La vida de perros nunca fue tan buena
23 de septiembre de 2012
La escena podría ser tierna, pero termina por meter miedo. Una pareja come en un restaurante del paseo comercial Coco Walk, en Miami, mientras arrulla suavemente el cochecito de un bebe recién nacido. Eso es lo que se asume desde lejos. Pero si uno se asoma al cochecito no verá un niño rosado, sino una espantosa criatura peluda que gruñe, babea y reclama la costilla de cerdo que trae el mozo.
No hay que asustarse: es muy común ver en esta ciudad a gente que lleva a sus perros como si fueran bebes en cómodas carretillas de terciopelo que, en algunos casos, también portan juguetitos colgantes, no sea cosa que Bobby muera de aburrimiento. Hasta esto ha llevado al ser humano la desesperación por no estar completamente solo...
En Miami, la vida de perros es lo más parecido al paraíso. Cualquier visitante desprevenido se sorprende antes la cantidad de productos y servicios para mascotas disponible en el mercado.
En el coqueto barrio de Coconut Grove, por ejemplo, se puede encontrar un extenso parque con estatuas y juegos que no admite humanos, salvo que estén acompañados por sus canes. En esta plaza mandan los perros y, para que quede claro, hay una gigantesca estatua de metal de un fiero labrador que mira a todos desde arriba. Los dueños se limitan a hablar bajito y admirar a sus pichichos.
En el rubro productos hay lo que se pida. Llama la atención una tienda de tortas ( www.nunicakes.com ) sólo para los amigos de cuatro patas, con sus clásicas pup cakes -versión canina del cup cake-, decoradas con un hueso gigante, o las tarteletas de salmón reducidas en carbohidratos. En el manifiesto de la empresa, los propietarios proclaman que era injusto que las mascotas no pudieran festejar en serio su cumpleaños.
Otras tiendas locales ofrecen un day spa , que incluye baño, servicio de peluquería y caramelos balanceados a toda hora. Pero el colmo de la abundancia es el Pet Supermarket, sobre la South Dixie Highway, donde se vende todo lo que esos locos bajitos (con pelos) anhelan, desde remeras con inscripciones de bandas de rock hasta tutús de bailarina de ballet clásico y? ¿calzoncillos?
Al contemplar todas estas extravagancias es inevitable pensar en aquellos recios canes que se forjaron en la adversidad, como Laica -la perra que viajó al espacio en un Sputnik soviético, aunque murió a las cinco horas de despegar-, el buenazo de Lassie, el fiel Rin Tin Tin o aquel San Bernardo que andaba siempre por la montaña con un barrilito de vino en el cuello, para despabilar a esquiadores semicongelados.
Por desgracia, la tendencia de los perros metrosexuales ha llegado a estas pampas. Lo confirma Rolando, un prestigioso peluquero canino del barrio de Belgrano, que lo resume muy bien: "No sé qué le pasa a la gente; todos me piden que les haga a sus perros el corte de Charlotte Caniggia", se lamenta, haciendo referencia a los usos y costumbres de la hija del raleado Pájaro Caniggia.
En cierto modo, si se piensa desde la óptica canina, todo el asunto tiene sentido. En silencio, entre tutús, pupcakes, galletas de salmón y cochecitos de bebe, los perros finalmente le están poniendo un precio alto a aquello de que son nuestros mejores amigos.