En el suplemento de viajes del excelente diario londinense The Guardian hay 132 recomendaciones sobre la Argentina en general y Buenos Aires en particular. Son tips intercambiados entre sus lectores. La palabra se puede traducir como propina , e implica datos, consejos, chimentos. Lo que llamamos estar en la precisa.
En esta fuente como en las de otras publicaciones influyentes ( The New York Times , Los Angeles Times , USA Today , Travel & Leisure , Conde Nast Traveller , entre otras) hablan muy bien de sus experiencias. Es un balance positivo, en Sol Mayor, que fue aumentando desde hace cuatro años hasta los últimos meses. Pasamos de los descubridores de destinos hot a los convencionales que siguen la onda al convertirse en moda.
El panorama tiene algunos reparos que son significativos, como las tarifas diferentes para residentes y extranjeros en los aviones o la que da lugar a discusiones en el mostrador de algunos hoteles que cobran en pesos o dólares y euros. O la sorpresa de tener dos entradas diferentes para el Teatro Colón o los parques nacionales.
Esa discriminación no se produjo en los restaurantes porque sólo facturan en pesos. Los críticos podríamos ser los locales porque los precios aumentan en los lugares de lujo al compás de la demanda de los visitantes.
El chaparrón que vino de afuera, que evolucionó hacia un manantial que no cesa, no sólo trajo dinero. Al mismo tiempo contribuyó al notable mejoramiento de los servicios porque nos contagió sus estándares en los controles de calidad y el respeto a la relación costo versus precio. Los emprendedores locales, con la colaboración positiva de las autoridades nacionales, provinciales y municipales, se pusieron las pilas en una sinfonía donde es un pecado desentonar. En lugar de quejarse por lo que les falta aprovecharon todas las circunstancias posibles para crecer y desarrollarse.
También para mochileros
Se ofrecieron nuevos lugares y redescubrimos la ruta 40 o el rally entre bodegas, se valorizaron los sitios tradicionales, se multiplicaron los hoteles y hosterías cinco estrellas no sólo en la Patagonia o Mar del Plata, sino en Córdoba, Mendoza y Salta; surgieron los hoteles de tres y cuatro estrellas que miran arriba, y especialmente en Buenos Aires se vive un boom en continuado que empieza cuando uno (o el extranjero) llega.
Puerto Madero se está poblando y no sólo hay departamentos vacíos para invertir. La avenida Alvear -lo mismo que Quintana o Posadas- puede competir en marcas con las mejores calles de Europa, Estados Unidos o Australia. Los blues de Palermo Viejo se transformaron en el rock de Palermo SoHo, Hollywood o Las Cañitas, donde la palabra cool es el nuevo lunfardo. El auge de los alquileres temporarios levantó el ánimo cuando se temía una nueva intervención oficial en propiedades olvidando que el remedio suele ser peor que la enfermedad.
No sólo es cuestión de turistas con plata. Los mochileros están continuando en San Telmo la tarea de revalorización del barrio del arquitecto José María Peña. Florecieron hostales familiares, tipo Madrid, y se recuperaron casas venidas a menos con esfuerzo e imaginación. En avenidas y calles como Garay, Chacabuco o Estados Unidos inventaron terracitas que en lugar de malvones publicitan Garden suites .
La Argentina puso sus paisajes y su gente en la vidriera. Para propios y ajenos. La ventaja cambiaria ayuda, pero no es todo. Hoy reconocemos la riqueza del patrimonio físico y humano; comprendemos que conservarlo es un buen negocio. Turístico y mucho más.
Por Horacio de Dios
almadevalija@gmail.com
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