"Los rituales del baño de mar implicaron un capítulo especial en las jornadas veraniegas. En sus orígenes fueron grupales y se tomaban con vestimenta completa. Maridos y amigos ayudaban a las damas, pero de ningún modo "se hacía sociedad" en traje de baño. En 1888, la Municipalidad de Mar del Plata sancionó el Reglamento de Baños, que establecía, además de la prohibición del desnudo, que los cuerpos debían estar completamente cubiertos desde el cuello hasta las rodillas y los varones separados de las mujeres, por no menos 30 metros entre unos y otros. También se prohibía el uso en las horas de baño de anteojos de teatro u otro elemento larga vista, así como situarse en la orilla cuando se bañaban las mujeres; igualmente era vedado el uso de palabras deshonestas o contrarias al decoro.
"Según Julio César Gascón (1946), esta ordenanza fue motivada por un gran escándalo ocurrido en la playa Bristol cuando un mediodía, en momentos en que la vieja confitería Bristol en la Rambla se hallaba a pleno, se presentaron dos "jovencitas enfundadas en trajes de baño impúdicos", dejando los brazos y la mitad de las piernas descubiertas, además de un pronunciado escote. El hecho provocó el rápido éxodo de la playa, que en pocos minutos quedó vacía y se despertaron fuertes críticas. Más allá de estas anécdotas, lo cierto es que la vida playera transitaba en una permanente tensión entre lo prohibido, lo permitido y las modalidades para evadir las reglas estrictas. Y, como juzgaba Eduardo Wilde, en esto sí se diferenciaba de Europa, al predominar un tono severo y un obsesivo temor a la crítica que paralizaba hasta la más mínima tentativa de franca familiaridad.
"En general, los argentinos no sabían nadar y preferían quedarse a una distancia prudente de la onda , como apelaban a la ola. Y eran los extranjeros quienes más se atrevían con el bravío océano, en especial los ingleses, que promovieron tanto las prácticas acuáticas como el juego de golf en 1890. Aquel lúdico mundo playero se desarrollaba a lo largo del margen superior de la playa, donde varios taburetes y sombrillas plegables protegían a padres y niñeras mientras los niños, con sombreros de paja y de tela, jugaban en la arena junto al mar, tratando de hacer castillos.
"En el borde del mar se hallaban los bañeros, aquellos inmigrantes italianos o vascos individualizados con el bañador negro que ayudaban a los debutantes, en especial a las damas y los niños, a sortear los avatares del oleaje. Se habían colocado unas cuerdas para que los bañistas, tomados de ellas, se internaran de a poco entre el vaivén del oleaje."
Fragmento de La conquista de las vacaciones . Breve historia del turismo en la Argentina , de Elisa Pastoriza, que la editorial Edhasa acaba de publicar. La autora es licenciada y magister artis en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata, donde actualmente es docente y directora de la maestría en Historia. Anteriormente publicó Los trabajadores de Mar del Plata en vísperas del peronismo (1993) y Un mar de memoria. Historias e imágenes en Mar del Plata (2009).
Publicado por Dr. Fergusson / 13 de marzo de 2011 / 1.28 A.M.