CORDOBA.- El nombre Ascochinga parece haber nacido a la medida del canto cordobés. Si algún nativo pretende ocultar la condición de ser de la provincia mediterránea, hágale decir Ascochinga. A ver, cómo dijo. "Ascooochinga". Ja, usted es cordobés.
Con tonada o sin ella, la localidad cordobesa merece ser nombrada con letras mayúsculas. Y difícil es explicar por qué. Quizá la pregunta que tiró al aire un buen hombre de la villa conocido como Alejandro el Historiador... ¿Has visto un lugar así antes en tu vida? Se referiría a si era el más pintoresco, o el más espectacular, o el más variado, o tal vez si era el más tranquilo. "Bueno, así, exactamente así, como se ve, acá y ahora... Nunca".
Su aire serrano golpea la cara de forma única. Tiene tranquilidad, o por lo menos hay dónde encontrarla a corta distancia del pueblo. Tiene historia: de cumbres políticas, de indios y caciques, de visitantes ilustres y vecinos prestigiosos. Y tiene unas arboledas magníficas. ¿Qué más? Sierras agrestes cubiertas de paja llorona, que brilla distintivamente según hacia dónde sople el viento.
"Tiene la mayor calma atmosférica del país por su gran oxigenación", dicen en La Granja.
Las serranías son ideales para realizar largas caminatas
Además, una cascada y no muy lejos la estancia jesuítica de Santa Catalina, un lugar que se puede visitar una y otra vez. También un hotel, pero algo tiene que otros lugares no, el caballo serrano. Ah..., el caballo serrano, qué puede tener de distinto, es en definitiva un caballo. Pero qué caballo. Petacón, con largos rizos colgantes peinados hacia un costado de la cara. Es piernudo y tiene los cascos finos, como si fuese una copa para vino tinto de cuatro patas.
Dice El Historiador que el caballo serrano trepa como una mula y que aguanta horas sin agua y comida. "Podés dormirte arriba del caballo". El caballo serrano. Preciosa criatura que forjó su figura actual por habitar la sierra desde los tiempos de la Conquista. Que se regocija como nadie lo hace de la calma atmosférica de la comarca.
Caballito serrano. Ser cautivante que se pierde entre los pastizales de las Sierras Chicas. Verlo correr con su melena desparramada, dueño del desnivel y las quebradas de altura. "El caballo, a veces, ya busca el boliche automáticamente y luego deposita al gaucho en su casa -dice Darío, un poblador de Ascochinga-. Pero eso corresponde a las manías de su dueño", agrega El Historiador, que siempre tiene cosas para decir.
Calma chicha
Ascochinga es una localidad que vive de anécdotas. De cuentos y cuentistas, aunque ya queden pocos, o los sobrevivientes en una versión actual, encarnada en El Historiador. Hay historias como para hacer dulce, como para fundar la ciudad-museo viviente de Ascochinga. Se dicen tantas cosas que, quizá, la estadística de lo verdadero sean las tres cuartas partes de todo lo que los nativos comentan. Pero las historias fascinan.
La visita a la estancia San Miguel por parte de los Kennedy (John Fitzgerald y Jackeline), por ejemplo, a quienes muchos involucran en situaciones intrincadas de amoríos no del todo irresueltas por la imaginación popular o con finales distintos. O acerca de que Ascochinga resultaba una especie de sitio cumbre para las reuniones de la plana mayor de la Aeronáutica, fuerza que compró el hotel del golf en 1946 a los Establecimientos Médicos Argentinos -que trataban tuberculosos-. También se habla de Agustín Justo, de Braden, de Julio Argentino Roca, del príncipe de Gales, nombres sobre los cuales la gente de Ascochinga siempre remarca su paso y vida en el lugar. Temas para una excursión de aventura histórica.
Sin olvidar las narraciones de romances famosos en los jardines de alguna estancia, como el caso de las hermanas Funes, luego casadas con dos presidentes argentinos. O las andanzas del Cura Quijote o padre Marcelino, misionero catalán incansable que desplegó su obra arriba de un caballito serrano. El nombre Ascochinga tiene una raíz indígena quechua. Para El Historiador, el término obedece a que un capitanejo inca (Asco Chinga: Perro Perdido) deseaba a una chica nativa, pero los sanavirones le dijeron: "O te las tomás o te matamos". Ascochinga se quedó... Punto y aparte, parece que los indios gustaban mucho de las salutaciones y la diplomacia. ¿Cómo estás? Bien. ¿Cómo está tu primera esposa? Bien. ¿Cómo está tu segunda esposa? Bien.
