Anoche Cariló y yo salimos.
Me pasó a buscar y comimos en un restaurante de Retiro que me encantó.
Cuando terminamos me propuso ir a su casa a tomar un café. Obvio, ¿qué le dije?
Qué sí, claro.
Estuvimos en su living hablando por horas. Cómo me gusta hablar con este hombre! es muy interesante.
Si bien yo conocí a su hijo en las vacaciones, me mostró fotos y me contó sobre el. Me encantó el amor con el que me lo describía.
Yo le hablé de los míos, para no ser menos. Y en un momento me dijo "yo sé que esto es muy reciente, pero me encantaría que llegara un día en el que nos fuéramos todos a la playa".
En otro momento, ustedes ya me conocen, habría friqueado con esta declaración. En cambio, ayer, me deslumbró.
De ninguna manera estoy pensando en que los chicos lo conozcan ni nada, pero no me espanté. Todo lo contrario: llegué a sentir el mismo deseo que él me estaba describiendo.
Pasé la noche en su casa. Sí, hasta hoy a la mañana, momento en el que nos despedimos, luego de desayunar, y me vine al consultorio a enfrentar un día difícil, pero con la mejor moral que he sentido en años.
Festejo con ustedes, entonces, esta alegría que siento hoy. La felicidad de sentir que las cosas pueden ser mejores.