SAN MIGUEL DE TUCUMAN.- Dicen que todas las tardes, el alpapullo se da una vuelta por Tafí del Valle. Quién sabe de dónde; unas veces viene de abajo y otras lo hace por detrás de la sierra de Aconquija.
Pero allí está, instalado como el mejor, para dar sombra y aire fresco, recubriendo de gris el horizonte, aportando tal vez una mojadura a la jornada calurosa que antecedió a su presencia. Nadie lo llamó ni fue a buscarlo, pero su aparición es bienvenida.
Pocos sitios engañan más que Tafí al llegar de primera ocasión. La cuesta de la ruta 307 es la puerta de entrada a los Valles Calchaquíes, de montaña, y como tal en nada se parece al paisaje de arriba, de Tafí y El Mollar. El camino es selvático, con una fragancia melosa y un río de las Sosas, caudaloso, audaz, que desciende junto a la ruta.
Con verde tapando el verde que hay detrás y más allá en la nuboselva, plaga de laurel, lapacho y jacarandá. El cuadro de Tafí es montañoso, tremendamente alto, amplio y de gran extensión.
Autos, bicis y caballos
Dicen que las mañanas no son del alpapullo, sino del sereno, una llovizna finita que al amanecer da una lavadita despabilante a su querida tierra. Excepto en los días en que los gallos cantan a deshora anunciando un cambio de clima.
De una forma u otra, cada chango o pierna tafinisto -taficeño es el que habita Tafí Viejo- taconea desde temprano su caballo para llegarse hasta la principal o el casco colonial, sin el consentimiento de letreros que anuncian la prohibición del paso de herraduras en ciertas callejas.
En las últimas horas del día, decenas de equinos se agolpan frente al bar Popey, hasta donde llegan amazonas de cabellos rubios, largos.
Por el casco principal se despachan bebidas tradicionales. El yerbiao se mantiene en lo alto, más cerca del cielo y las prácticas populares de los habitantes de Tafí, La Ovejería, Rodeo Grande y Los Cuartos. El yerbiao se hace colocando yerba en un jarro grande a la que se la ceba con alcohol puro de 90°, se le agrega muña muña y una pizca de azúcar. Además, unas cáscaras de naranja secas, el agua caliente y la bombilla para beberlo.
Las artesanías en Tafí son tan tentadoras como las empanadas
El casco urbano posee como dos centros. Uno es la calle Diego de Rojas y la otra es el Centro Cívico, donde está la peatonal y las casas de videojuego folklóricas. Durante la pausa de los espectáculos de música y baile realizados en la peatonal, el sonido de las maquinolas y los ritmos de bailanta ensombrecidos, de fondo, envuelven el escenario.
Los intérpretes del Colalao, Amaicha o algún invitado del llano (tal vez de Santiago del Estero) continúan con sus piezas. En la calle De Rojas, numerosos bares, comercios de comidas, casas de artesanos sonrientes o foráneos y expendedores del vino patero (hecho con la pata) se unen para la movida del atardecer. Cuando baja el sol y la arteria se dilata de autos, perros, caballos, hermanos y adorables maminas paseando sus guaguas (bebes), por allí circula el temible bono tucumano, despierto y atento, cazando desprevenidos, ansiando la oportunidad de cubrir vueltos enteros con su cuerpo de papel despedazado (sólo las monedas se mantienen a resguardo).
La tonada de los tafinistos es hechicera. Cuando no es muy lenta evoca gracia. El ¡¿Ha visto?! o el ¿Aaahh? (¿qué?) son expresiones comunes en ellos, aunque si la cosa se pone mal lo echan con un ¡ite!, por andate.
Entre la niebla
Hay mucho para ver en Tafí del Valle. Remontar La Quebradita hasta la Reserva Arqueológica La Bolsa, restos de una villa y zonas de cultivo tafí de milenios de antigüedad o hasta los pinares. Aquel lugar es, también, ruta de paso hacia Amaicha del Valle, las ruinas de Quilmes y Santa María.
