SANTIAGO, Chile.- En estos días, la prensa local le da espacio a un anuncio crucial para el futuro de la capital chilena: en poco menos de 20 años, todo el espacio disponible para construir en el valle habrá sido ocupado. A diferencia de Buenos Aires, que se construye verticalmente sobre un inmenso espacio, Santiago es más bien horizontal, encerrada entre cordones de montañas.
A esto debe su geografía, que le da todo su carácter: un río que la cruza como a una capital europea y cerros parquizados en pleno centro. Pero a esto se debe también el smog que la cubre de manera casi permanente... Quizá por eso sus jardineros cuidan el florecimiento de sus espacios verdes, literalmente, con atención y detallismo. Es uno de los rasgos más sobresalientes de todo el centro. Los espacios públicos, las calles, las plazas y las vías de comunicación están en intensivo proceso de rehabilitación, en vista de 2010. El Bicentenario es una realidad que ya se vive en la capital chilena con obras como la del subterráneo, en autopistas bajo tierra que unen distintos barrios, en centros culturales y en proyectos que hacen de Santiago una gigantesca obra a cielo abierto. No se puede dejar de compararla con Buenos Aires, donde 2010 parece todavía una fecha muy lejana.
Para no perderse nada de esta renovación de Santiago y conocerla, se pueden armar dos recorridos que permiten atravesar sus principales barrios y asomarse a una capital que tiene tanto pasado como futuro. El centro es el heredero de la ciudad hispánica, y donde se concentra todo Chile. A lo largo del Mapocho, en Bella Vista, Providencia y las Condes, se alternan barrios con personalidades muy distintas, centros gastronómicos y zonas que parecen suburbios de soap opera , más hollywoodenses que en Hollywood.
Desde los cerros
El centro del centro de Santiago es el Palacio de la Moneda, sin duda el edificio más emblemático de la ciudad. Desde el regreso de la democracia es la casa de gobierno y la sede la presidencia. Los visitantes pueden cruzarlo, visitar sus dos patios -el de los Cañones y el de los Naranjos-, participar de visitas guiadas en algunas de sus salas, y sacarse fotos con los carabineros en la puerta. Bajo este imponente edificio, construido en 1805, se inauguró hace poco un moderno centro cultural subterráneo, uno de los símbolos de la transformación santiaguina. Algo impensado hace apenas un par de décadas, cuando regía otro mundo en la Moneda y en Chile. Aquellos tiempos son recordados por una sobria estatua en la plaza de la Constitución, una de las dos que bordean el edificio: es el monumento a Salvador Allende, que turista de paso por Santiago toma en foto, tratando de captar con toda intención, detrás del busto de bronce, la palabra "justicia", inscripta en el frente del Ministerio de Justicia ubicado sobre este costado de la plaza.
En este mismo lugar, cada dos días y por la mañana (exactamente a las 10), se puede asistir al cambio de guardia del Palacio de la Moneda. La austeridad del acto es amenizada por una banda, que inserta entre las esperables marchas militares algunos temas famosos latinoamericanos, como un guiño musical a los turistas de la asistencia. En esta plaza están los dos principales componentes omnipresentes en Santiago: los carabineros y las banderas. Al estilo de los países escandinavos, también en Chile las banderas se ostentan como motivo de orgullo nacional y como elemento de decoración, flameantes en los edificios públicos, casas particulares, jardines y espacios verdes.
Desde la Moneda, hay que conocer también la Plaza de Armas. Sus carros cargados de flores son el fondo tradicional de las fotos que los padres hacen sacar de sus hijos, sobre ponies de madera algo destartalados, pero con el disfraz del "huaso", el gaucho chileno (y por supuesto los colores nacionales en cucarda).
La plaza está bordeada por la Catedral, algunos museos y edificios municipales. Merecen la visita el interior de la catedral (de 1748), ricamente adornado, el Museo Histórico Nacional y el Museo del Correo, en el edificio del Correo Central.
Para tener una mejor vista de todo el centro, nada mejor que subir hasta el Cerro Santa Lucía. Esta colina de 629 metros de altura formaba una plaza fuerte ideal, en medio del valle y a pasos del río Mapocho. Fue allí donde acampó Pedro de Valdivia, en 1540, para luego fundar la ciudad. Hoy el cerro es un parque, lugar de predilección de los enamorados, y un mirador sin igual sobre toda Santiago. Se aconseja dejar el nombre y el horario de ingreso a los guardias que hay en cada puerta del cerro. Desde arriba la vista llega, los días de menor contaminación, hasta las coronas de nieves eternas de los Andes, elevados sobre la masa compacta de edificios del centro histórico y las torres de los nuevos barrios: Providencia y, más hacia el Este, al pie de la Cordillera, Las Condes.
