La basura está ahí y hay que aprender a lidiar con ella - Créditos: Paula Teller
Por María Eugenia Castagnino
Aunque parezca redundante, lo bueno y poderoso de estar vivos es justamente eso: estar vivos. Y desde hace milenios, los organismos vivientes compartimos algunas características imprescindibles para que eso sea posible. Una de ellas es fabricar productos de desecho: mal que nos pese, la basura nuestra de cada día nos rodea, es inevitable y forma parte del ciclo de nuestra humanidad. Para estar vivos, necesitamos recibir "nutrientes" de todo tipo -desde el oxígeno hasta alimentación-, y también la invaluable compañía y estimulación de los que nos rodean, sin la cual nos veríamos privados de razones para vivir o para actuar. Así somos. Seres que dependen de otros seres.
Así como nos nutrimos, también es necesario expulsar aquello que no nos nutre: eso también forma parte de lo que la evolución terminó estableciendo como necesario para estar vivos. Yendo al terreno cotidiano, esto nos sucede en todos los ámbitos: nos alimentamos y luego vamos al baño; o ese sillón que te parecía divino, ahora no sabés dónde meterlo; o cuando conociste a tu pareja, él era simplemente perfecto, pero con el tiempo te encontraste con sus "basuritas".
Nuestra propia naturaleza, la del cuerpo y la de la mente, se niega rotundamente a metabolizar aquello que nos hace mal, que nos intoxica, entonces lo repele, lo saca, lo expulsa ... Siguiendo con la analogía del cuerpo, él se encarga solito de deshacerse de las toxinas, pero en el caso de la mente, las emociones y los vínculos, la cosa se vuelve más complicada. Pero no imposible. ¿ Te animás a armar tu propio sistema de reciclaje de basura mental? Te proponemos descubrir cómo podés renovar esos pequeños contratos cotidianos, con los demás y con vos misma. Nada nos obliga a andar cargando un container de basura con nosotras, y aun así, a veces lo hacemos ensuciándonos con una fina capa maloliente de polvillo llamada "crítica" o "queja"... Así que manos a la obra... ¡y a reciclar!
La basura
En nuestro fluir de todos los días, tenemos que lidiar con lo tóxico: sabemos que no todo en la vida es lindo, bueno y brillante. Hay cosas que no huelen bien, que nos caen pésimo, y no existe Hepatalgina que valga para procesarlas. Pero lo cierto es que la basura está ahí y hay que aprender a lidiar con ella. ¿Cómo? Existen varios caminos: el primero es el de la ilusión. Claro que es una buena noticia saber que también somos los únicos seres con ilusiones, dotados de esa maravilla llamada "conciencia" que viene con nosotros de fábrica y que nos vuelve únicos, dado que esta capacidad no la compartimos con ningún otro ser vivo sobre la faz de la Tierra. Y son ellas -las ilusiones- las responsables de dibujar un escenario que huele a felicidad intensa y estable, y terminamos comparando nuestra realidad con esos escenarios. Si uno mantiene intacta la ilusión, no hay espacio para la basura. Lo repetimos siempre: a la ilusión no hay con qué darle. ¿Quiere decir que así se neutraliza o desaparece la basura? No, seguramente lo tóxico siga pululando por ahí, pero en este caso lo que hacemos es barrerlo y meterlo, escondidito, debajo de la alfombra. "Gordi, vos siempre vas a ser mi Príncipe Azul", le decís a tu chico a pesar de todos esos defectos suyos que te parecen insoportables. Pero de ahí a la desilusión hay un solo casillero, y cuando caemos..., creemos que la culpa la tiene nuestra suerte, nosotras mismas o los que nos rodean. Jamás vamos a pensar que las responsables del dolor de la desilusión sean las mismas ilusiones con las que proyectamos y evaluamos nuestra vida.
El otro camino quizá sea un poco más engorroso, porque nos conecta con el conflicto, la confrontación y la pelea. "Mmmm, no sé, no me cierra, no me cae bien...", decimos internamente cuando tenemos enfrente a alguien que nos irrita, entonces se nos prende el alerta roja y no dudamos en salir enseguida a la defensiva y decirle: "Pará un cachito, acá no me traigas basura, que eso me contamina y no tengo tiempo ni ganas de ensuciarme con eso...". ¿Y qué hacemos? Acá también aparece la ilusión, pero con otro sentido, esta vez como: "Hay una manera correcta de ser, y es la que yo pienso" o "él se va a dar cuenta de que tengo razón y va a ser como yo digo" o "si no hace un esfuerzo, es que no le importo...". En honor a la verdad, se vuelve imposible convivir en este estado. Tampoco es cuestión de andar confrontando todo; la idea es ahorrar energía reciclando la toxicidad de todos los días.
