-¿El viaje inolvidable?
-A España. Viajé en 1978 creyendo que me volvía enseguida y me quedé casi cuatro años. Fue un viaje que me marcó y se volvió inolvidable justamente porque nunca estuvo previsto.
-Por la ruta, ¿mejor de día o de noche?
-Siempre de día, porque todo se ve mejor, con mucha más claridad, sobre todo cuando yo manejo. La ruta es peligrosa, tiene misterios.
-¿La gira más larga?
-Con La malasangre. Estuve siete meses recorriendo todo el país.
-Como turista, ¿cuál es tu provincia favorita de la Argentina?
-Misiones, porque a mí me gusta mucho el agua y la vegetación, y esa provincia lo tiene todo.
-¿Un país en el mundo? (además de la Argentina).
-España, por lo vivido.
-¿Cuáles son las ventajas del viajero solitario?
-Ir a la deriva. Dejarte llevar por lo que se te presenta. En cambio, cuando hay tenés que consultarlo, hay que ponerse de acuerdo.
-¿El mayor pecado de un turista?
-Comer la comida de su país en el lugar que visita.
-¿Tres requisitos que deben reunir las vacaciones ideales?
-Yo soy poco vacacionero, digamos, la verdad es que no soy muy amante de las vacaciones. Hace poco que salgo de vacaciones en realidad, más bien llevado por otros. Cuando era joven no vacacionaba, sino que viajaba.
-¿Y cuál es la diferencia?
-Ir a un lugar y quedarte todo el tiempo que quieras para conocerlo más, hasta que te canses. En principio, me parece que es más importante eso que vacacionar.
-¿La playa más linda?
-Conocí una playa muy linda en Costa Rica, de una belleza descomunal, sobre el Caribe.
-Para viajar, ¿planificador o improvisado?
-Improvisado.
-¿Qué hacés con tu mascota cuando te vas de viaje?
-¡Ah! Tengo una gata que se llama Katita desde hace poco. En este breve período, sólo hice viajes cortos, así que le pido a alguien que venga a visitarla, a ver cómo está y que le dé su comida.
Lorenzo Quinteros es actor y director de teatro. Desde principios de este mes retomó la dirección de El cielo de otros lugares, espectáculo con dramaturgia de Daniel Zaballa, sobre el cuento El cocodrilo, de Felisberto Hernández. Los viernes, a las 20.30, en la Sala González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543.
EL ENCANTO DE IRUYA
"En el último viaje que hicimos con mi mujer (Romina Moretto), a Salta y Jujuy, fuimos a un lugar que no conocíamos, Iruya, de una belleza extraordinaria. El viaje desde Tilcara asusta bastante, porque vas en un pequeño colectivo todo el tiempo por un camino de cornisa. El tipo maneja charlando, mirando para atrás, fumando, y tu vida depende de él. Es impecable lo que hace, en medio de un paisaje que es una cosa de locos.
"La cuestión es que llegamos a Iruya, un pueblito muy pequeño perdido en el Altiplano, con un hambre tremendo, porque el viaje duró como tres horas. Nos indicaron un lugar para comer, una casa de adobe, típica del lugar, pero a todas vistas era una casa, no parecía un restaurante. Nos recibió una mujer, le preguntamos si daba de comer, ella nos respondió que sí.
"Pero lo que más nos llamó la atención, lo que más gracia nos hizo, es que todo el tiempo nos hablaba en plural aunque estaba completamente sola: Porque nosotros aquí podemos servirles tal cosa o tal otra; tenemos tal plato de entrada, tal otro plato principal, tales postres. Siempre tenemos. Le pedimos pollo con arroz azafranado y al rato apareció ella para traernos los platos.
"En realidad fue la única persona que vimos todo el tiempo. Antes de irnos, vimos que en una pared colgaba una especie de diploma del municipio de Iruya, algo así como una autorización para servir comidas. Es evidente que le habían dado un curso sobre cómo hablar a los turistas, por lo que lo hacía todo el tiempo en plural, con una atención esmerada, casi institucional, como si nos encontráramos en un hotel 5 estrellas, aunque en realidad hasta preparaba las comidas ella misma."