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Miedo y medio




Publicado por Silvio
El indicio más fehaciente que tuve de que Silvia es muy miedosa es el que relataré a continuación. Hacía algunos meses que salíamos, ya habíamos cruzado varias barreras de esas que uno va derribando a medida que empieza un noviazgo (llamado diario, cepillo de dientes en casa, conocer a los suegros) y yo me fui a pasar una Semana Santa con amigos. Como iban a ser 4 días sin pronóstico de lluvias, le pedí a Silvia que pasara por mi casa 1 ó 2 veces para regar las plantas del patio. Hasta ahí, nada fuera de lo común. En medio de un asado cuyos detalles no contaré porque considero proscriptos, recibo un llamado de ella. Al atender, veo que tenía ya 2 llamadas perdidas suyas. Atiendo con dulzura. Me contesta en tono emergencia: "hay un bebé llorando y gritando en tu patio".
Dejo el desenlace en suspenso por unos párrafos para tratar de expresar lo difícil que es para mí reaccionar correctamente en esos momentos. Silvia siempre cree que está pasando o que pasará algo malo. En ese y en los varios episodios similares que vinieron después, lo primero que provoca en mí es incredulidad y negación seguidas de inmediata indignación. Y eso no ayuda a su psicosis, sino que simplemente la direcciona hacia mí con una pizca de maldad. También hay que reconocer que probé con comprensión y condescendencia, con la aplicación de mi máxima capacidad de racionalidad para explicarle lo erróneo (o al menos tremendamente poco probable) de su planteo temeroso, y que tampoco funcionó. Con lo cual, mejor dejar salir mi instinto iracundo.
Retomando la historia del bebé, ella estaba convencida de que alguien había arrojado un bebé desde alguno de los balcones o ventanas contiguas, y que este agonizaba en el patio de mi casa. A su vez, desde la ventana no se veía absolutamente nada (es decir que se veía que no había absolutamente nadie ni nada) y le daba miedo salir al patio a ver qué pasaba. Así que eligió llamarme. Finalmente, era un gato en celo que ni siquiera estaba en el patio sino en la medianera, pero eso lo descubrió después de que yo pasara 10 minutos convenciéndola de que no pasaba nada.
La historia es irrelevante en sí misma, y vino seguida de algunas otras historias, nunca tan descabelladas como esa ni como la que ocurrió el sábado y motivó este post.
El sábado, mientras íbamos a un casamiento, Silvia me dijo "tenemos que volver a casa: dejé la botella de alcohol que usé para higienizar mis aros sin la tapita, tengo miedo de que se evapore y algo haga explotar todo el departamento". Conté hasta 5. No funcionó. Le traté de decir de 10 formas distintas (cada una en tono más alto que la otra) lo ridículo que era lo que estaba diciendo, que parecía una loca y que no iba a volver ni loco, que volviera sola.
De más está decir que: 1) no volvimos a casa, 2) no volvimos a hablarnos casi hasta la mesa dulce, 3) el departamento no explotó, 4) la próxima vez que ella paranoiquee así, reaccionaré igual y nos pelearemos. No me sale otra cosa!

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