Aprendé a separar los residuos de tu vida - Créditos: Paula Teller
La separación de residuos
El equilibrio está en encontrar un balance entre la ilusión y la pelea. Vivir ilusionadas o -por el contrario- pasarnos la vida a la defensiva es muy desgastante. Por eso, vale la pena tomarse el trabajo de presupuestar en nuestra mente un sistema de evacuación de nuestra propia basura y de la toxicidad de los otros. Una especie de "papelera mental de reciclaje" que nos pertenece y cuya premisa básica es aceptar. Aceptar todo: lo que es y también aquello que no es. Aceptar que tu novio se levanta malhumorado y es mejor no hablarle hasta pasado el desayuno, aceptar que tu compañera de trabajo es quejosa y criticona por deporte, aceptar que tu amiga egocéntrica no puede escuchar tus mambos si cada dos minutos no habla de ella misma... Podríamos pensar que simplemente "es lo que hay". Y lejos de sentirnos conformistas, la cuestión pasa por comprender que no somos perfectos. Ni nosotras ni ellos. Y esto también vale para los seres que vos elegiste para formar tu sistema de relaciones: todas nuestras elecciones tienen su costo (y su consiguiente "basurita").
Pero si una mete las molestias que la vida produce en un "presupuesto mental", cuando efectivamente ocurren, tu cabeza ya armó un mecanismo para manejarlas y decidir que no hay que prestarle demasiada atención a eso. Las ignorás y chau. Reciclás esas molestias, y así conseguís que no te intoxiquen e incluso prevenís estados de ánimo como la intolerancia o el enojo.
El reciclaje
Cuidá tus reacciones, poné límites y evaluá el costo - beneficio de las toxinas ajenas - Créditos: Paula Teller
Su etimología nos remite a la idea de transformación, de ciclos, de encontrarle una nueva utilidad a aquello que descartamos o que nos hace mal. Y así como existe un procedimiento para hacer compost con la basura, o reciclar materiales como el papel, el plástico o el vidrio, también hay algunas conductas que podés poner en práctica para que tu "reciclado mental" sea cotidiano y efectivo:
Cuidá tus reacciones: ¿sabías que tu propia reacción puede ser lo que te está intoxicando?¿No estarás ahogándote en un vaso de agua, magnificando o hiperreaccionando a lo que no te bancás? Por eso, de la misma forma en que te brotás cada vez que te enfrentás a eso que no te gusta de los otros, podés construir aceptación. Es importante no dejar crecer el rechazo en vos, porque a medida que ese germen crece, también nuestras reacciones se vuelven imprevisibles y podés terminar armando un escándalo mayúsculo si es la vigésima vez que tu hijo llora a las tres de la mañana y tu pareja sigue durmiendo como si nada. Acordate: es muy irresponsable intoxicarse con la basura propia o ajena.
Poné límites: venimos diciendo que la clave pasa por construir aceptación, pero tampoco hay que irse de mambo. Por ejemplo, si tu hijo llora todas las madrugadas y tu pareja ni se inmuta, va a llegar un momento en el que -tácitamente- se asume que siempre sos vos la que se levanta para darle la mamadera y arrullarlo. Para que la aceptación no se transforme en sometimiento, hay que dejar de ser "la buenita de la película" por un rato y preservarse. Porque si no, te intoxica, y frente al primer comentario sobre el tema, seguramente vas a estallar en un rosario de reproches enfurecidos mientras que el otro ni siquiera sospecha que su actitud te molesta.
Calculá la relación costo-beneficio de las toxinas ajenas: no hay que salir con una calculadora en la cartera, porque ésta es una matemática emocional e inconsciente que hacemos todo el tiempo a través de los sentimientos, y que tiene resultados en lo consciente. Básicamente, se trata de medir cuánto de vos demanda tolerar la basura de otros y, en tal caso, si vale la pena el esfuerzo. Por ejemplo, si todas las semanas, una amiga te invita a tomar un café para quemarte la cabeza con el mismo tema de siempre, pero, a través de eso, vos sentís que se profundiza la relación de amistad entre las dos y que tus palabras la ayudan de alguna forma o le hacen bien para estar mejor, buenísimo. Avanti , si el esfuerzo es acorde con el beneficio o si simplemente sirve para reafirmar una vez más: "Listo, Fulana es así, y la elijo igual como amiga". Pero ¿qué pasa cuando vos sentís que tus palabras o tu compañía caen en un saco vacío? ¿Vale la pena el esfuerzo sin recibir nada a cambio? Si tu queja pasa a ser: "Uf, todas las semanas el mismo cuento..." o empezás a buscar excusas para no verla, o directamente te enoja que, en su narcisismo, todo gire alrededor de ella y jamás te pregunte si vos estás bien..., quizá sea el momento de redefinir vínculos.
En conclusión..., ¿podemos zafar de la "basura"? No, imposible. Y entonces..., ¿dónde pensamos ponerla? En esta respuesta radica la diferencia: lo más sano y beneficioso para nuestro bienestar es trabajar conscientemente en crear la "papelera mental" e ir volcando ahí todo aquello que nos podría intoxicar de nosotras mismas y de los que nos rodean. Lo que huele mal o no te cierra, mandalo ahí. Con aceptación y decisiones reales, podés transformarlo en otra cosa: en tolerancia, en nuevos vínculos -quizá soltando definitivamente aquellas relaciones que no te nutren- o en nuevos contratos cotidianos. Y al igual que pasa con las cosas recicladas, lo que ayer era una pila de diarios viejos, hoy es un precioso cuaderno para escribir una nueva historia, las cosas adquieren otro sentido y un brillo diferente al sentirse transformadas. Redescubrís su valor. Ahora, queda en vos decidir en qué querés convertirlas
Experta consultada
Lic. Inés Dates
Psicóloga
Psicóloga
¿Cuáles son los residuos en tu vida cotidiana? ¿Cómo pensás que podés cambiarlos?