Newsletter
Newsletter

Paraíso de sirenas: la isla Gorriti

A diez minutos de navegación y sobre la costa que queda oculta a la vista de Punta del Este, la playa invita a dejar correr el tiempo




El mar está manso y azul. Apenas el viento mueve en redondo unos 40 barcos, entre yates y veleros, que están fondeados frente a la orilla. De repente, alguien se zambulle desde una cubierta y nada hacia la playa con el encanto de una sirena.
Cuando va llegando y el agua ya la muestra más abajo de la cintura, se dejan ver dos estilizadas piernas y uno se da cuenta de que de sirenita no tiene nada, salvo el espléndido bikini verde.
El espectáculo visual se repite a cada rato en la isla Gorriti y sólo se interrumpe cuando el de la zambullida es un veterano ballenato.
Eso es del otro de la isla, en la parte que se esconde de la mirada de la península de Punta del Este y a la que siempre se denominó Playa Honda, un lugar que por su nombre permite fondear muy cerca de la arena a todas esas embarcaciones. Allí siempre hubo un parador, el actual se llama Gorrito, y ofrece todo lo típico de un lugar de playa: tragos, chivitos, un plato de mariscos y una infaltable ensalada, no sea que la sirenita pierda la línea, la armonía y la gracia.
Pero la isla no es exclusiva de los nautas. Por suerte para los que de velas y timones no entienden nada hay un servicio desde el puerto de la punta que por unos seis dólares y diez minutos de navegación los deja en el muelle de Puerto Cañón, desde el que sólo hay que trasponer un sendero para llegar a Playa Honda. Los barcos salen cada media hora. Y el último regresa a las ocho y cuarto de la noche, de no tomarlo uno se quedará más aislado que en Alcatraz.
La isla Gorriti guarda muchas historias, como que alguna vez fue cementerio de los no católicos y hasta de algún inglés, pero la más jugosa es la de "el bombero francés".
Cuentan que hace una treintena de años apareció en Punta del Este un extraño personaje llamado Pierre y que se había enamorado de la isla y de la protección que le daba su vegetación a su huraña personalidad.
Dicen que cruzaba en canoa, a veces a nado, y durante días permanecía allí comiendo alguna hierba y pescado crudo.
Pero Pierre comenzó a ser conocido por sus arrojadas y locas actitudes. En realidad solía cargar un balde de agua y a todo aquel que prendía un fuego se lo apagaba de un baldazo. Hasta llegó a empapar por entero a una señora que acababa de encender un cigarrillo. Cuentan que la gente le disparaba y se cuidaban de fumar al verlo venir como ahora se cuidan en los bares de la península con la reglamentación del aire puro.
Finalmente se supo la verdad: Pierre, el apodado "bombero francés", era un fanático religioso que adoraba a Juana de Arco y no podía sacar de su cabeza la imagen de la heroína en la hoguera.
Por eso algunos veteranos todavía bromean cuando alguien pide fuego: "¡Guarda; mirá que me parece que por ahí anda Pierre!"
Por Mariano Wullich
Enviado especial

¡Compartilo!

SEGUIR LEYENDO

Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo

Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo


por Redacción OHLALÁ!


 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2022 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.

QR de AFIP