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Otro invierno a fuego y nieve

A pocos kilómteros de Ushuaia, Cerro Castor, el centro de esquí más austral, es también uno de los más internacionales del país, donde se cruzan equipos nacionales europeos en pleno entrenamiento con cada vez más turistas extranjeros en busca de una experiencia diferente




Hay ambiente de fiesta en el Cerro Castor. Es un clima de celebración contenida, por supuesto, acorde con la discreción propia del mundillo del esquí y también con el temple de la gente de montaña, y encima, patagónica. Pero se nota el humor festivo, no cabe duda. Y no sólo porque los técnicos estén instalando una pantalla gigante y un sistema de sonido mientras otros corren de acá para allá con más preparativos para la tradicional Bajada de Antorchas, que tendrá lugar esta tarde.
No, el ambiente de fiesta se debe más bien a que la nieve hizo finalmente su gran entrada a este centro de esquí, a 26 kilómetros de Ushuaia. Este año, las nevadas se demoraron un poco más de lo habitual en buena parte del país y, en particular, en Tierra del Fuego. Cerro Castor, a pesar de ser desde hace quince años el centro de esquí más austral del mundo, no se vistió de blanco tan temprano como acostumbra hacerlo. Pero desde hace unos días, la madre naturaleza ha puesto las cosas en orden no sólo en las pistas, sino también en la misma ciudad, que luce realmente espléndida bajo el pálido manto.
"La nieve tardó como no ocurría hace muchos años. Y tuvimos el Mundial, que también demoró un poco el arranque pleno de la temporada. Si tenían que darse esas dos cosas, me alegro que hayan sido al mismo tiempo", reflexiona Juan Carlos Begué, titular de la concesión de Castor, mientras termina un plato de róbalo, la pesca del día, en Terrazas del Castor, el restaurante de la Cota 420, que hasta sushi ofrece a los esquiadores de buen paladar.
Terrazas del Castor es el más nuevo y también el más elaborado de los lugares para saciar el apetito en esta montaña. Como casi todo restaurante de su tipo, no es lugar para buscar gangas, pero un plato gourmet a la carta cuesta exactamente lo mismo que una milanesa con puré en modo autoservicio de otros centros de esquí patagónicos. Tiene, además, espectaculares ventanales a la pista azul Águila Mora, una de las vistas favoritas de Begué, que ahora va por el postre y no deja de saludar a habitués. Aunque sólo parece disfrutar relajado de su almuerzo, se podría sospechar que, en realidad, paró ahí un poco para controlar el servicio y otro para recibir a los invitados, dejarse ver, ponerse a disposición.
La escena se repetirá por el resto de la temporada. Cerro Castor, al fin, no sólo es un destino turístico familiar, sino también es una empresa familiar en la que Begué y sus hijos siguen personalmente cada detalle, desde las instalaciones en la base hasta el último cañón de fabricar nieve. No es algo frecuente en este tipo de lugares y por eso a muchos visitantes les gusta, como quien valora esos restaurantes donde los dueños andan entre las mesas saludando, recomendando la pesca del día, bromeando, aportando algo más que una buena cena o, para el caso, un buen día de esquí.

Operación Halcón Peregrino

Desde su inauguración, en 1999, Cerro Castor ha crecido en distintos aspectos. Hoy cuenta con más de 30 pistas, doce medios de elevación, el ya imprescindible snow park para los snowboarders hiperkinéticos, cuatro restaurantes, rentals de equipo, etcétera. Este año estrena Halcón Peregrino, una pista muy particular: llega hasta la base por encima de sesenta metros de nuevo túnel sobre la ruta nacional 3, que une Ushuaia con el cerro.
Esa pista negra es la principal obra con vistas a la obsesión de los Begué por estos días: el Interski, el mayor encuentro del mundo de instructores de esquí y snowboard, y el Campeonato Mundial de Instructores, que se desarrollarán entre el 5 y el 12 de septiembre del año próximo en Castor, un gran hito para el centro de esquí, para Ushuaia y para el resto de la Argentina como destino turístico de invierno a nivel internacional.
La International Ski Instructors Association (ISIA) la eligió como sede en 2011. Desde entonces, los mayores esfuerzos apuntan a preparar la infraestructura para tamaño acontecimiento (por primera vez en el hemisferio sur), para el que se esperan unos 1500 participantes de cuarenta países.
Pero hace tiempo que Cerro Castor está en el mapa de los esquiadores del hemisferio norte. En las últimas temporadas, cada vez más equipos europeos resignan parte de su verano para entrenarse por tres semanas en las pendientes fueguinas. Según Begué, el año último estas delegaciones, de países como Suiza, Italia y Noruega, ocuparon unas 10 mil noches de hotel en Ushuaia, con el doble beneficio para la industria turística local y el prestigio del centro de esquí.
Ahora, los primeros en llegar son la escuadra de Andorra y un club de Courchevel, Alpes franceses, ambos fácilmente distinguibles con sus uniformes, corriendo desde temprano bajo el control de los entrenadores. Trabajan en circuitos cerrados exclusivamente para ellos, pero a la vista del público casual, lo que le da un color distinto a esta montaña. En los últimos juegos de invierno de Sochi, entre los deportistas que se pusieron a punto en Castor se anotaron 10 medallas de oro, 11 de plata y 6 de bronce en distintas disciplinas. Begué, orgulloso, recuerda el dato como si se tratara de una cosmopolita delegación local.

