Tenía una asignatura pendiente: los fiordos chilenos. Desde Puerto Natales partí en un pequeño barco -salen dos iguales todos los días- hacia los glaciares Balmaceda y Serrano, a los cuales se llega navegando por los fiordos Eberhard y Ultima Esperanza. Cuando zarpamos, teníamos al frente la Cordillera bañada por el Pacífico y un paisaje de postal. Peñascos altísimos, cerros que se sumergen en las frías aguas, la Cascada de los Cóndores. A nuestra derecha tuvimos la visión del macizo del Paine, siempre azul como lo dice su nombre en araucano. A la izquierda el Parque Nacional O Higgins y luego, el comienzo del fiordo Ultima Esperanza. A medida que avanzamos por el fiordo, el paisaje se torna más agreste y las montañas son más elevadas. Por la proa nos encontramos con la figura del monte Balmaceda, enmarcado por su glaciar que deja caer sus hielos al mar. Navegamos hasta Puerto Toro y caminamos por un sendero a la orilla del mar, en medio de un bosque, hasta el glaciar Serrano.