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Medinas, mezquitas y desierto

Por María Rosa Barbaresi




Cada rincón de este país del norte de Africa tiene algo que lo hace especial, diferente.
Podemos mencionar poblaciones como Tánger porque desde su mirador sobre el Atlántico se puede ver la costa española, visitar su zoco grande donde se venden los productos que cosechan o visitar Azilah con una medina que tiene un encanto especial.
Sus casas son blancas y las puertas y ventanas están pintadas de colores. Allí se realiza el festival de intelectuales del mundo. O hacer una incursión por Rabat, capital del reino considerada como la residencia oficial del monarca y sede del gobierno.
Como tercera ciudad de Africa, Casablanca tiene un 60% de las industrias del país y es el motor económico de Marruecos.
Originariamente era un pequeño poblado de pescadores bereberes. El monumento más importante es la gran mezquita de Hassan II inaugurada en 1993, edificada sobre el agua con un alminar de 200 m, el más alto del mundo, y su sala de oración alberga a 25.000 fieles. Mármoles de Carrara, lámparas realizadas por artesanos venecianos y exquisitos trabajos hechos por artesanos del país.
Recorrí Ouarzazate, muy próximo al Alto Atlas, cuya población es bereber, con pequeños pueblos sin luz eléctrica, sin agua, con casas construidas de adobe (kasbah) que se confunden con el paisaje. Sus mujeres son las encargadas de buscar el agua en los manantiales y transportar en sus espaldas los cultivos de cereales y menta.
Marrakech es la capital turística del país, rodeada de inmensos palmerales con la mezquita Koutoubia, la obra de arte almohade más importante y con entrada prohibida a los no musulmanes. Su medina o ciudad amurallada y el atractivo de su plaza Djemaa el Fna donde se cruzan los que compran y los que venden, los encantadores de serpientes, los echadores de cartas adivinando el futuro, los curanderos y hasta los dentistas que sacan cualquier pieza de la boca con una tenaza y sin anestesia, y también ofrecen dentaduras postizas de segunda mano.
Fue realmente impactante encontrarme con Fez, la más antigua de las ciudades de Marruecos y considerada la capital religiosa, intelectual y artesanal del país. Su medina es la más importante del norte de Africa con 200 km de calles estrechas a las que no accede ningún vehículo, sólo burros y personas. Es la ciudad de los olores, los mercados, los artesanos, los ceramistas, los curtidores y los tintoreros.
En esta tierra donde las palmeras datileras tienen su propia fiesta (moussen) en la región de Tafilalet, donde se celebran las fiestas de bodas comunitarias en Imilchil, casi siempre en septiembre.
Un país distinto, con una gente amable y respetuosa, con un paisaje nunca visto que espera al turista para ofrecerle sus encantos y para que al regreso sigamos mirando las fotos que nos recuerdan.

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