Sin segundas esposas, en Ascochinga se mantiene la tradición. Pero preguntan a su manera: "¿Cómo aaandás?", con la primera a patinada. "Bien, gracias." Ascochinga tiene una traza urbana especial. En el centro apenas hay un par de comercios y una estación de servicio. Todo lo pintoresco está metido detrás de las arboledas, al pie de un cerro al fondo de una calle sinuosa de tierra. A escasos cien metros del centro (o lo que podría llamarse así), está la cancha de golf, desplegada en desnivel y rodeada de árboles de medio siglo de existencia, que está pronta a inaugurar la extensión de los 18 hoyos y a la que los huéspedes del hotel Parque pueden acceder pagando un green fee de 5 pesos.
Con desniveles, y rodeada de árboles con más de medio siglo de existencia, la cancha de golf es un gran atractivo
En los alrededores de la villa hay un conjunto de estancias de estirpe señorial, elegantes y llenas de detalles lujosos y excentricidades. Son palacetes enclavados en plena sierra cordobesa, isletas de riqueza y aristocracia que Ascochinga cobijó por mucho tiempo. Mansiones que albergaron a la elite de la sociedad porteña. Las estancias San Miguel, La Paz, San José, La Carolina y La Pampa forman parte de la lista.
Calma atmosférica
A despecho del costado señorial de Ascochinga, la calma atmosférica está presente. Inútil sería romperla porque la abundante oxigenación continúa en el ambiente. La cualidad del aire debe ser aprovechada para mover el cuerpo.
Primero, para caminar por las magníficas arboledas de la villa y llegarse hasta el frente de alguna estancia paqueta o frente al liquidámbar, especie vegetal que se jacta jovial de tener 102 años, a metros de la laguna La Aguada, un dique artificial oculto en las afueras de Ascochinga.
Más entretenido es ir a las Tres Cascadas, en el río San Miguel. Es ideal trepar el cauce aguas arriba y llegarse haciendo trekking hasta el Pozo Azul, sitio desde el que se despliegan pozones de hasta ocho metros de profundidad. Cuidado cuando el agua comienza a ponerse turbia, a arrastrar hojas y palillos; en el momento que se percibe el brum, brum, brum que acompaña a las crecidas, poco importa que el picnic no haya llegado a su fin. Mejor seguirlo en el cerro.
A propósito de cerros, hay uno que es el Piedra Blanca (también conocido como Los Mogotes). Al parecer no es cuarzo, que abunda en la zona, sino una roca que a un médico una vez se le ocurrió repasar con pintura y que la gente del lugar continúa pintando para seguir la tradición doctoral.
Para cabalgar por el cerro La Toma o por el río Carapé, nada mejor que contactarse con Darío de Camiaré -él es baqueano y ofrece buenos servicios- o Rodolfo el Sanjuanino, en la recepción del hotel Parque. Si resulta alentador el paseo y la montura inglesa, cómoda, la visita al cañadón Colorado, a la estancia jesuítica de Santa Catalina, o incluso hasta La Cumbre, al otro lado de la sierra, resulta más que agradable.
Los días pasan en Ascochinga y la calma atmosférica cada vez se percibe más intensamente. Por algo el caballito serrano es feliz y esto no lo dijo el Historiador, sino que lo expresa, a las claras, el rostro del equino.
Andrés Pérez Moreno
De pircas y algunas hierbas
CORDOBA.- La vegetación serrana está compuesta por algarrobos, chañares, sauces, espinillos, piquillines, tabaquillos y una serie de hierbas medicinales como la carqueja y la peperina. También se ha difundido por la región el siempreverde, que desplazando la vegetación autóctona.
En las laderas serranas es interesante observar las construcciones de pircas, un cercado para animales armado sólo con piedras, sin material de unión. El pircado es una técnica ancestral que fue diseñada por el nativo americano y que los estancieros del pasado aprovecharon. Hoy en día tiene un costo de mano de obra altísimo y además requiere de un sistema de encaje exacto, un encastrado de las piedras con una curvatura leve hacia adentro. Agudizando la mirada, pueden apreciarse aquellas formaciones de pircas que fueron levantadas sin el conocimiento de la técnica adecuada.
Entre los recorridos que se pueden hacer desde Ascochinga están: Jesús María y el circuito jesuita, el balneario de las Tres Cascadas, Colonia Caroya, la capilla de Candonga, Estancia El Rosario, la estancia de Santa Catalina y las formaciones de Ongamira, uno de los lugares preferidos por El Historiador, paraje lleno de energía y que sirvió de base para una de las defensas más feroces que los indios de las sierras hicieron de su suelo durante la conquista de los españoles.
Tránsito por el tranquilo Camino del Pungo
CORDOBA.- Ascochinga está enclavada al norte de la Sierra Chica, donde también se emplazan localidades como Río Ceballos, Salsipuedes y La Granja. Dista 57 kilómetros de Córdoba y está a 734 metros sobre el nivel del mar. La comunicación con la ladera occidental de la serranía es por el Camino del Pungo, atractivo recorrido de montaña que se dirige a La Cumbre y que solamente una vez al año pierde la calma cuando el rally de la Argentina pasa por su traza. En las noches nítidas, se ve la iluminación de la ciudad de Córdoba y de Jesús María.