentir sobre los techos que, en verdad, son ventanales. La Villa des Arts fue construida en 1890 con los materiales de recuperación que se habían empleado en la Exposición Universal de 1889.
Por cierto, cada barrio parisiense tiene numerosos ateliers que pueden servir como tema de excursión. Es una excelente manera de conocer la ciudad casa por casa.
Hugo Beccacece

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