Naciones unidas

Por otra parte, también va en aumento la cantidad de extranjeros sin sueños olímpicos en el cerro. En particular, brasileños, instaladísimos ya en Bariloche (o Brasiloche...), y que empiezan a deslizarse cada vez más seguido por otras montañas. Acá, de 2012 al año último, su presencia creció en un 30 por ciento. Se los ve ascender por la silla Del Bosque, tomando clases en las pistas más simples o armados con miles de dólares en fierros de marcas premium; helados, pero con una felicidad a prueba de goleadas históricas. Si les preguntan suelen confesar que es su primera vez en Ushuaia y que la eligieron como una alternativa justamente para no coincidir con tanto compatriota en Bariloche o Las Leñas.
En el cerro, que un día de temporada alta contabiliza entre 2500 y 3000 pases, trabajan unos 300 empleados. Para un panorama aún más ecléctico, entre ellos también hay extranjeros. Como la francesa Cathy Nogué, que después de trabajar en las Nieves Catalanas lleva cuatro inviernos en Castor y parece determinada a permanecer en Ushuaia. "El trabajo es bastante parecido al de los centros europeos, pero la gente acá es muy distinta, muy cálida, más abierta que nosotros, los franceses, que somos más individualistas, egoístas..."
Hasta ahí llega la reflexión de Cathy, una de las encargadas de información en la montaña, porque la llaman por el handy para coordinar el cierre del teleski de Los Castores. Son casi las 17 y en minutos comienza la esperada Fiesta de la Nieve, para celebrar una semana de nevadas y el comienzo, ahora con todo, de la temporada.
Como cada año, el festejo tiene su punto fuerte en una bajada, en este caso por la mencionada pista nueva, de unos ochenta instructores, pisteros y deportistas, iluminando el anochecer con sus antorchas. La columna marcha desde Villa Las Cotorras a través del valle, mientras en el Castor suena música en vivo, dos robots con luces LED bailan entre la gente que entra en calor con chocolate caliente y cerveza. La gobernadora fueguina, Fabiana Ríos, y el intendente de Ushuaia, Federico Sciurano, que no coinciden políticamente en mucho, se juntan para ratificar la relevancia del turismo para la zona. Begué sonríe entre los dos.
Llega el diario toque de queda y es la última subida por la silla Del Filo, que termina en uno de los lugares más característicos de Castor, una especie de portal formado por dos muros de piedra, que parecen simbolizar el ingreso a otra dimensión. Dan paso, en verdad, a la pista La Brecha. Como suele ocurrir, en la silla coinciden dos perfectos desconocidos con tablas de snowboard: Juan Pablo, un fueguino de 17, y un porteño 24 años mayor. Juan Pablo se queja porque recién ahora ha y nieve . "Y acá, ¿si no esquiás qué otra cosa vas a hacer? En Ushuaia no pasa nada. Me muero de ganas de irme a Buenos Aires, no me banco más", dice, los pies suspendidos a diez metros de roca y nieve. El porteño escucha y respira, y saborea una vez más, como lo viene haciendo sin pausa desde hace 48 horas, el increíble aire de esa montaña. Piensa unos segundos en lo que dijo el privilegiado Juan Pablo hasta que rompe el silencio con un susurro, la vista clavada en los esquiadores que bajan por La Brecha: "Vas a extrañar todo esto..."

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