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Ser o no ser un clásico

Las playas de Punta nunca pasan de moda, simplemente porque lo bueno jamás está demodé. Un paseo por el Este




PUNTA DEL ESTE.- Tuvieron las arenas que volvieron a dominar el verano de Punta del Este. Se repitieron con sus mismas olas como en otras temporadas y dieron para hablar hasta a aquellos que prefieren estar alejados, pero que igualmente siempre se pegan una vuelta por allí para ver qué pasa.
¿Y qué pasa?, lo que pasó siempre con las playas de moda: chicos que quieren estar en "la mejor"; adultos que quieren hacer lo mismo; gente más o menos famosa; caras de modelos lindas y caras de chicas que no son modelos y, que a veces, suelen ser más lindas.
Como en una época, hace mucho tiempo, lo fue La Cigalle, luego San Rafael, Punta del Chileno o aquellas tardes de Solanas, en la década del 90 llegaron otras cosas, que marcaron modas, que impusieron la palabra fashion y que trajeron marcas comerciales para difundir la gran onda que ahora es infaltable.
Por eso, Montoya, Bikini y La Huella siguen manteniendo aquella arena dominante a la hora de la convocatoria.
Montoya se convirtió hace más de media docena de años en el lugar de encuentro playero de La Barra, a la que se podía llegar sin sacar el auto y hacer el último esfuerzo al caer el sol para volver caminando.
Rápidamente se convirtió en un balneario de grandes aglomeraciones, que dominaron los chicos que van desde los 12 a los 17 años, pero por una cuestión lógica siempre anduvieron por allí los padres, ubicados más cerca de las rocas para no incomodarlos, pero sí teniéndolos a la vista, también para traerlos o para llevarlos. Pero los chicos también los tienen a la vista, más que por cosas de familia, por la billetera.

Para comer bien

El Esturión, gastronómicamente, fue siempre por allí el lugar más caro, pero los chicos se acercan a otro parador, en el que siempre hay un más barato licuado. Lo demás: torneos de fútbol para los varones, grupitos de adolescentes comentando y padres incómodos por la cantidad de gente, siempre quejándose.
Ya en Bikini, espacio que empezó a tomar forma hace 15 años con las construcciones que la fueron rodeando, la edad pasa a los 18 y "aguanta" hasta los que tienen unos más que 30.
También este verano estuvieron allí muy apretados: bueno es una playa para mirar y ser mirados, es una de las del verano y la moda arrastra.
Arrastra, además, con productos y promociones, con las más lindas y sus semiproducciones, de ropa, claro: muchas polleras de Rapsodia o de Jazmín Chebar, pareos, pañuelos y bikinis estampados, todo un colorinche.
Entre los pies y la arena, infaltables ojotas Havaianas, iguales a aquellas imponibles Hawaianas. Hasta el estilo Gucci entra en la playa y aparecen también las sandalias de yute, a veces con algo de plataforma que se esconde en la arena, pero que igual las realza hacia el más allá.

Mucho más al Este

Hay que ir más allá (el Este) para juntar a Montoya con Bikini y algo más.
Es que la exclusiva localidad de José Ignacio termina de completar todo aquello con algo de exclusividad, porque allí se junta la gente del lugar, hoy el más caro de Punta del Este a la hora de alquilar y también si uno quiere quedarse a vivir.
Las familias de José Ignacio no se mueven casi de allá y entonces se puede ver en la playa a los adolescentes, a las que cruzaron la mayoría de edad y a padres, jóvenes y de los otros en una alegre comunidad (que nada tiene que ver con aquéllas de la época del hippismo, vale la pena aclarar).
El parador es La Huella (mucha madera, géneros flameando, y un dejo oriental, casi camboyano), tiene una cava de vinos única para estar al lado de la playa, en la parte de la Brava y una espléndida boutique, la del símbolo del cocodrilo, a la que muchos visitan con muchas ganas.
Montoya. Bikini y José Ignacio fueron otra vez las playas, las que ostentaron el cetro y las arenas del verano.

Costumbres

Es que la exclusiva localidad de José Ignacio termina de completar todo aquello con algo de exclusividad, porque allí se junta la gente del lugar, hoy el más caro de Punta del Este a la hora de alquilar y también si uno quiere quedarse a vivir.
Las familias de José Ignacio no se mueven casi de allá y entonces se puede ver en la playa a los adolescentes, a las que cruzaron la mayoría de edad y a padres, jóvenes y de los otros, en una alegre comunidad.
Por Mariano Wullich
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