
La sensación es como la de estar en un concierto añorado y que no empiece. Esperando a ver a los Rolling Stones y que pasen los minutos, incluso una o dos horas, y que ellos no aparezcan. Pero, a diferencia de los desfiles de moda, los Rolling Stones son ellos, sin tener que demostrar nada a nadie, pueden hacer esperar a los cielos si quieren y sus seguidores y el mundo los van a seguir queriendo y eligiendo. Si bien hay varios grandes consagrdos de la alta moda, en cada desfile tienen que demostrar que siguen siendo grandes y por qué lo siguen siendo. No sólo por medio de la colección, que es clave, si no con cada detalle de su show: el lugar elegido, las modelos, la comodidad de los asientos... Y la puntualidad, factor fundamental aunque no siempre se cumpla.
Es importante tener en cuenta que en los front rows no sólo hay celebridades si no también críticos de moda y editores de las principales revistas que son quienes suben o bajan el pulgar. Hacerlos esperar un minuto de más es restarse puntos: si la colección no estuvo buena para ellos, lo estuvo mucho peor si el desfile empezó tarde, mucho más en Europa que ser impuntual es una falta de respeto no tan extendida como en Argentina.
Es enorme el estrés de los diseñadores antes de empezar un show. En los backstages se vive una tensión tremenda durante varias horas y de las modelos también depende que toda esta logística vaya bien. Una vez no hace mucho, mi querido Gaultier se atrasó una hora porque unos de los trajes más importantes no estaba listo. Esto significó que Anna Wintour casi se va del show, indignada. Ya lo comenté otras veces, y es que Jean Paul es capaz de pedir que se rehaga un vestido, una manga o un bordado una hora antes del show, como una vez que alguien cortó mal una pieza de cuero fundamental y tembló toda la maison horas antes del gran desfile.
En aquel show de Gaultier no la pasamos bien. Desde adentro se sentía la impaciencia de la gente, muchos tenían que correr a ver otros desfiles porque en plena semana de la moda de París, o de otra ciudad, hay show tras show, las agendas explotan y nadie quiere esperar, hay muchísimo trabajo para hacer. Si bien mi caro amigo tuvo horribles criticas por haberse atrasado tanto (aspecto que todas las crónicas remarcaron), la colección fue un éxito.
Valió la pena, pero aunque uno esté en las altas cumbres más vale no arriesgar con lo que se puede manejar. A Gaultier lo adoran y lo perdonan, casi como a un stone, pero no me olvido de su nerviosismo y su amplia sonrisa al terminar.

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