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"Me hubiera gustado ver la Muralla China"

El actor, autor y director asegura que nunca iría a Croacia ni Austria ni Israel




Norman Briski afirma que los viajes en su vida son fundamentales en la recomposición muscular de la parte pelviana. "Esto quiere decir caminatas sin sentido, abundante sexualidad e intenciones frutales", asegura.
-¿Cómo se combinan el teatro y los viajes?
-Por suerte, no se combinan de ninguna manera.
-¿Qué es lo que más disfruta al salir de gira?
-La conexión con el público inocente.
-¿Algo que siempre lleva consigo en sus viajes?
-Magnesio, para todo en general.
-Cuando está afuera, ¿qué es lo que más extraña de Buenos Aires?
-Extraño cómo vivo en Buenos Aires. Extraño los sistemáticos inconvenientes.
-Siempre y cuando no vaya a un lugar peor...
-Claro. Y siempre pasa que es peor, ya que hay tanta ilusión por el lugar donde uno quiere ir que nunca se cumplen las expectativas.
-¿Y aquello que menos extraña de Buenos Aires?
-Lo que menos extraño son esas llamadas telefónicas ofreciéndote conexiones y ese tipo de cosas. O los ofrecimientos de autos regalándote uno dentro del baúl. Me tienen podrido.
-¿Cuál es el viaje más largo que haya realizado?
-A mediados de los 70 fui a Cuba. En aquella época era imposible viajar a la isla directamente, así que fui vía Europa. Los acomodados hacían escala en España. Los desacomodados, en Praga. Así que tomé un avión en Buenos Aires que primero hizo escala en París y después en Checoslovaquia. De allí tomé un avión sirio que paró en Mauritania, y finalmente volé a Cuba. En total demoré tres días.
-¿Y cómo se volvió?
-A pie. También estaba podrido de dar tantas vueltas.
-¿El viaje ideal?
-Sería con mi compañera, antes que todo, en cualquier lugar donde te permitan desnudarte sin críticas.
-¿Un destino pendiente?
-Tengo varios. En algún momento me hubiera gustado ver la Muralla China; también ir a Sebastopol.
-Un lugar a donde nunca iría.
-No iría a Croacia ni a Austria ni al Estado de Israel.
-¿El peor pecado de un turista?
-Ser oriental y tener una cámara fotográfica.

Miami exprés

Yo salí a nadar en Miami, para eso había llegado hasta ahí. El agua me desvió, no podía volver a la costa, y aparecí en otra playa, donde me echaron porque me dijeron que era una playa prohibida, donde yo no podía estar. Era la número 3, y podía estar nada más que en las playas pares.
Me tiré al agua de vuelta y vi una isla, así que me entusiasmé y fui para allí. Había corales, pero vino a buscarme la Prefectura y me preguntó qué hacía allí. Yo dije que no podía volver a la costa, y me contestaron si no sabía que estaba lleno de tiburones. Yo le respondí que no sabía, que cuando me dieron el mapa de turismo no decía eso. Y como había visto la película ya sentía que estaba en peligro. Me llevaron al puerto y me detuvieron un rato. Eran de la costera, seguramente estaban esperando un submarino ruso, pero me encontraron a mí. Me preguntaron dónde iba y cuándo volvía, y me soltaron.
Fui a pie en shorts -que eran muy coloridos- por toda la costa, porque yo no sabía dónde estaba tampoco, hasta que encontré mis pequeños bártulos de la playa. Y así fue mi periplo húmedo. Ya no quedaba absolutamente nadie, y me sorprendió que no me hubieran llevado la crema.
Por Norman Briski
El autor es actor, director y dramaturgo. Hoy, a las 19, estrena Rebatibles, de su autoría, con dirección de Raúl Jiménez. Además, se lo puede ver los viernes, a las 21.30, en Cuentos para el Coco, escrita y dirigida también por él (segunda temporada, en el teatro Calibán, México 1428)

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