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Pamukale, para poner la salud a punto

Las termas turcas, semejantes a un castillo de algodón, son un fenómeno de la naturaleza incomparable




En el centro de la meseta de Anatolia, se encuentra Pamukale, uno de los destinos turísticos más visitados de Turquía. Se trata de una estación termal que sorprende al viajero cuando se pasa por la ruta. De pronto, en un recodo del camino, se ven unas extraordinarias formaciones calcáreas que se elevan unos cien metros sobre la llanura y a las que el lugar debe su nombre. Pamukale quiere decir castillo de algodón. Y, en verdad, las curiosas y bellísimas terrazas blancas parecen una fortaleza de azúcar o de algodón.
El valle de Menderes, donde se halla Pamukale, es una grieta. Las aguas termales que corren por allí contienen sustancias calcáreas y dióxido de carbón, y caen en cascadas en piletones y terrazas naturales. Las piedras han quedado blanqueadas por efecto de los residuos minerales; además las aguas se han cristalizado formando agujas y telones tan blancos como brillantes.
En la actualidad, Pamukale se ha convertido en un centro turístico y terapéutico con una gran concentración de hoteles donde se alojan quienes buscan sobre todo un eficaz tratamiento contra el reumatismo. Se dice también que los baños de Pamukale tienen un efecto rejuvenecedor sobre la piel, por lo que el público que frecuenta los restaurantes, cafés y lobbies de moteles es más bien maduro.
Las virtudes curativas de Pamukale son famosas en todo el mundo, hasta el punto de que numerosos integrantes de la realeza europea, entre ellos la princesa Margarita de Gran Bretaña, pasan allí largas temporadas de reposo. Los hoteles tienen piscinas que contienen las célebres aguas termales.
En verano, sin embargo, son muchos los viajeros y pacientes que prefieren tomar sol al aire libre en esas extrañas playas de blanco cristal, así como bañarse en las hoyas de agua caliente, en vez de hacerlo en las piletas cubiertas.
El espectáculo de toda esa gente semidesnuda en un paisaje que parece nevado es desconcertante. Una sociedad cosmopolita circula en los distintos establecimientos hoteleros y se pasea por los monumentos históricos cercanos. La belleza de las construcciones de épocas romana y bizantina invita a prolongadas caminatas durante las tardes. Los cipreses, arbustos y flores silvestres que sirven de marco a los arcos, templos e iglesias semiderruidas contribuyen al peculiar encanto del lugar. Las bondades de las termas de Pamukale ya eran conocidas en la antigüedad. A pocos metros de la zona termal, están las ruinas de Hierápolis, una ciudad fundada a principios del siglo II a. C. por el rey de Pérgamo. La calle principal está flanqueada por pórticos y restos de importantes edificios. La parte rescatada de Hierápolis parece haber sido la más comercial. Hay otras calles, inundadas por el agua de los manantiales y convertidas en hermosas piscinas donde es posible nadar y encontrar tumbadas viejas columnas romanas.

Los tiempos de Septimio Severo

La construcción más monumental que se conserva en Hierápolis es el teatro, levantado en tiempos de Septimio Severo. No fue construido en mármol, sino en piedra calcárea. En la fachada del escenario, hay relieves que muestran a Apolo. Tenía una capacidad para 15.000 personas, lo que indica la popularidad de las termas. En la actualidad, en verano, se utiliza el anfiteatro para representaciones y recitales.
Como el dios protector de Hierápolis era Apolo, había en la ciudad un templo en su honor (siglo II), del que se han recuperado algunas ruinas. Fue construido sobre una cueva de la que se dice emanaba un gas venenoso. La cueva recibió el nombre de Plutonium. En la actualidad, el sitio está perfectamente indicado como un lugar peligroso y se lo llama el hueco chino.
Un acueducto, que todavía puede verse, proveía de agua a la ciudad. Había dos ninfeos, dos grandes fuentes en Hierápolis, que recogían las aguas. En el ninfeo que está en el templo de Apolo existía una piscina y detrás un muro con estatuas.
También son muy interesantes los baños de la ciudad, detrás de los cuales hay una iglesia bizantina del siglo VI. Este templo cristiano tiene tres naves con una cúpula y fue usado hasta el siglo XI. Las piedras con que está hecha la piscina del hotel Pamukale provienen de esta iglesia y de la calle principal de Hierápolis. Las riquezas arqueológicas han tenido, como se ve, una utilidad contemporánea: los actuales turistas se bañan entre los recuerdos de los imperios Romano y Bizantino.
Junto a la puerta norte de la ciudad, hay un enorme cementerio con más de 1000 sarcófagos de piedra tallada, otro indicio de la importancia que había alcanzado el centro termal en la antigüedad. Las tumbas de la época helenística y romana fueron destruidas en el período bizantino para robarlas.
Si se hace un tour por el interior de Turquía, conviene detenerse para descansar en Pamukale. Darse un baño termal en las terrazas del hotel Pamukale y pasear por Hierápolis a la caída del sol es una experiencia que ningún viajero puede olvidar.
Hugo Beccacece

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