Hoy es un día gris gris gris oscuro. Anoche me dormí tardísimo y hoy me levanté, como todos los días, al alba. Mandé a los niños al colegio y me volví a la cama. Desde la misma es que les escribo esto. Quería dormirme, pero no puedo. No puedo, ni siquiera, cerrar los ojos.
A la tarde tengo terapia, y después de eso, voy a lo de mi abogada por el tema del acuerdo. Estuve viendo y sé que es bastante usual que se firme uno cuando los matrimonios se separan de común acuerdo (es decir, cuando efectivamente el que se va no está abandonando el hogar). Nicolás quedó en mandármelo durante la mañana, pero supongo que será el mismo que pude yo misma ver en Google y esas cosas.
Realmente, si es que está con una mujer y quiere cubrirse, si me abogada me da el OK, pues bien: lo logrará.
No me interesa montar escenas de celos ni caer en situaciones patéticas. Es lo que peor me hace. Porque, además de lidiar con la tristeza de la separación, tendría que hacerlo con sentirme indigna, y con eso sí que no sé lidiar (bueno, con la separación en realidad no sé aún).
Por ahora, lo que siento es básicamente una extrañeza que no les puedo explicar. No sé quién soy, ni qué hacer. Es un momento de inflexión muy grande en mi vida.
Mirti tampoco anda bien con el novio y me pidió de quedarse algunos días de la semana, a trabajar con cama. Yo le dije que sí, claro.
Creo que está bueno que no sea yo el único adulto de la casa. No en este estado.
Yo sé, racionalmente, que esto va a pasar, que voy a volver a ser feliz, que incluso quizá sea más feliz que hasta ahora.
Es sólo que no puedo imaginármelo.