La neblina de la tarde -el alpapullo- forma en La Quebradita una luz de tormenta que la sitúa como la mejor posición para ver desde arriba (de más arriba) Tafí del Valle y el cordón del cerro Muñoz.
La vuelta al cerro Pelado por el pie del Muñoz es un circuito a lo más profundo de los pobladores del valle de Tafí, donde sus campos de cultivo y sus viviendas se aíslan del trajín social subido desde San Miguel de Tucumán hasta el centro de Tafí del Valle y El Mollar. La piel de los que van a caballo es más oscura, incluso, que el color de la tierra; la tonada es más acentuada y la mirada de sus pobladores posee un mensaje distinto, indagador, de nativo; las palabras de aquellos vallistos (pobladores del valle) se escapan entre dientes, incomprensibles.
Las construcciones de pircas (corrales de piedra) son vivas, no ruinas. Un camino de ripio y, por tramos, de cornisa, lleva a través de sitios que subrayan lo precolombino como el mejor modo de vida del siglo XX. Al inicio se puede pasar por la iglesia jesuítica de La Banda (museo histórico y arqueológico), luego se continúa por Rodeo Grande, Las Carreras, El Rincón y La Angostura. En camino se atraviesa el río Los Alisos, el que remontándolo lleva hasta una cascada. Antes del regreso es posible pasar por los menhires, formaciones rituales del siglo IV antes de Cristo talladas en granito, macizo y duro, dispuestas de modo antojadizo sobre una colina.
Tafí del Valle es un sitio de encuentro de los que suben del llano y los que habitan la montaña, también en invierno cuando cae la nieve. Un lugar de tonada contagiosa, adoptable en forma inmediata. Valle de artesanos resbalosos y cultivadores manuales de maíz y papa. De hacedoras de empanadas que ven en su cuchillo una herramienta de tallar y crear. El alpapullo ya fue advertido y por eso visita el precioso Tafí. ¿Ha visto? Parece que le gusta, porque nadie lo llamó.
Andrés Pérez Moreno
Subir la cuesta vale la pena
Desde Tafí del Valle existen innumerables circuitos para unir haciendo trekking o a caballo. Uno de ellos, de un día, es el cerro Pelado, en el que el Morro Negro dicen que suena como campana por efecto del calor del sol, aunque hoy se halla delicado por ser forzado a sonar por medio de otras fuentes de calor. Muy interesante para llevar a cabo es la travesía que une Tafí con el valle de La Ciénaga, una planicie de altura en la que se encuentra una escuelita y un caserío de alta montaña.
Para experimentados, se puede atravesar el cerro Muñoz y unir Tafí con Santa María por las montañas. También las cumbres de Mala-Mala o un recorrido que va más allá de La Ciénaga y se dirige a Anfama, Siambón y El Nogalito hasta penetrar el monte tucumano.
La Pasión tucumana convoca a los turistas
Valle de pasiones: copleras, misachicos y actores en el cerro El Palao y teatralizan La Pasión de Cristo junto con el público.
TAFI DEL VALLE.- Aún no pisaron Tierra Santa y, tal vez, nunca lo hagan. Sin embargo, dejan tal huella en su pago y ponen tanto fervor que parece que estuvieran allí. Ahí, en un escenario similar a aquél donde hace casi veinte siglos cambió la vida del mundo, sobre todo para los que creyeron en el Mesías.
Fieles a su pedido, hoy muchos tucumanos hacen suyo su mensaje evangélico. A tal punto que por el ímpetu con que sacan canastos y tarimas, resulta creíble estar frente a quien se irritó cuando los mercaderes se instalaron frente al templo, o cuando amigos y seguidores se enfrentan a empujones y casi a puños con los guardias que quieren llevarse a su Maestro.
Así como sorprende con sus apasionados arrebatos, también conmueve con la sabiduría de aquel que confía, cuando parte el pan y no sólo convida a sus apóstoles, sino que su gesto alcanza al público inmediato.
