E ntre las suntuosas habitaciones del castillo -que permanecieron durante décadas vedadas hasta para simples visitas- y las de otras edificaciones de estilo colonial, a las que la estancia La Candelaria suma una curiosa suite dentro de un molino holandés, los hospedados pueden componer una pequeña legión de treinta y dos ocupantes dispuestos a gozar simultáneamente de las 250 hectáreas agropecuarias que rodean su parque con capilla, piscina casi olímpica, dos canchas de tenis y que hasta se perderán en las 40 hectáreas de bosque que aguardan a espaldas del palacio.
Todo en familia
La estancia proviene del empecinamiento de Oreste Piñeiro, un farmacéutico de Lobos, que con su hermano José también tenían botica en Buenos Aires, y que tras operaciones financieras amasadas en la segunda mitad del siglo pasado llegó a tener ocho mil hectáreas, de las que quedan menos de 300. El nombre del establecimiento fue un homenaje a su esposa, Candelaria del Mármol, con quien no pudo tener hijos hasta que adoptaron a Rebeca, casada más tarde con Manuel Fraga.
Ya anciano, Piñeiro tuvo tiempo de encargarle al arquitecto francés Alberto Favre el castillo, que un constructor de la misma nacionalidad y de apellido Molière, nada menos, comenzó a erigir en 1901. El estanciero no pudo verlo concluido -murió tres años después- y doña Candelaria lo acompañó en 1906, cuando el edificio lucía sus torres normandas y el pórtico gótico ya contrastaba con ciertos detalles del barroco francés. Para entonces Manuel Fraga, el yerno, estaba a cargo de todo, hasta que murió en 1935.
Rebeca quiso tener a todos sus muertos en la estancia, donde se recluyó, devota y caritativa, y mandó construir la capilla que diseñó con torre y techo nórdico, y ventanas góticas el arquitecto Rodolfo Giménez Bustamante. La inauguró y bendijo con gran pompa, el 2 de mayo de 1937, el cardenal Santiago Luis Copello. Ahora, presidida por un enorme Cristo en pieza única de madera por sobre el altar, tiene una antecámara lateral con las tumbas familiares, incluida Rebeca, a quien atacó algún sufrimiento desconocido y murió misteriosamente envenenada en Mar del Plata, el 20 de enero de 1940. Su cuñado menor, Roberto, quedó al frente del establecimiento y sus sucesores lo manejaron hasta que se disgregó en parcelas.
Detalles palaciegos
El interior del castillo, de 1200 metros cubiertos, luce en buenas condiciones gracias a constantes obras de mantenimiento. Se usan nueve de las habitaciones de las dos plantas principales, con mobiliario de época, suntuoso e importado, como la mayoría de los materiales utilizados en la construcción, revestimientos de paredes con motivos venecianos o florentinos, y hasta un gran gobelino holandés que cubre la pared de la escalera que lleva hasta el primer piso.
No hay que subir sin apreciar en la planta baja el gran comedor con boiserie tallada en roble como sus muebles renacentistas los pisos -iguales en todos los dormitorios- en roble de Eslavonia; el techo envidiable, casetonado y decorado, desde donde se descuelga una araña de 600 caireles de cristal de roca y brazos con llavecitas de paso de gas, que fue el antiguo medio iluminador.
No faltan una sala de juegos con billar inglés y un mobiliario sorprendente en los dormitorios: una cama con baldaquino y una curiosa cómoda de dos cajones con sanitarios de uso nocturno.
La Candelaria, que también fue un club de polo, dispone de caballos y carros para paseos, y no se dejan de lado corridas hasta la cercana laguna de Lobos, apta para los deportes náuticos y la pesca. El también próximo Aeroclub Fortín Lobos, a ocho kilómetros de la tranquera, dispone de 18 hoyos de golf, pista de aterrizaje y campo de paracaidismo (incluidos los lanzamientos en tándem), con vuelos de bautismo para las dos actividades.
Datos útiles
Reserva
0227-94132
A Buenos Aires: 115 kilómetros
Habitaciones: 16
Capacidad: 32 pasajeros
Tarifas: entre 110 y 140 pesos (base doble y cuatro comidas).
Día de campo, 59 pesos
Descuentos: 50 por ciento a chicos (3 a 12 años)
Mesa tendida
Además de los habituales asados, la comida de campo, con reservas esporádicas de escabeches, se abastece de platos caseros y variantes convencionales, como el pollo a la crema y el strudel de verduras.
Cómo se llega
En aerotaxi se puede aterrizar en el Aeroclub Fortín Lobos, a 8 kilómetros superables en remise o combinando el traslado con la estancia.
También se dispone de ómnibus que llegan hasta la ciudad próxima.
En automóvil desde Buenos Aires, la salida ideal es por la autopista Riccheri (A002) con peaje (2 pesos y luego 0,70), que se sigue hasta Puente Uno de acceso (hacia el Sur) a la autopista que lleva al derivador de la ruta nacional 205.
Esta se toma hacia Cañuelas y, previo peaje en Uribelarrea (3,80), se sobrepasan los accesos a la ciudad de Lobos y a la ruta provincial 41. En la proximidad del kilómetro 115 aparece, a la derecha, el cartel de La Candelaria, con camino de tierra.
En esa dirección y sin problemas con lluvia, hay dos kilómetros hasta la tranquera.