Ayer a la mañana me llamó Cariló. Estaba medio seco y me dijo si podíamos almorzar. Le dije que sí, así que arreglamos que a la 1 pasaba por el consultorio.
Fuimos a un restaurante que queda justo en diagonal, así que a las 1:03 estábamos sentados los dos.
Pedimos y le pregunté qué pasaba, porque lo notaba rarísimo.
Me dijo que no era su mejor día y que lo que me iba a decir tampoco era lo más fácil de comunicar. Ahí se me empezaron a abrir los ojos.
Gente queridísima, Cariló me puso en stand by.
Dijo que no podía manejar sus emociones, que todo estaba pasándole muy rápido y que no lo podía controlar. Que no sabía qué hacer.
"Bueno, se ve que sí sabés que hacer. Ponerme a dormir".
"No me digas eso", me mandó.
A mí me dio taquicardia. No me la vi venir pero ni de casualidad. Pensé: "OK, mejor ahora que dentro de un año".
Me dijo que quiere un tiempo para serenarse, para pensar. Le dije: "Hacé lo que quieras, Cariló. No voy a tratar de convencerte de que estar conmigo está buenísimo. Pensá, hacé lo que te parezca y después vemos".
Me levanté y me fui a seguir trabajando.
Cariló me puso en stand by. Estoy sorprendida, desconcertada y triste. No entiendo nada.
Anoche, antes de dormir, pensé mucho y lloré un poquito.
La vida continúa, lo sé, pero bueno, ¡venía tan bien!