La Pasión de Cristo se revive en Tafí
(Foto gentileza del diario la Gazeta, de Tucumán)
(Foto gentileza del diario la Gazeta, de Tucumán)
Federico Auvieux es el elegido. Desde hace cinco años comenzó a representar el papel que él mismo considera imposible, pero que asume humildemente. Se trata nada más ni nada menos que, una vez más, intentar mostrar el paso de Dios en la Tierra.
Un desafío como pocos, pero que este actor -que se arriesga a ser Jesús- se hace cargo gracias al apoyo, aunque parezca extraño, de Pilatos en la piel de Oscar Zamora; de Judas, en la de Fernando Ríos, y la presencia de la Virgen María en la persona de Magui Tula. Los cuatro forman parte del elenco -en total son 25- de la Fundación Teatro Universitario de Tucumán, que dirige Ricardo Salim. A ellos se suman otros 31 actores de Tafí.
Rescatar el estilo del teatro de las mansiones del medievo, cuando en medio de la calle la gente del pueblo e integrantes de la Iglesia representaban pasajes biblícos, fue el objetivo de Ricardo Salim cuando escribió el guión de La Pasión. Y con su puesta en escena convirtió al tranquilo pueblo de Tafí en un valle de pasiones.
De esas que cambian la vida. Al menos la de los primeros 500 lugareños que, entusiasmados por participar en una obra en beneficio del hospital local, caminaban varios kilómetros por el cerro El Palao, cambiando la pagana letra de sus coplas cotidianas por relatos bíblicos.
Lo que surgió como un medio para recaudar fondos para la cooperadora del hospital de Tafí del Valle, hoy se convirtió en un espectáculo masivo no sólo por la cantidad de gente que atrae -la última Semana Santa convocó a 15.000 personas-, sino por mezclar actores con público y hacerlos intervenir en la obra. Así, quienes vengan a Tafí a presenciar La Pasión terminarán formando parte del pueblo de Jerusalén.
Aquel que también en esta oportunidad lo sigue en su entrada a la ciudad y le abre paso con palmas de olivos; casi el mismo, con el agregado de que en la versión argentina debió abrirse un camino al pie del Palao, en el valle de La Banda, más allá de la ruta provincial 325.
Con los vestigios de las culturas que con una antigüedad superior a los 300 años a. C. lo habitaron, este paraje se adapta al ambiente y a la época de Cristo. Así, el escenario que ofrecen está tan integrado al paisaje, que el paisaje mismo es el escenario.
Y quienes se suben al cerro o a las tablas pueden seguir la obra desde los desfiladeros, estratégicos balcones de este teatro natural. Además, a pesar de la inmensa extensión del teatro, no se le pierde pisada a los protagonistas, ya que se los puede seguir a lo largo del cerro a medida que transcurre la obra en seis o siete escenarios naturales diferentes.
El Palao -mediante parlantes ubicados por doquier- se hace eco de sus voces. El sonido no es en vivo. Debido a que muchas copleras y misachicos no cantaban el Viernes y Sábado Santo, se vieron obligados a grabarlos, sobre todo para reproducirlo fielmente y permitir que se escuche desde cualquier rincón. Se trata de los ochos misachicos de Tafí, los mismos conjuntos que salen a pasear la imagen de la Virgen y tocan sus primitivos violines de madera como pocos.
Los agudos lamentos copleros son el punto culminante de la obra, cuando al caer el sol secrucifica a Cristo, muerte que entre los lugareños se comenta como un hecho policial. Luego, al abrigo de fogatas en el desfiladero, suceden las últimas escenas que se coronan con la Resurrección.
La puesta en escena de La Pasión se realiza el jueves 27 del próximo mes y se repite el viernes 28 y el sábado 29, desde las 16 hasta el atardecer.
Con este espectáculo se incia el calendario de turismo, que este año incluye el regreso de los conciertos filarmónicos en las Ruinas de Quilmes.
Delia Alicia Piña
Fotos: Daniel Caldirola
Información
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