LOS ROQUES (El Mercurio, de Santiago).- "¿Dónde pongo la sombrilla?", pregunta Carlitos, el mozo de la posada Cayo Luna, un moreno alto y flaco como una palmera.
"Hay que ponerla... en...", intento responder mientras miro el mar; parece una descomunal piscina celeste que se extiende desde los pies hasta el infinito. ¿Dónde? ¿Cerca del restaurante Casa Marina, donde un pizarrón garabateado con tiza roja anuncia que es tiempo de un happy hour ? ¿O, no sé, en alguno de los más de cuarenta cayos -islotes coralinos- que impactan ya desde la avioneta? Eso mientras nadie deja de hacer clic, todos gratamente sorprendidos por la maravillosa belleza de Los Roques, un gigantesco archipiélago a sólo 166 kilómetros al norte de Caracas, sur del Caribe.
¿Dónde? , pienso, a sabiendas de que es entonces cuando empezarán las verdaderas vacaciones. Pero Carlitos no espera respuesta y entierra en la arena un paraguas enorme. Lo único que se requiere para sobrevivir a los 28, 30 grados que se registran aquí. Eso y...
Es mediodía en Los Roques. La misma escena se repite aquí y allá: turistas brasileños, más algunos italianos y venezolanos soportan el calor detrás de sus heladeritas. Después viene la rutina: chapotear, echarse protector solar, dormir un poco, chapotear, volver a echarse protector, de nuevo chapotear, dormir. ¡Benditas vacaciones!
Esto es Francisquí, uno de los cayos más cercanos a Gran Roque, la única isla isla, ya que el resto son bancos de arena o islotes coralinos sostenidos por manglares.
De pronto sopla una refrescante brisa y varios visitantes sacan los juguetes. Allá, en la isla de enfrente (Francisquí Bajo) dos gringos estiran los hilos de un kitsurf. Los Roques es uno de los destinos más apetecidos por los amantes del viento; tanto que hay casi más veleros que gente. Más cerca, en tanto, tres señores vestidos como si fueran a recorrer la Carretera Austral desenfundan las cañas para pescar con mosca algún bone-fish (pez ratón), un pequeño aunque feroz gladiador que suele batirse a duelo con el lema Catch & release . Eso porque Los Roques es un parque nacional, una reserva marina. Y no cualquiera, sino la más grande de América del Sur. Más de 200.000 hectáreas gobernadas por cuatro reglas fundamentales: está prohibida la televisión; nadie puede recoger conchitas, especialmente las de botutos, unos gigantescos caracoles que estuvieron a punto de extinguirse porque se los considera afrodisíacos; está bien el bronceador, pero tiene que ser biodegradable; y nada de música a la madrugada.
Un reglamento bastante simple, que ha permitido que Los Roques se consolide como uno de los destinos más sofisticados del Caribe. De hecho, aquí y allá, soberbios yates hacen gala de su estirpe. Incluido el de Gustavo Cisneros: el gran magnate de Venezuela, amigo personal de Bush padre; otro asiduo de Los Roques. Tanto como Harrison Ford, gran fanático de la pesca de barracudas de más de cien kilos.
Posadas diminutas
Ya en la isla, atléticos chicos esperan con sus ligeros carromatos a los visitantes. Y entonces dos son las opciones: ir a la posada ya reservada o buscar alguna que parezca cómoda y limpia. A buen precio. Tarea nada fácil, porque aunque en Gran Roque hay más de sesenta hosterías, las más chic -normalmente en la orilla de la playa- pueden costar, por persona, cuatrocientos dólares la noche. O más.
-¿Cuánto cuesta? -pregunto a una chica, a poco de aterrizar.
-Cincuenta dólares -dice la hija de la señora Magaly.
-¡Excelente! Me quedo.
Error. Cinco segundos después estoy confinado en una diminuta pieza que huele a cloaca. Y, junto a la cama, pasean asquerosas cucarachas. Mejor salir.
Afuera, el pueblo bulle. Es viernes, el día que más gente llega a Los Roques. La plaza Bolívar, con la estatua al prócer justo en el centro, está repleta de turistas. Algunos de los cuales no resisten combatir el calor con unas latas de Polar Light (la cerveza oficial ) en el Nueva Cádiz, el animado bar que cada tarde concentra a los bullangueros roqueños, unas mil quinientas almas. La mitad de ellas dedicada al turismo.
Sea como sea, la mayoría de los turistas se concentra en el banco. Eso porque a poco de llegar se descubre que no se aceptan tarjetas de crédito. Y la única opción, aparte de un cajero que no funciona, es hacer retiros por no más de 800.000 bolívares por día: unos cuatrocientos dólares.
¿Suficiente? Difícil. En Gran Roque, un pueblito con calles de arena, donde el único vehículo motorizado es el camión de la basura, todo es realmente caro. Pero qué va. Los Roques es de esos pocos lugares que están ahí: listos para darse, al menos, un gusto en la vida.
Amanece. Desayuno. Y entonces parto a Oscar Shop, la central de radiobotes de la isla que por unos 30 dólares por persona viajan a los puntos más lejanos del archipiélago. Ojo, que si se quiere sombra (salvo en Cayo de Agua, aquí no hay palmeras) hay que pagar otros bolos ( bolívares) por el quitasol, por el cooler, las sillas, las botellas de agua. Y así...
Finalmente, el botero es Don Pipo, un pescador de Margarita que vive en Los Roques antes de que llegara el boom del turismo, cuando todos se dedicaban a vender pescado a Martinica.
