A ver, vamos por partes dijo Jack. El desenlace fue el esperado supongo, salidas, llamados, mails, mensajitos; todo eso que te tiene alerta durante el día y medio fantaseando por las noches. Porque yo, justito antes de irme a dormir fantaseo un poco. Me imagino cosas, situaciones: cómo iba ser el primer beso, si íbamos a hacerlo en mi casa, en la suya, si iba a ser todo tranquilo y sensual o medio bruto y desenfrenado. Esas cosas. Y justo cuando se pone interesante, suelo perder el hilo y quedarme plácidamente dormida.
Lo de la otra noche no se parecía demasiado a lo que había fantaseado, en realidad, ya casi me olvidé de lo que había fantaseado. Estuvo mejor, porque fue real, claro.
Mi amiga Mara dice que las primeras veces de sexo con alguien no son las mejores, que hasta pueden ser desastrosas y mejorar increíblemente con el tiempo. Puede tener razón, o no. No lo sé. A mí me pasó más al revés; primeras noches increíbles que no pasaron de mucho más que eso. Lo que sí sé es que tienen toda esa carga de adrenalina y novedad; el cuerpo del otro, esa química que se va testeando a centímetros y después sí, estoy de acuerdo, toda esa cosa de la técnica en conjunto a trabajar supongo. La conclusión fue que estuvo buenísimo, que parecía una piel familiar; nueva pero conocida. Una sensación rarísima. Y lo más extraño, esto de despertarse con alguien y abrir los ojos y que esté todo bien. Cero histeria, cero claustrofobia, cero rosca, cero tensión. Tranquilo. Andar por la vida como si nada.
¿Así es como se siente?