Se aprecia también el ancho trazado de la avenida O Higgins, que forma como un tajo en el mapa de la ciudad. Sobre esta avenida, no muy lejos del cerro, se encuentra el edificio más antiguo de Santiago, la iglesia San Francisco, construida en 1618. Los restantes edificios de la época colonial no resistieron los terremotos de 1647 y 1730: de hecho aquí se avisa a los turistas que la tierra tiembla a diario. Por suerte, no tanto generalmente como para que se pueda sentir, pero los sismógrafos registran una actividad telúrica permanente.
Otro de los edificios coloniales todavía en pie, la Casa Colorada, es hoy el Museo Histórico de Santiago. Fue la casa familiar de Mateo Toro y Zambrano, presidente de la Primera Junta de Gobierno, constituida en Chile en 1810. Fue construida en 1769, con un techo a dos aguas que le da un aire de inspiración colonial y centroeuropea a la vez.
El casco histórico de Santiago tiene muchos otros lugares para conocer y recorrer, entre ellos las angostas calles del centro peatonal, bordeadas de galerías donde el tiempo parece haberse fijado en la década del 70 en cuanto a decoración y estética.
También es interesante conocer el barrio París-Londres, con calles sinuosas y casas de estilo; la elegante Bulnes y otra avenida, la República, más alejada del centro y bordeada de mansiones imponentes que fueron usadas como centros de detención por la dictadura de Augusto Pinochet y hoy funcionan como sedes de ONG de derechos humanos.
Pierre Dumas
Hacia lo alto de una ciudad con cambios
Los barrios más distinguidos, en camino a cerros que cuentan con muy buenas propuestas a sus pies
Además del cerro Santa Lucía, se puede llegar a la cumbre del cerro San Cristóbal, más alto (860 metros) y con una vista menos próxima, pero más panorámica. Se accede en funicular o en teleférico, y se recomienda ir en horarios hábiles por problemas de seguridad.
El cerro tiene a sus pies el barrio de Bellavista, donde se concentran restaurantes y bares temáticos. Es la cara gastronómica de Santiago, con propuestas que van en aumento gracias al reciente auge del turismo internacional (sin embargo, hay que tener cierta precaución y no caminar de noche por la zona). En este barrio está la Chascona, una de las tres casas de Pablo Neruda transformadas en museo. Se visita toda la semana menos el lunes, para ver objetos y colecciones que pertenecieron al poeta. En la calle sin salida que lleva hasta la casa, hay un homenaje a su obra literaria.
Para conocer otras facetas de esta parte insólita de la ciudad, hay que pedirles a los taxistas ir hasta alguno de los bares clandestinos, fondas que siguen recordando la época de la dictadura y el toque de queda. En aquel entonces seguían funcionando a puertas cerradas, sólo para los conocidos y habitués, luego del horario de cierre. En algunos de ellas, como Los Canallas, todavía hay que golpear la puerta para entrar. En otros, como El Hoyo, se conservó nada más que el aspecto original, donde se codeaban los extremos de la sociedad santiaguina.
Al pie del cerro San Cristóbal está también el Centro Cultural Mapocho, en el edificio de la ex estación de trenes a Valparaíso. Muy cerca, del otro lado del río y de los nudos de autopistas y avenidas rápidas, se levanta el barrio de Providencia, una zona elegante, de calles prolijas, condominios discretos y lugares de moda para sus habitantes de clase media alta.
Más hacia el Este, se llega a las Condes, un barrio que parece desprendido directamente de San Diego o Los Angeles, en California. Es el municipio más exclusivo del Gran Santiago. Chalets, hoteles de lujo, shoppings e infraestructuras cuidadas en todos los aspectos, entrelazadas con calles arboladas y veredas anchas y parquizadas.
Los negocios de lujo se concentran en esta zona: desde las casas de alta costura francesas hasta las sederías italianas y los fabricantes de productos de bellezas norteamericanos. Es la vidriera muy hollywoodense del liberalismo chileno.
Un complemento indispensable de la visita es bajar al metro (el subte), un modelo de modernidad y comodidad. Vagones de última generación y estaciones anchas y pulcras hacen de la red de Santiago una de las mejores de América.
En invierno, en apenas una hora, se puede ser más fashion todavía y pasar de Hollywood sobre el Mapocho a los centros vecinos de esquí: Farallones, La Parva o Valle Nevado. En verano, entretanto, en poco más de una hora se llega a Viña del Mar, el balneario más renombrado del país.
Datos útiles
Oficina de Inf. Turistica: Hay una sede en la Casa Colorada, Merced 860, (56-2) 6327-783. Otra, en el Cerro Santa Lucía, Terraza Neptuno, (56-2) 6644-216. Informes por mail, a cerrosantalucia@ munistgo.cl .
Informes en Buenos Aires:
Embajada de Chile, Tagle 2762, 4802-7020.