Las aerolíneas no suelen perseguir a esos pasajeros con el mal hábito de llevarse como recuerdo la manta de a bordo después de un vuelo. Los amigos de lo ajeno, sin embargo, ahora podrían tener problemas si no reprimen su impulso coleccionista al viajar en algunos aviones de la flota de British Airways.
Es que la compañía británica acaba de estrenar nuevas frazadas sensiblemente más valiosas que las típicas de polar. Las llaman informalmente happiness blankets (mantas de la felicidad), realmente están muchos pasos adelante de las tradicionales, sobre todo en términos tecnológicos, y de ningún modo dejarán que nadie las tome como souvenir: tienen la particularidad de cambiar de color... según el estado de ánimo del pasajero.
Este sofisticado dispositivo, según presentó British, cuenta con sensores y fibras especiales para medir las ondas cerebrales de su portador, además de mini luces led que se ven más coloradas si el sujeto está estresado y más azules, si se encuentra relajado.
Las mantas tecno, conectadas vía Bluetooth con una banda que se coloca en la cabeza, se usaron por primera vez la semana última, en un vuelo de Londres a Nueva York, sólo entre voluntarios.
"Usar esta tecnología es para nosotros otra manera de investigar cómo el descanso y el sueño de nuestros clientes son afectados por todo lo que ocurre a bordo, desde la cantidad de luz en la cabina hasta su posición en la butaca", detalló la aerolínea en el respectivo comunicado de prensa.
Por el momento, entonces, la compañía sólo recurrirá a las blankets camaleónicas para recoger información que podría ser útil para ajustar su servicio a la demanda. Pero en un futuro, acá nomás, ¿podrían los tripulantes detectar por medio de estas frazadas luminosas cualquier grado de insatisfacción del pasajero y acudir inmediatamente a su servicio? Todo puede ser, pero esta actitud derivaría de un cambio menos tecnológico y más estratégico, en todo caso.
En realidad, no parece tan necesario conectar sensores de última generación para notar que alguien está incómodo por falta de espacio suficiente entre las filas de butacas, que dejó la mitad de la comida sin tocar en la bandeja, aunque sigue hambriento, o que no le funciona la pantalla individual de video y debe conformarse (o irritarse aún más) mirando de costado y sin sonido la película que seleccionó el vecino.
¿Y cómo reaccionaría el ocupante del 12A al observar que, en el medio de la noche, a 10.000 metros del suelo, mientras todos duermen, la manta de 12B se pone cada vez más y más roja? Quizá sea demasiada información, más de la que cualquiera estaría dispuesto a compartir con un accidental compañero de ruta.
ENTRETENIMIENTO DE A BORDO
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