La muerte de Blanca, la hija de Carolina y de Benjamín, me generó un dolor enorme. No tengo ánimos para escribir un post, sólo estas palabras de acompañamiento a estos papás a quienes les tengo gran cariño. También siento mucha admiración por ella como colega y mujer: además de bellísima y alegre, es una gran persona, una luchadora incansable, una excelente profesional y una madre amorosa para aplaudir de pie. La última vez que nos vimos fue en Buenos Aires hace unos meses, y fue muy agradable reencontrarnos y hablar; ama a su familia, ese es su mayor valor en medio de una carrera llena de éxitos.
Me duele todo al imaginar su vacío hoy, su desasociego, su vida rota por el que debe ser el dolor más grande. No tengo hijos aún, pero lo primero que pensé al enterarme fue en mis sobrinos, y sólo tuve ganas de abrazarlos.
El viernes, después de dejar un mensaje en mi cuenta de Twitter para Pampita, alguien la hackeó y, al margen del delito que esto significa, tuvo el mal gusto de dejar en mi nombre otro mensaje, esta vez desagradable y alejadísimo de todo lo que pienso hacia esto que está viviendo ella y su familia. Son momentos en los que a ningún ser humano se le debería ocurrir un atropello así, pero es evidente que hay gente desequilibrada, dañina y ajena a todo sentimiento de pureza.
Que el amor de Benjamín, el dulce acompañamiento de Bautista y Beltrán, y la eterna luz de Blanca te sostengan hoy y siempre, Carolina. Te guardo en mis oraciones. Un abrazo fuerte desde el corazón.
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