Junto con una pareja de brasileños vamos a Sebastopol, un precioso cayo en la barrera este del archipiélago. Un lugar verdaderamenre hermoso, donde lo único que se puede hacer es la rutina: chapotear, echarse protector solar, dormir un poco, chapotear, volver a echarse protector.
Pronto amanece. Y nuevamente estoy frente a Oscar Shop, ahora para ir a Cayo de Agua, lo más lindo de Los Roques, dicen. Un sitio translúcido, onírico, casi irreal, donde aguas de todos los colores se encuentran muy cerca del único punto donde es posible clavar una sombrilla.
Las tortugas, protegidas
Un paseo fenomenal (30 dólares) que termina en Dos Mosquises, el sitio donde la Fundación Los Roques tiene un centro para estudiar y proteger las cuatro especies de tortugas del archipiélago. Aparte, en Dos Mosquises es posible visitar el único y pequeño museo. Una casuchaen la que se muestran vestigios de los velencoides, los habitantes originales.
Denys Moreno es el administrador y chef de Cayo de Luna, la última posada en la que caigo: familiar, cómoda y limpia, y hay aire acondicionado en la habitación. Cuento aparte es la cocina de Denys, un chef autodidacta que llegó de Maracaibo y que para esa primera noche ha preparado ensalada agridulce con jugo de maracuyá, barracuda a la plancha y tempura de plátano. Todo, sublime.
Dice Denys que en Los Roques está la mejor gastronomía de Venezuela. Eso porque aquí se han mezclado muchas culturas: la de los indios que habitaron el archipiélago originalmente, la de los holandeses e ingleses que venían a buscar guano y cal de coral, la de los pescadores que llegaron de Margarita, y finalmente, la de los italianos, los últimos en arribar.
-Una vez al mes Los Roques se pone salvaje. Nosotros lo llamamos el mar de fondo porque es cuando todo se revuelve. ¡Tú llegaste justo en este momento! -explica Denys.
Y allá iremos después de conocer el mundo submarino, con tortugas, peces loro, arañas de mar. Todo precioso.
Ahí viene la plaga... de puri puri
O casi. Cae Los Roques es un cristalino planeta celeste. ¿El edén? Puede ser, pero está gobernado por los puri-puri, la tribu de mosquitos que controla sin campasión este archipiélago encantador.
Cae el sol. La gente me pregunta si ya conozco la plaga. ¿Qué plaga? De pronto me entero de que una turista se ha llenado de puntos rojos, algunos muy inflamados. "Hay que llevarla al consultorio", sugiere alguien. "Le vamos a poner una inyección y luego deberá tomar antihistamínicos. Usted fue atacada por la plaga, los puri-puri, unos mosquitos casi invisibles que pican en la piel", afirma un joven doctor.
Luego saca otra jeringa. Con ambas manos sujeta una ampolla de vitamina B12. Y, mientras chupa el maloliente líquido rojo, revela el gran truco para sobrevivir en Los Roques: "Hay que comprar una crema y mezclarla con esto. Tiene mal olor, es verdad, pero los mosquitos se mantienen a raya. Una vez logrado se llega al edén".
A los puri-puri se suma que buscar hotel no es fácil porque suelen ser caros y diminutos. Por eso, mejor averiguar bien en la agencia antes de comprar la estada. Lo último: en Gran Roque hay ejércitos de cucarachas. Mejor vaya preparado. Salvando esos detalles, en algún momento de su viaje seguramente comparará este lugar con un paraíso. Hasta en el paraíso la perfección es una utopía...
Datos útiles
Cómo llegar
Un pasaje desde Buenos Aires hasta Caracas cuesta desde 1200 dólares. De Caracas a Los Roques Transaven cobra 184 dólares por persona ida y vuelta, más la tasa de embarque (8 dólares). (58-212) 355 1349; reservaciones@transaven.com.
No es tan fácil conseguir pasajes en alguna de las aerolíneas que, en poco más de media hora, conectan Caracas con Gran Roque, el único pueblo en Los Roques. ¿Qué significa eso? Que las tarifas varían, que los horarios varían, que todo varía. Chévere. ¡Bienvenidos a Venezuela: la tierra del béisbol, las arepas y las cosas a mi manera!
Dormir
En Caracas
Una buena opción es el Hotel Turístico La Parada, con transfer gratuito y piezas limpias con aire acondicionado. 60 dólares por persona (58-212) 351 2148.
En Gran Roque
Posada del Recuerdo: opción barata, pero muy buena, en especial si se consigue la pieza 3, la matrimonial. 40 dólares la noche por persona, con media pensión.
Entre el 15 de diciembre y el 15 de enero es temporada alta, y los precios (de casi todo) suben un 30 por ciento. (58-237) 221 1072.
Posada Cayo Luna: excelente posada con buenas habitaciones y comida. 130 dólares por persona la noche, con media pensión y almuerzo en cooler (sándwich). (58-237) 221 1272; www.posadacayoluna.com .
Posada Natura Viva: casi en la línea de la playa, con estilo y onda. 250 dólares por persona la noche. (58-237) 221 1473; www.naturavivalosroques.com .
¿Qué hacer?
Pesca: en el Centro de Pesca de Alejandro Linares tienen todo lo necesario para pescar bone-fish, wahoo, sábalo, macabí, barracuda, marlín.
El valor depende del tipo de pesca. Más información en clavedesol_losroques@hotmail.com.
Buceo: Eco-Challenge se caracteriza por tener guías jóvenes y entusiastas. Incluido Gustavo Rojas, uno de los mejores fotógrafos submarinos de Venezuela. (58-212) 730 2465; e-mail: info@ecochallenge.ws.