Papá me cita el domingo "para que charlemos un poquito el tema de tu casa nueva y el préstamo". Comenzó la frase con Sofía que es lo mismo que hace mamá cuando tocamos temas serios, como si a mis treinta y pico de años no pudiese distinguir entre algo importante y una banalidad. Sin embargo, tengo que admitir que grandulona como estoy, aún tiene su efecto.
Papá está con lápiz y block en mano y escribe números dividiendo la parte del préstamo "bonificada" y la que debería devolver en "cómodas cuotas". Todo muy justo y muy prolijo. A veces me pregunto si soy realmente su hija. Pasada la fase formal, se levanta y trae una botella de champagne y brindamos los tres. Están felices y mamá está a punto de elegir el color de las paredes (con todo lo que falta).
Me gustan estos momentos en familia (breves) y sentir que los tengo ahí para apoyarme.
El Chico llamó anoche, de la nada.
-Quería saber cómo estabas...
-Bien, todo ok, saliendo justo a comer. Hablemos mañana...
Pero por adentro dije:
Pésimo ando.
Me hubiese encantado compartir con vos la alegría de mi nueva casa.
No puedo creer que hayas salido con una mina.
Me morí de celos.
Te odié.
Te extraño.
Te sigo dedicando mis éxitos y mis fracasos.
Pésimo ando.
Me hubiese encantado compartir con vos la alegría de mi nueva casa.
No puedo creer que hayas salido con una mina.
Me morí de celos.
Te odié.
Te extraño.
Te sigo dedicando mis éxitos y mis fracasos.
Volvé.
No te quiero ver nunca más en mi vida.
Ya te olvidaste de mi?
Ya te olvidaste de mi?
-Ok, Sofi, hablemos mañana. Beso.